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Por María José Navarro
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De Pines y Penas

    Llevo unos días dándole vueltas a hablar, o no hablar, de las aborrecibles y constantes provocaciones a las que se nos va a someter a la ciudadanía, desde la extrema derecha, durante toda la legislatura. Y, aunque en un primer momento, opté por no hablar del puñetero “pin parental”, el leer la noticia de que en Córdoba va a ser un alto cargo del obispado quien dirigirá la estrategia de salud sexual en Andalucía, me ha obligado a tener que compartir mis pensamientos, por aquello de que las penas, compartidas son menos penas, aunque en este caso, no sea propia sino ajena, por aquellas personas, tan cerradas de mente, que no son capaces de ver la viga en su propio ojo y buscan la paja en el de las demás, vamos, que tienen miedo del “adoctrinamiento” de la escuela en temas sexuales, reproductivos y afectivos (no olvidemos que los embarazos en adolescentes, los contagios de enfermedades venéreas y la violencia sexista siguen presentes y en aumento) y no le temen a las ideas retrógradas, que impidan que los y las adolescentes puedan crecer y expresarse como realmente se sientan, sin ser tachadas como personas enfermas, a las que hay que tratar para corregir sus “desviaciones”.

    Desde luego, una cosa tengo muy clara, y es que seguiré peleando siempre por la necesidad de que las personas que vienen detrás, esos chicos y chicas que tomarán el relevo generacional, tengan una educación de calidad (por supuesto, pública) que les permita ser la ciudadanía reflexiva y con los valores democráticos, integradores y humanos, que van a necesitar tener para poder vivir en este mundo en permanente cambio.

    Y hablando de penas y de las malas artes de la derecha, como no mencionar la necedad y falta de ética en el discurso de sus representantes, que se atrevieron a decir que con la nueva ley de la eutanasia, lo que el gobierno pretendía era abaratar los costes en sanidad, eliminando a las personas con enfermedades en fase terminal, con graves problemas degenerativos y un gran sufrimiento permanente. Por supuesto, en este caso también ha aparecido la Iglesia, dándonos discursos de moral e instando al acompañamiento de las personas enfermas hasta el final, obviando, con ello, los deseos de esas personas a tener una muerte digna, que les evite sufrimientos innecesarios.

    Y así seguiremos, con cada una de las iniciativas de este gobierno de “rojos y comunistas bolivarianos” que, por lo visto, tanto asustan a la ciudadanía, aunque no he visto todavía a esa ciudadanía en la calle quejándose del aumento del salario mínimo, de la eliminación del copago farmacéutico, o de los planes para la mejora en las prestaciones sociales.

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