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Por Casimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón
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Pascua del Enfermo

    Este sexto Domingo de Pascua, la Iglesia en España celebra la Pascua del Enfermo. Así concluye la Campaña que comenzó el 11 de febrero, festividad de Ntra. Sra. de Lourdes, Jornada Mundial del Enfermo. Este domingo nuestra Iglesia se acerca a los enfermos, a sus familias y a los profesionales sanitarios mostrándoles el rostro de Cristo Resucitado que acompaña y cuida a los enfermos. Es un día en el que la Iglesia diocesana en sus comunidades parroquiales ora con y por los enfermos, se acerca a ellos y les administra el sacramento de la Unción. No hace muchos años, en este día se llevaba en procesión la Comunión a los enfermos en sus casas; una hermosa costumbre en la que la comunidad parroquial mostraba su cercanía a los enfermos e impedidos de salir de casa haciéndoles partícipes de la celebración de la Pascua del Señor.

    La muerte y resurrección de Cristo nos muestran el amor infinito de Dios por cada ser humano. Un amor que nunca nos abandona. Nada ni nadie nos separarán del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, muerto y resucitado para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Este amor de Dios ilumina toda nuestra existencia, también en el dolor, en la enfermedad y ante la muerte. Este amor es la fuente de la alegría cristiana que en la Pascua del enfermo queremos mostrar y llevar a los enfermos y a sus familias. Sólo en Cristo resucitado encuentra reposo nuestro corazón turbado. Cristo es la verdadera paz que sólo Él puede ofrecer. Él es la esperanza, que no defrauda.

    Los enfermos no pueden ser indiferentes a ningún cristiano ni comunidad cristiana: no podemos olvidarlos o marginarlos. Jesús siempre se acercaba y atendía a los enfermos, especialmente a los que habían quedado abandonados y arrinconados por la sociedad. La cercanía y compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase son un signo maravilloso de que Dios ha visitado a su pueblo y del amor de Dios hacia cada uno de ellos. Jesús se identifica con ellos: “estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25, 36).

    Acompañar, visitar y llevar la alegria y la paz pascual a nuestros hermanos, que pasan por el valle del dolor, de la enfermedad, de la soledad o de la muerte, es una de las obras de misericordia más hermosas de toda comunidad parroquial. La Pascua del Enfermo nos ofrece una gran oportunidad para mostrarlo.

    La fe en Cristo Jesús, muerto y resucitado, da paz, aliento y esperanza en la enfermedad al enfermo y a la familia.  Miremos a la Virgen, Salud de los enfermos. Ella es garante de la ternura del amor de Dios y modelo de abandono a su voluntad.

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