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Por Jesús Montesinos
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En busca de la centralidad perdida

    La inestabilidad refuerza el ansia del ciudadano por encontrar la centralidad. Cuando está en juego hasta la subsistencia el ser humano huye de las posiciones radicales y se refugia en un lugar equidistante. Por eso los movimientos de masas en el norte de Africa son moderados y libran una de sus batallas contra los radicalismos religiosos al uso. Pero esa búsqueda de la centralidad domina también la escena política española, como demuestran unas encuestas que no saben a qué carta política quedarse. Zapatero y Rajoy buscan la centralidad perdida, pero el ciudadano no los identifica en ese espacio.

    El presidente del Gobierno cometió un tremendo error en 2008, al negar la realidad económica para que no le afectara electoralmente. Pero todo aquel discurso banal (“por el pleno empleo/Motivos para creer”) cuando empezaban a caerse las estructuras económicas ha generado sucesivas oleadas de desconfianza hacia la capacidad de Zapatero como líder ante las adversidades. Ibamos a superar a Francia en renta per cápita y ahora caemos en picado en los rankings internacionales.

    Cuando en mayo de 2010 Zapatero se dio cuenta que no podía mantenerse en un extremo radical y ambiguo mientras el imperio se desmoronaba, inició un veloz recorrido hacia la centralidad , obligado también por sus acreedores en forma de mercados, Unión Europea y la conciller Merkel en concreto. De ahí viene ese discurso en el que está dispuesto e inmolarse con tal de sacar esto adelante. Y de ahí se derivan una serie de confusas medidas estructurales que no consiguen recuperar la confianza de la clase media española que sufre con la inestabilidad.
    Pese a lo que soñaba Max Weber, los políticos no son seres juiciosos, capaces de entender situaciones complejas y de asumir responsabilidades ante la realidad histórica. Más bien actúan en función de su experiencia política para intentar influir en la opinión pública y ganar unas elecciones. Por eso las encuestas demuestran que Mariano Rajoy tampoco ocupa esa centralidad deseada. No arrastra el engaño de Zapatero, pero ha evitado posicionarse ante el gran compromiso que exige la inestabilidad y el ciudadano no lo reconoce en la centralidad de referencia. Se empujan unos a otros hacia los extremos pero nadie genera seguridad.

    Zapatero tiene discursos que aparentan una cosa mientras en el BOE pone otras. No sabe cómo hilvanar los cambios que le pide la situación porque no se los cree. Le pasó lo mismo a Montilla cuando declaró al PSC la centralidad de Catalunya. El tripartito le desmontaba la tesis todos los días. Y peor la desazón de Alarte. Las encuestas le dan una regresión en el voto en la Comunidad Valenciana como nunca lo ha sufrido el PSPV/PSOE. ¿Qué aporta Alarte? Está posicionado en una esquina del ring. Y aún peor: pese a los datos demoscópicos los socialistas valencianos reaccionan con una estrategia plana, vinculada a la multa de 41.000 € a Camps. Toda la centralidad política la ocupa el PP desde hace veinte años a base de dulcificar los oídos de sus electores y poniendo al PSOE de Zapatero como el Leviatán. Referencia política que encanta a los socialistas.

    La centralidad política en España está perdida porque no existe la fórmula mágica ( un líder carismático o una alucinación colectiva). Ante esta carencia política todo lo que hay son movimientos verbales para salir de la esquina que cada uno ocupa en el ring. Pero el ciudadano sigue inseguro y desconfiado porque percibe la levedad de estos movimientos. Por eso pese a las encuestas no hay sociólogo que sea capaz de aventurar si habrá sorpasso o Zapatero seguirá siendo el mal menor, con el visto bueno de los esquinados nacionalistas. Como nadie es capaz de saber el efecto de la imputación de un Camps pleno de centralidad frente a un Alarte sin relato.

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