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Por Casimiro López Llorente, Obispo de Segorbe-Castellón
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Preparar la Navidad

    Navidad está a las puertas. Es un hecho que esta fiesta va perdiendo su genuino sentido cristiano en una sociedad marcada por el bienestar material, el consumo y la indiferencia religiosa. Todo parece invitar a las compras, a las comidas, a la diversión, y las vacaciones. Se olvida la razón de fundamental de la fiesta y de la alegría navideña.

    En Navidad -no lo olvidemos- celebramos el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías y Salvador, en nuestra carne hace más de dos mil años. Dios mismo entra en nuestra historia, se hace uno de los nuestros y viene a nuestro encuentro, porque nos ama a cada uno sin medida y quiere darnos su amor y su vida, que sana, salva y da esperanza.

    Este tercer domingo de Adviento nos exhorta a la alegría con palabras del apóstol san Pablo: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos” (Flp 4, 4). El motivo para alegrase es que “el Señor está cerca” (Flp 4, 5). La ‘cercanía’ de Dios no es una cuestión de espacio y de tiempo, sino más bien una cuestión de amor: por amor se acerca Dios al hombre.

    El Adviento nos invita a prepararnos para la celebración de la venida del Señor. Este tiempo nos llama a volver nuestra mirada a Dios, que viene a nosotros, para que nos dejemos amar por Él. Es un tiempo que nos exhorta a una lectura y escucha más frecuente de la Palabra de Dios, a una oración más intensa, a una celebración asidua de los sacramentos y a una caridad más fuerte con los pobres y necesitados. Es la mejor forma de preparar la Navidad. De una preparación así depende también podamos celebrar con gozo este acontecimiento fundamental para cada uno de nosotros, para toda la humanidad y para la historia entera: Dios viene a nosotros en su Hijo en Belén, y nos ofrece su amor, su vida y su salvación.

    Un modo muy concreto de preparar y celebrar la Navidad es poner en nuestras casas el belén. No deberíamos ponerlo como un objeto decorativo más. Deberíamos montarlo en familia con nuestros niños. Al hacerlo así, los mayores podemos recordar personalmente y explicar a los más pequeños el significado y la razón del belén y de cada una de sus figuras: del Niño, de la Virgen María, de san José, del pesebre y los animales, del ángel, de los pastores y de los Reyes Magos. Es un modo que tienen los padres y los abuelos de hacer el Primer Anuncio a los niños: es decir, que Dios nos ama a cada uno en este Niño, que nace en Belén. La familia cristiana es una iglesia doméstica, donde padres e hijos anuncian, oran, viven y celebran juntos la fe. Esta fe en la venida de Hijo de Dios podemos mostrarla a otros colgando en los balcones o ventanas de nuestras casas un símbolo cristiano de la Navidad.

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