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Por José Luis Ramos
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Recuerdos de una mujer rebelde

    Las sociedades avanzan en la medida que se asocian y se relacionan. Por eso, el éxito de la lucha de las mujeres por la igualdad y contra la discriminación, dependen de la fuerza que alcancen las asociaciones que luchan por sus derechos. Esas luchas producen cambios sociales que permiten a las mujeres ampliar el ejercicio de sus derechos en el ámbito social, laboral y familiar. Pero también hay luchas personales de mujeres que imponen en la práctica el derecho a vivir su vida de acuerdo sus valores y que se les respete. Muchos ejemplos podríamos citar, solo citaré uno, en recuerdo de las mujeres, que en los 60 vivieron en el anonimato su rebeldía.

    Hace un par de años, me encontré con una amiga de la juventud. Hacía unos 45 años, que no sabíamos nada el uno del otro. Enseguida me interesé saber de ella, porqué con tan solo 14 años ya se notaba que era una mujer diferente, en el sentido positivo, a las de su época. Manifestaba saber cómo quería vivir y la clara voluntad por vivir como ella quería, y no, cómo la opinión mayoritaria de la época pensaba que tenían que comportarse las mujeres. Percibí qué también ella quería saber de mí. Así que de mutuo acuerdo nos fuimos a charlar a un bar.

    Le pregunté cómo era que en el 70 desapareció del pueblo. Lo que me contó, me dejó angustiado. Aunque son cosas que sabía que pasaban en los 60, cuando una persona que conoces te cuenta que le ha pasado a ella, y sabes que se trata de una persona cargada de buena fe, que solo pretendía vivir su vida, a su manera, y sin hacer daño a nadie, entonces sientes tristeza al pensar lo mal que tuvieron que pasarlo todas las mujeres que en los 60 decidieron romper con los modos de vida tradicionales, que para las mujeres, querían aquellos que pensaban qué España fuera la reserva espiritual de occidente.

    Sus padres, querían para ella una formación religiosa, así que la matricularon en un colegio de monjas de la ciudad, donde siguió sus estudios, hasta que pasó a los estudios superiores. Con 15 años se enamoró de un chico, como la mayoría de jóvenes a esa edad. Resultó, que su familia pensaba que no tenía edad para ir con chicos. Además, el chico no era del agrado de sus padres que pensaban que ella merecía mejor partido. Así que le prohibieron que se viera, con ningún chico, y, sobre todo, con el joven del que estaba enamorada.  Sus padres empezaron a controlar sus salidas de casa y con quien se relacionaba. Ella como persona dispuesta a no renunciar a vivir su vida tal como ella deseaba, se las apañaba para verse a escondidas con su chico. Hasta que la familia los pilló juntos.  Total, los vieron que iban juntos en la motocicleta. Eso fue suficiente para que solo la dejaran salir de casa para ir al colegio. Luego, por la fuerza, agarrada de la mano, su madre la llevaba a misa.

    Finalizados los estudios primarios, en el colegio de monjas local, sus padres la matricularon para que realizara estudios superiores en Madrid. Por supuesto, fijaron su residencia en un Colegio Mayor del centro donde estudiaba, y sus padres dieron la orden de lo dejarla salir de su residencia sin su firma expresa. Así pensaron qué conseguirían apartarla del chico que ella estaba enamorada, y de otros chicos. Ella sufrió la soledad de tener que estar sola fines de semana en la residencia de estudiantes, mientras otras compañeras de estudios, podían disfrutar de la compañía de amigos, amigas y familia. Eso duró hasta que ella, aprendió a falsificar la firma de su padre. Desde entonces cada vez que quería salir a divertirse un fin de semana, hacía el correspondiente escrito, lo firmaba, y lo presentaba al director. En esas salidas, no hacía nada más, ni nada menos, que lo que hacían otras jóvenes de su edad y que precisamente, ayudan a madurar como persona.

    El contacto con la sociedad, más allá de las compañías de clase y de la residencia, le permitió conocer la ciudad, y una sociedad, con unos valores sociales muy diferentes de los que en su familia trataban de imponer. Así que el terminar sus estudios, pensó que lo que menos le convenía era volver al pueblo y permitir que su familia le contralara su vida, decidiendo con que chicos se tenía que relacionar. La vida independiente en Madrid le hizo comprender que la independencia personal, pasa por tener independencia económica. Po eso entendió que su posibilidad de vivir libre e independiente, pasaba por tener ingresos propios suficientes para no depender de la familia. Se presentó a oposiciones para prestar un servicio a la sociedad, y ganó una plaza.

    Al tener independencia económica, ha podido vivir como ha querido y con quien ha querido. Me consta que se ganó un respeto profesional y personal, por las personas a las cuales sirvió. Hoy tiene una familia que la quiere, y muchas amistades que la adoran. Además, llama la atención, qué al margen de su profesión, como “hobby”, ha practicado otra profesión de la cual ha conseguido un reconocimiento profesional hasta ser la profesora de importantes cursos. En fin, hay que felicitar a las mujeres que en los 60 tuvieron la valentía de enfrentarse a su entorno familiar para poder vivir su vida a su manera.

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