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Por María José Navarro
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Infancia youtuber, ¿qué nos está pasando?

    En estos primeros días de septiembre en la que la mayoría de adultos comienzan sus trabajos después del periodo vacacional (si es que tuvieron la suerte de tenerlo) y los niños y niñas siguen en sus hogares, debido a esa distorsión entre dos realidades, como son los calendarios y horarios escolares y los calendarios y horarios laborales, he tenido la oportunidad a tener que hacerme cargo durante algunas horas de un par de sobrinas de cinco y nueve años.

    Después de una mañana de paseos y actividades varias, llegamos a casa y mientras preparaba la comida, las niñas me pidieron poder ver la televisión y, claro, esa televisión que ven ahora queda muy lejos de aquella que se veía hace algunos años, donde había una programación infantil, más o menos adecuada a las más  pequeñas de la casa. Ahora hay un sinfín de posibilidades a las que pueden acceder sin más filtros que los que puedan poner los adultos que les acompañan. En este caso me pidieron acceder al YouTube para ver a una famosa niña a la que suelen seguir habitualmente, así que cuando pude salir de la cocina, me uní a ellas pues no sabía de la existencia de estos programas ¿infantiles? y mucho menos del éxito de los mismos.

    Debo confesar que lo que observé me dejó anonadada, a la vez que muy enfadada-escandalizada por lo que estaba viendo: la youtuber, de no más de nueve años, tenía el reto de pasar 24 horas dentro de la piscina de su casa, y ella iba contando su experiencia, aderezada con una serie de chorradas sin ningún sentido (y por supuesto, sin ningún elemento pedagógico o didáctico), para llenar todos esas interminables horas de grabación… Decir que quien estaba detrás de la cámara era la madre de la niña, lo que aún me indignó más.

    Así que, después de explicarles a esas niñas que estaban en mi casa y, por lo tanto, eran responsabilidad mía en esos momentos, lo que opinaba de lo que estaban viendo, cambiamos de canal a otro cuyo contenido fuera más adecuado para ellas. Más tarde, ya sin menores cerca, decidí buscar más niños y niñas youtuber y me encontré con una amplia oferta de chicos y chicas de diferentes edades, algunos de muy corta edad, que se ponen delante de una cámara para hablar de sus juguetes (con estanterías repletas de ellos); o de los videojuegos de moda; hacer comparaciones entre, por ejemplo, accesorios para la escuela, unos más “cool” y otros “normales”, que son desestimados; o enfrentándose a retos estúpidos, como pasar 24 horas dentro de una caja de cartón, o dentro de una piscina, o vaya usted a saber qué otra tontería, con el beneplácito de sus padres y madres, que en algunos casos también aparecen en esas grabaciones “ayudando” a sus retoños a hacer el bobo, o detrás de la cámara dirigiendo la vida pública, estúpida y televisada de sus hijas e hijos.

    Se me encendieron todas las alarmas al ver esta realidad que desconocía, pues, por un lado pensé en todos esos niños y niñas que acceden a estos programas (algunos de ellos tienen millones de visitas) y que no tienen una súper casa con piscina, ni tienen una habitación tabicada con mil y un juguetes, ni pueden soñar con tener todos los videojuegos de moda, ni la posibilidad de llevar al colegio más que esos materiales sencillos que sus familias pueden comprar. Por otro lado, no puedo entender a esos adultos que contribuyen y alientan a sus hijas e hijos a hacer estas puestas en escena, exponiéndoles y/o exhibiéndoles en público y rozando lo inmoral y lo ilegal en cuanto al trabajo infantil que suponen estas actividades, que en la mayoría de los casos tienen carácter lucrativo…

    Lo cierto es que, aunque en nuestro país existe una legislación clara respecto al trabajo infantil, ya que los menores de dieciséis años deberían tener un permiso expedido por la autoridad para poder actuar en espectáculos públicos, esto en la práctica no se aplica, por lo que podemos ver niños y niñas en la televisión, y ahora en Internet, sin ningún tipo de control, obviando así también aquello “del derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen” que la Ley de Protección del Menor contempla en su artículo 4.

    No sé qué nos está pasando, pero me parece que hay algunas cosas que los adultos hemos llegado a normalizar y que de normales tienen poco, ¿no les parece?

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