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Por Jesús Montesinos
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Ayuntamientos como Google

    Mirando el Palacio de Correos de Madrid, frente a La Cibeles, reconvertido en Ayuntamiento, surge la gran duda sobre cómo se gastan el dinero las administraciones. Y mira por donde me parece magnífico que Ruiz Gallardón haya decidido hacer una inversión millonaria en este edificio para sede oficial del ayuntamiento de la capital del Reino. Donde empezaríamos a discutir es lo que gastan por hacer lo que hacen dentro. ¿Es necesario tanto dispendio para ofrecer un servicio público?

    Las administraciones tienen que invertir. Lo que no pueden hacer es gastar en lo que no deben. Y ese ha sido el pecado de los últimos años democráticos. Si aplicáramos una gestión eficaz, ¿cuántos funcionarios de más tiene el ayuntamiento de Madrid? ¿Cuántos tiene de sobra una Diputación provincial en cualquier lugar de España? ¿Para qué sirve el presupuesto de estas diputaciones? ¿Para hacer los frontones, piscinas y acequias que no hacen otras instituciones? El debate sobre las autonomías es tan absurdo como el del edificio de Correos. El problema no es recuperar y hacer el edificio de Correos o reconocer el Estado Federal si hace falta. El problema son los gastos absurdos que tienen ese edificio, las autonomías o el gobierno.

    Eficacia y productividad son dos extremos que están ahora en la boca de cualquier empresario cuando plantea cómo salir adelante. Pero esos conceptos no existen en la administración. Al contrario. El recurso político comparece cada vez que hay que justificar un gasto absurdo. El aval de servicio público que presenta una administración para justificar su endeudamiento o el descontrol de su gasto no sería capaz admitido en una empresa. Por eso hay ayuntamientos (Castellón o el propio Madrid) donde han tenido que acudir a buscar con lupa financiación porque en la subasta de la deuda los bancos y cajas habituales piden mejores condiciones. Simplemente no se fían de que cumplan los pagos en los plazos previstos.

    El gobierno de Zapatero anuncia unos recortes del gasto y unos cambios estructurales que son necesarios para que esto siga funcionando y, sobre todo, para que los acreedores les fíen otro mes más. Dejando aparte que todo son promesas que nunca acaban de ver el BOE, al menos las anuncian.

    Pero las autonomías, diputaciones y ayuntamientos de toda España no hacen ni de boquilla apunte de que vayan a mejorar eficacia y productividad en sus recursos. Recortan inversiones, que es de donde no deberían recortar, y mantienen el gasto improductivo en los mismos alardes que los lustros anteriores. ¿Por qué una empresa tiene que hacer un ERE si cae en ventas y beneficios y un ayuntamiento tiene personal y políticos de sobra aunque esté endeudado? Y peor si los despiden. Las fusiones de las cajas para hacer viable el negocio van a costar a nuestros bolsillos millones por cada empleado prejubilado. Menuda reforma del sistema financiero.

    Ahora nos encelaremos durante unos meses en un absurdo debate sobre las autonomías, las competencias, etc., cuando la cuestión es el gasto excesivo que para cualquier gestión necesita cualquier administración españolas, bien por exceso de personal o por desorganización productiva. Por decirlo fácil: ¿Por qué no aplicar el modelo empresarial de Google a los ayuntamientos?

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