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Por María José Navarro
Picos Pardos - RSS

Representantes o representados

    El otro día, en la manifestación del 1º de mayo, iba pensando en que a pesar de las muchas personas que había manifestándose, reclamando un trabajo y unos salarios dignos, faltaba mucha, mucha más gente que debería haber estado y no estaba; personas en paro y sin visos de encontrarlo; jóvenes que tampoco lo encuentran y si lo tienen es en unas condiciones, en muchos casos, de precariedad; estudiantes que tal vez tengan que buscarse la vida en el extranjero, como hicieron sus abuelos; mujeres con salarios no equiparables a los de sus compañeros o con trabajos no reconocidos legalmente…

    Todas y todos sabemos que en las últimas décadas hubo vertiginosos cambios a todos los niveles y gracias al esfuerzo continuo se fueron conquistando derechos tan fundamentales que es casi imposible imaginar ahora no tenerlos, en sanidad, educación, laborales, sociales… un proceso que no fue fácil y supuso un duro trabajo de organizaciones sociales, políticas y sindicales. Y también fue el esfuerzo de personas individuales que dedicaron su vida, muchos incluso dándola, por el bien común.

    No debe extrañarnos por qué, en contra y con una bien estudiada estrategia con el fin de seguir siendo privilegiados a costa de los demás, están los que difunden ideas debilitadoras y de deslegitimación. Ideas tales como la que todos los políticos son iguales o que los líderes sindicales son unos vividores,… son mensajes destructivos que diariamente han ido calando en la ciudadanía, trabajadores y estudiantes, aquellos que más sufren las consecuencias de políticas neoliberales, convirtiendo a muchos ciudadanos, poco a poco en la voz de algunos pocos privilegiados.

    Esta estrategia de descrédito y descalificación ha supuesto la debilidad actual de sindicatos, partidos políticos y otras organizaciones sociales, y el beneficio de quienes les interesa mantener la desigualdad social y que son los verdaderos responsables de los males que padecemos: discriminación, corrupción, fraude, especulación…

    Por eso es tan necesario que en este momento en el que vivimos, en el que las ideologías antisociales se están imponiendo, que las bases del sistema, que no somos otros más que las ciudadanas y ciudadanos de a pie, no confundamos al enemigo. Hay muchas personas que dedican sus esfuerzos a trabajar por los demás en muchas organizaciones sociales, políticas y sindicales, y no podemos caer en la trampa de deslegitimizar ese trabajo. La crítica debe servir para hacernos más fuertes contra unos poderes que cada día nos condenan a un futuro sin derechos.

    Nos encontramos en un cambio de ciclo en constante evolución, en el que las entidades deben de adaptarse al actual tipo de sociedad. En definitiva, han de acercarse a los jóvenes entendiendo la actual diversidad social. Hay que aprovechar cada movimiento social y darle contexto colectivo.

    Todos somos responsables de nuestras acciones, por ello nuestro deber está en proteger lo que gracias al esfuerzo de tanta gente se ha conseguido. Mirar hacia otra parte o echar las culpas al de nuestro lado solo sirve para que otros se mantengan en su empeño de seguir siendo unos pocos los privilegiados. Debemos de salir a la calle y exigir lo que es nuestro por derecho. La existencia de organizaciones sociales fuertes y comprometidas es, hoy en día, más decisiva que nunca, por eso es tan importante participar y apoyarlas.

    No creo que nuestros padres se equivocaran cuando se organizaban en asociaciones de vecinos, sindicatos, formaciones políticas…y salían a la calle en protesta de quien pretendía representar a una España que no representaba a los españoles. Ellos vivían un momento histórico donde la represión social era, sin lugar a dudas, origen de la dictadura en la que vivían y, sin embargo, trabajaron duro en la defensa de sus derechos.

    Nosotros, en este momento que nos toca vivir, también debemos unirnos y defender lo que ellos lograron, pues parece que, aunque con ciertos matices, algunas cosas no han cambiado.

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