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Por José Luis Ramos
Recuerdos - RSS

III.- Los choques culturales de la inmigración

  • (La convivencia entre culturas diferentes.)

En los Barracones que nos instalaron al llegar, en el centro de la sala de los aseos y duchas, había una concha de unos 5 metros de largo y 1,50 de ancho, llena de fuentes a su alrededor. Esas fuentes se utilizaban para lavarnos, cuando no te duchabas.  Lavándose en esa fuente, algunos árabes solían hacer tres cosas que molestaba, a algunos españoles. Al lavarse la cara, se metían dos dedos en la boca y se restregaban como cuando te limpias los dientes con un cepillo. Luego, cuando se limpiaban el cuerpo, se quitaban los calzoncillos, ponían un pie arriba de la concha y el otro debajo, se quedaban espatarrados y se limpiaban con la mano lo que les colgaba entre las piernas. Al finalizar la limpieza, algunos, se tapaban un orificio de la nariz y se sonaban con el otro hacia tierra. 

 Lo de sonarse en tierra, es lo que más molestaba. Un día un andaluz bragado, iba desde la sala que se guisaba a su habitación, con un plato de arroz a la cubana, cubierto con tomate frito, y un huevo frito. Se cruzó con un árabe al momento, que ese señor se sonaba en tierra mientras se tapaba un orificio de la nariz con un dedo. Decimas de segundos después, el andaluz le había estampado el plato de arroz a la cubana en la misma cara, antes que tuviera tiempo de sonarse con el otro orificio.  Tal como ocurre en esas situaciones, los dos se insultaron y se pegaron. Así que los españoles salieron en defensa del español, y los árabes, del árabe.  Yo tuve la suerte de no estar en los Barracones en ese momento. Llegué cuando la situación se estaba calmando. Así que me ahorré que me pegaran, o tener que pegar. Esa pelea aceleró que los españoles abandonaran los Barracones. Un par de semanas después, de madrugada rompieron una de las ventanas y ametrallaron la habitación. No recuerdo exactamente, si las víctimas fueron dos o tres. Solo recuerdo que el atentado tenía que ver con el conflicto de Líbano, o de Palestina.

Lo de sonarse en tierra, hoy puede parecer una aberración a muchas personas.  Pero en esas mismas fechas, (año 69) yo recuerdo que, en mi ciudad, en un importante Casino, ocupado por hombres mayores, era normal ver en el suelo escupitajos, mocos y gargajos. Los españoles salimos de los Barracones y nos fuimos a pisos. Desde entonces, no recuerdo que tuviéramos problemas de connivencia con los árabes, ni siquiera en la fábrica. Recuerdo que los españoles comentaban que había que ir con cuidado con los árabes, porque ellos siempre iban en grupo. Así que, si te metías con uno, reaccionaba contra ti, todo el grupo. El caso es, que tal como iba tomando confianza con alemanes, les preguntaba a que se debía la desconfianza con los españoles. Me respondían lo mismo, que los españoles decíamos de los árabes. Decían que los españoles, íbamos siempre en grupo, y si tenían un problema, con uno, luego un grupo de españoles les buscaba y se vengaban.

Me di cuenta que era cierto, que cada una de las distintas nacionalidades que había en Alemania, y eran muchas, fuera del trabajo, las personas solo convivían con sus nacionales. Al trabajo, a las compras, a pasear, y de visita, se iba en grupo.  De lejos identificabas, los grupos de turcos, italianos, españoles, yugoslavos, entre otros. Y es verdad que cuando alguno de esa nacionalidad, incluida la española, se sentían agredidos injustamente, se contaba a los suyos, y se reaccionaba en grupo. Como si la agresión la hubiera sufrido cada uno del grupo. Eso lo he visto yo. Para entender esto, hay que situarse en el rechazo generalizado que en los 60 y 70 había contra el emigrante en Alemania. Eso le impedía integrarse. Así que el emigrante, sintiéndose rechazado, en un lugar desconocido, se refugiaba entre los suyos para sentirse seguro. Por eso, ante agresiones a los suyos, reaccionaba como si las sufriera él, para no defraudar a los suyos y seguir confiando que los tuyos te protegieran, si lo necesitabas. Hay que estar en un lugar que se desconoce, donde no se entiende lo que se habla, sin familia, para entender porque las personas se refugian en el grupo. Además, el desconocimiento del idioma por la mayoría de los inmigrantes les obliga tener que ir acompañados a todas partes, para que otros españoles les hagan de interprete.

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