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Por Jesús Montesinos
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Un tren es más que un negocio

    Con buen criterio los presidentes de la Cámara de Comercio de Barcelona, Miguel Valls, y el de Valencia, José Vicente Morata, apuestan por la implicación privada en el corredor ferroviario mediterráneo, a la vista de la ceguera de las sucesivas administraciones públicas españolas y europeas por asumir la inversión. La seguridad de que la explotación del corredor para pasajeros y mercancías tiene un retorno económico del 11 por ciento acaba `por avalar la iniciativa privada. Pero el negocio de un corredor de este tipo va mucho más allá que los beneficios que reporte para los fondos financieros que asuman el riesgo.

    El corredor ferroviario está ahora atascado en los tramos Montpelier-Perpiñán, Tarragona-Castellón y Algeciras-Almería. Y por ellos claman las ciudades orilladas para no quedarse en el furgón de cola. E insisten las grandes empresas constructoras porque pierden la oportunidad de incrementar su facturación con una obra de grandes dimensiones. De ahí la cumbre del Institut Ignaci Villalonga en Valencia hace unos tres meses y la de las cámaras en Barcelona. Hace falta el corredor ferroviario mediterráneo aunque haya que financiarlo a pulmón. Así se hizo la autopista AP-7 hace cuarenta años y resultó un gran negocio para el Banco Central que asumió la financiación y la construcción a través de su división de obra civil. Un gran negocio.

    Pero resulta que el tren además de un negocio para las constructoras y las financieras resulta que lo es hasta para la tienda de chuches de la estación. Y ese es el extremo que no acaba de contemplarse en la Comunidad Valenciana, pendiente de responsabilizar a Zapatero del retraso o de apuntarse a la megalomanía del AVE. El corredor ferroviario mediterráneo lleva el AVE, pero lleva mercancías a precio y velocidad competitivas y, sobre todo, permite incrementar las cercanías en Alicante, Valencia, Castellón y Murcia, el gran déficit de las infraestructuras ferroviarias valencianas. Obsesionados con el AVE a Madrid desde Lerma a Camps todos han ido olvidando que es más urgente el trazado de Valencia con la via europea de Tarragona. Pero no es solo una cuestión política. Lo olvida hasta la sociedad civil que anda reclamando el corredor ferroviario con tan escaso empuje como si reclamara el derecho a un regalito el dia de los Reyes Magos. ¡Por fa: queremos el AVE!

    Tal vez por eso, exceptuando un apunte de movilización que en 2007 corrió a cargo del alcalde de Castellón, Alberto Fabra (PP), la cosa no pasa por aquí de dos titulares mal puestos. Como mucho el conseller actual del ramo, Mario Flores, se presentó el otro día por sorpresa en la cumbre de las cámaras de Barcelona y Valencia, sin valorar que es la de Miguel Valls la que encabeza una movilización entre todos los sectores empresariales del Arco Mediterráneo, costeando el Observatorio de Infraestructuras del Corredor Mediterráneo para liderar la reivindicación junto con el Institut Ignaci Villalonga, costeado por la Generalitat de Catalunya. Aquí vamos a rebufo porque solo vemos ese 11 por ciento de retorno en la operación que podrían hacer las grandes constructoras. Por eso nadie pone un euro para valorar que el tren es un negocio que interesa a las grandes empresas y al bar de la estación de Gandía.

     

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