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Por Casimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón
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Jornada Mundial de Juventud en Lisboa

    Miles de jóvenes de todo el mundo están de camino para participar en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, del 1 al 6 de este mes de agosto. Nuestra Iglesia diocesana estará presente con varios cientos de jóvenes.  

    Los jóvenes de las JMJ no son ajenos a lo que viven el resto de los jóvenes; comparten sus esperanzas y sufrimientos, sus decepciones y anhelos más vivos y justos. En las JMJ se respira un aire fresco y una esperanza que nada ni nadie puede arrebatar ni empañar. A veces, cuando se mira a los jóvenes de hoy, hay una tendencia al pesimismo: son, en verdad, los que más padecen la actual crisis económica, moral y espiritual. Pero no es todo desaliento en la juventud, ni mera resignación o protesta, ni menos aún nihilismo o vacío existencial. Más allá de las apariencias, esos miles y miles de jóvenes, que se reunirán con el papa Francisco en Lisboa, nos trasmiten el mensaje claro de una juventud que expresa un deseo profundo y una búsqueda sincera de los valores auténticos que tienen su plenitud en Cristo.

    Las Jornadas son una experiencia inolvidable. El encuentro gozoso con el Señor Jesús, el ambiente de oración personal y comunitaria, la celebración gozosa de la fe y del sacramento del perdón, la confraternización alegre y la experiencia de pertenecer a la Iglesia del Señor son elementos fundamentales de estos días. Y esta experiencia marca el futuro de la vida cristiana de muchos jóvenes.

    La JMJ de Lisboa gira en torno a la frase del Evangelio: “María se levantó y partió sin demora” (Lc 1,39). Es el comportamiento de la Virgen María ante las palabras del ángel Gabriel, quien, al final de la anunciación, le comunica que su prima Isabel en su vejez ha concebido un hijo. María vio en las palabras del ángel una llamada de Dios a levantarse, a ponerse en camino e ir a ayudar a Isabel. María hubiera podido quedarse en casa. Pero no; ella confió plenamente en Dios. Estaba segura que los planes de Dios son el mejor proyecto de vida. Llevando en su seno al Hijo de Dios, se puso en camino. Hacer la experiencia de la presencia de Cristo en la propia vida es la mayor alegría espiritual. Y esta experiencia impulsa a llevar esta noticia a otros.   

    María se dejó interpelar por la necesidad de su prima anciana. Este comportamiento interpela a los jóvenes. Ante una necesidad concreta, hay que actuar. Muchas personas están esperando que alguien les ayude. Junto a su ayuda, el mayor regalo de María a su parienta anciana fue llevarle a Jesús. Nada podría haber llenado la casa de Zacarías de una alegría tan grande como la presencia de Jesús en el seno de la Virgen.

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