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Por María José Navarro
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Deberes escolares: ¿refuerzo o castigo?

    Las cinco de la tarde. Algunas niñas y algunos niños acabada su jornada escolar vuelven a casa, otras personas acuden a diferentes actividades extraescolares: patinaje, fútbol, baloncesto, gimnasia, música, inglés, francés, chino, clases de apoyo, teatro y un largo etcétera de opciones que las familias valoran como fórmula para que sus hijos e hijas se relacionen, estén en forma o aprendan cosas nuevas…

    Sin embargo, una gran parte de estos niños y niñas, tienen en común algo: los deberes escolares que deberán hacer para entregar al día siguiente y que acabarán de agotar las fuerzas físicas e intelectuales que les queden, después de su larga jornada de actividad. Y no solo les acabará de agotar a ellas y ellos, sino que también se verán implicadas las familias, que viven intensamente este tema y para las que los deberes se convierten en una preocupación y en fuente de estrés y de conflictos diarios, que ven cómo sus fines de semana, e incluso, los periodos vacacionales, giran en torno a esto, condicionando y, en demasiadas ocasiones, arruinando la convivencia y el ocio familiar.

    El otro día lo pude comprobar directamente cuando, de visita en casa de un familiar, surgió el tema de los deberes y me enseñaron los trabajos que se exigen en un colegio (concertado en este caso, aunque no hay demasiada diferencia en cuanto a las tareas de casa entre los centros públicos o privados) al alumnado de 9 años (tercero de Primaria)… Mi asombro fue, que el nivel del trabajo era comparable al de uno exigido en  tercero o cuarto, pero de Secundaria, o de Bachillerato… Sin embargo el trabajo estaba hecho, presentado y calificado con un 9’5… Un 9’5 que, efectivamente, no era para la persona escolarizada, sino para su familia, que había puesto todo su empeño en que había que cumplir con el deber mandado, aunque eso hubiera supuesto un alto índice de estrés durante varios días para todas ellas y un nivel de aborrecimiento supremo para la escolar que no entiende por qué su jornada se ve ampliada hasta altas horas de la noche, en vez de poder ir a jugar con sus amigas, leer un cuento divertido y acostarse a una hora adecuada.

    Y es que los deberes escolares no son más que el ejemplo perfecto de que algo no se está haciendo bien en el sistema educativo, que sigue obligando a repetir hasta la saciedad para memorizar algo que se debería haber aprendido con metodologías dinámicas y comprensivas, castigando así a escolares y familias cada día para hacer unas tareas que deberían haber quedado claras en el aula, y haciendo que las desigualdades sean más evidentes entre los chicos y chicas que tienen unas familias con recursos académicos o económicos, para ayudarles o para buscar a alguien que pueda reforzar lo trabajado en clase, y las chicas y chicos cuyas familias tienen graves dificultades para poderles atender como merecen, y que volverán al día siguiente con las tareas sin hacer y la lección sin aprender, lo que supone un fracaso no para los escolares y sus familias, sino un fracaso para el sistema educativo, que no ha evolucionado lo suficiente para dar respuesta equitativa a todas las diversidades sociales y culturales que existen en los centros educativos.

    Los deberes no ayudan a mejorar los resultados, sino que son un elemento de presión que hace que el alumnado se desmotive, y en algunos casos puede llegar a producir depresión y ansiedad.

    Hay otras fórmulas para trabajar en casa, que resultan mucho más gratificantes y con mejores resultados, como podría ser investigar sobre ciertos temas, hacer actividades de carácter lúdico como juegos de mesa o elaborar una receta, que consolidan las relaciones familiares y acercan a las familias a los centros escolares, en vez de producir rechazo y malestar.

    Así que yo me quedo con el Artículo 66 de la Ley de Infancia y Adolescencia que dice lo siguiente: "Las administraciones públicas deben promocionar servicios y equipamientos lúdicos dirigidos a la población infantil y adolescente. Deben fomentar la actividad física y deportiva, tanto en el ámbito escolar como comunitario, dirigida y programada por técnicos deportivos cualificados que promueva y complemente la educación integral, los hábitos saludables y los valores democráticos. Las obligaciones educativas o de cualquier otra índole deben establecerse respetando este derecho".

    Respetemos el derecho de nuestros niños y niñas a jugar, a divertirse y a ser felices.

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