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Por José Vilaseca
Perdone que no me levante - RSS

Tu verdad, mi verdad… la verdad

    La verdad no le interesa a nadie. En absoluto. Esta conclusión, que puede escandalizar a más de uno, no es sino el reflejo de una sociedad a la que, por lo general, la verdad le chupa un pie, y solo espera que le regalen el oído.

    Últimamente, cuando escucho frases que empiezan con “si te digo la verdad”... o preguntas que repiten el formato “¿quieres saber la verdad?”, hago como Gandalf (el Gris), y exclamo aquello de “¡corred, insensatos!”  Porque, sinceramente, la gente no quiere saber la verdad. La gente aplaudirá al corrupto a la salida de los juzgados, por mucho que demuestres su culpabilidad; la gente preferirá aceptar una foto trucada, defenderá al presunto culpable frente al inocente evidente, si esto le hace feliz. Es la victoria del déjame vivir en la ignorancia.

    Hoy, después de media legislatura del Gobierno del Partido Popular, nos indignamos por las mentiras de Rajoy, por sus incumplimientos de programa electoral... que, entre ustedes y yo, no es más que un reconocimiento de que vivíamos mejor engañados como borregos frente al matadero por el ejecutivo anterior, capaz de ocultar tres puntos y medios más de déficit (¿y nadie ha acabado en prisión por ello?). Crucificaremos a un señor, que seguramente vivía más tranquilo siendo registrador de la propiedad, porque nos ha dicho “es verdad que les mentí” y dejaremos correr las mentiras de otro señor porque, al fin y al cabo, con él nos “regalaron” 400 euros en una declaración de Renta, y todo quisque en la Administración mantenía sus catorce pagas reglamentarias (aunque esto supusiera seguir endeudándonos hasta el infinito).

    O, yendo a un tema más mundano, peor aún, ocurre cuando alguien te pide “tu sincera opinión”. La has cagado, chaval. En ese punto uno, que es perro viejo, se pone la tirita antes de sufrir la herida y pregunta: “¿quieres mi sincera opinión... o quieres que te diga lo que quieres oír?” Muchas veces, ante esta respuesta a la gallega, hay personas que se molestan, pero siempre menos que si le das realmente tu sincera opinón.

    Después de tantos años de opinión, de foros, de “blogs”, donde trataba de contar mi verdad (que no es LA verdad... pero es una versión de la realidad como cualquier otra), he llegado a la conclusión de que la verdad es borde y amarga... por mucho que digan que sus frutos son dulces. Después de ver a reputados periodistas crucificados por sus compañeros de profesión, a políticos honrados enterrados en mediocridad por su exceso de sinceridad, ni siquiera mi ejemplo destaca por encima de muchos otros. Porque quien se atreve a ir con la verdad por delante, más que un héroe limpio y virtuoso, se convierte a ojos del prójimo en un brofe al que hay que ignorar, no sea que diga algo que nos haga despertar de nuestro sueño, tomarnos la pastilla azul y salir del puñetero “Matrix”.

    No sé si esto será una rendición, pero me he cansado de observar la falsedad a mi alrededor; principalmente porque compruebo cómo determinadas personas hacen de su doblez, virtud, y cambian de opinión, credo y camisa cada dos por tres. Y no se les tacha de falsos o se señala su bajeza moral sino que son, simplemente, “guays”.

    Yo no soy tan “guay”, pero después de mucho tiempo, he conseguido producir menos bilis y aprender a mirar hacia otro lado. El problema no es que no sea quién para dar lecciones morales, sino que, aunque lo fuese, no encontraría público para escucharlas. Porque, en definitiva, a nadie le importa la verdad.


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    comentarios 3 comentarios
    RRoselló
    RRoselló
    22/11/2013 02:11
    Bienvenido Pérez

    Con respecto al título de tu columna, hubiera estado bien que en vez de parafrasear el epitafio que se atribuye a la tumba de Groucho (al parecer es una leyenda urbana, pues como sabrás en su tumba no hay escrito nada de eso), te hubieras atrevido a añadir un simple "se" ("Perdone que no se me levante"), lo que sí hubiera resultado plenamente "marxiano" (que no "marciano"). Bienvenido al rincón dels lletraferits del puntocom. (Perdón, rectifico puesto que tu ya eres escritor). Aún así, bienvenido.

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