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Por María José Navarro
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La plaga que amenaza nuestro país

    Esta pandemia del COVID19 está dejando en evidencia cosas que algunas ya teníamos meridianamente claras, como que hay una verdadera plaga de individuos corrosivos, manipuladores y sin ningún escrúpulo, capaces de inventar las mentiras más atroces, con el único fin de desestabilizar un gobierno que no les gusta, porque está en las antípodas de sus ideas fanáticas.

    Y esto cansa, cansa mucho, y lo que es peor, hace que muchos ciudadanos y ciudadanas acaben cayendo en la trampa y creyendo en sus falacias, en todos los bulos que día tras día se inventan y escampan por las redes, como los enjambres de langostas se extienden por las áridas tierras de África, que por cierto, es algo a lo que no se le ha dado ninguna relevancia periodística (evidentemente África queda fuera de nuestros límites de sufrimiento y empatía) y que va a dejar a muchas familias sin las cosechas de que las se alimentan, algo así como alrededor de diez millones de personas afectadas en Kenia, Etiopía y Somalia, y otros tres millones en Uganda y Sudán.

    Me da por pensar que las plagas bíblicas han ido evolucionando y las langostas se han transformado en esos depredadores de las redes sociales, que son inmunes a los pesticidas (en este caso cortafuegos o antivirus) y que arrasan con cualquier brote que aparezca en el horizonte, sin importarles en absoluto la situación por la que atraviesa el país y buscando, solo, el nauseabundo rédito político que se obtiene de desprestigiar al contrincante.

    Y así nos encontramos con imágenes de almacenes repletos, que dicen que son artículos sanitarios retenidos no se sabe con qué finalidad y luego resulta ser un almacén de material de oficina, o la fotografía manipulada de la Gran Vía de Madrid llena de ataúdes, con el mensaje de que el gobierno nos miente con las cifras de muertos y que las calles se han convertido en inmensas morgues, o las miles y miles de cuentas falsas en Facebook o Twitter que han aparecido durante esta crisis, para lanzar mensajes y noticias falsas sobre el covid-19, o sobre las actuaciones llevadas a cabo por quienes están en el poder.

    Desde luego, igual que ni las personas keniatas, las etíopes, las somalíes, ni las que viven en Uganda o Sudán necesitan una plaga de langostas, ni la merecen, la ciudadanía española ni merece, ni necesita, la plaga de indeseables que llenan nuestras redes con mensajes cargados de odio y rencor. Necesitaríamos una oposición, que, como la de nuestros vecinos portugueses, esté al lado (ni delante, ni detrás, pegando puñaladas traperas) del gobierno, peleando y construyendo para que su país salga cuanto antes y de la mejor manera, de esta pandemia global.

    En fin, que las crisis como la que nos afecta, se combaten con unidad, solidaridad y mucho sentido común, y no lanzando una plaga de langostas voraces que destruyen todo lo que encuentran a su paso.

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