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Por Paco Ventura
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Tan simple como querer entenderlo

    Hace pocos días me advirtieron que el Sr. Martí Panadero me citaba en uno de los artículos que, a modo de reproche, “dedica” con asiduidad a mi amigo Michel Bataller y ello, al parecer, por esa amistad que reconozco tener con él.

    En primer lugar, para aclararle al Sr. Martí Panadero los motivos de esa relación de amistad que mantengo con Michel Bataller, le diré que la amistad, es algo que se regala y nada tiene que ver, al menos para mí, con las posibles tendencias políticas, culturales, etc., que pueda tener quien la ofrece o quien la recibe.

    Esta amistad viene de “largo”, aunque Michel, como debe conocer el Sr. Martí Panadero, no es natural de Burriana, pero le garantizo, que es un Burrianero de corazón y además, por matrimonio. Michel vino siendo joven a nuestra Ciudad para realizar unos estudios que nos ilusionaron a todos en principio y nos defraudaron después.

    Hecha esta aclaración me pronunciaré indicando que por esa amistad que mantengo con él  desde que recaló en Burriana, me veo en libertad de poder reprocharle esa forma de pronunciarse en su columna, pues, aun siendo libre para opinar lo que estime conveniente, debería ser más prudente al manifestarse. Hasta ahí podemos estar de acuerdo Sr. Martí. Pero la libertad de expresión la defiende la propia Sociedad y más aun los propios Poderes Públicos, por tal motivo, unos con más acierto que otros, todos somos libres de expresarnos como estimemos más conveniente. ¿Que Michel ofende? Es muy posible, pero a mi me ofenden mucho más aquellas personas que, ostentando un cargo público, se valen de él para, incluso, “mofarse” de quien acude a ellos por necesidad.

    En cierta ocasión, amparándose en el cargo que ostentaban los que nos recibieron, trataron de ofenderme utilizando un vocabulario soez que en nada se correspondía con el tema a tratar (eran personas muy cultas) y, a pesar de ello, me limité a escribir un poema que hice público. ¿Porqué no? No obstante, cuando puse el hecho en conocimiento de los superiores de aquella persona, se me “aconsejó” que no hiciese nada en absoluto, por lo que me “tragué” el escrito de “agradecimiento” que redacté para remitirlo a tan “ilustre” “señorita”. Hoy en día, esa “persona”, sigue ocupando el mismo cargo de Directora que tenía en aquella fecha, por cuanto su gestión, según sus superiores, es “excelente”.
        Por supuesto que no me corresponde a mí cuestionar su gestión, pero entiendo que, al menos, me asiste el derecho de reprochar aquello que se hizo mal .     ¿No le parece? En aquel momento, “me aconsejaron” que no lo hiciese, aprovechándose de que era mi padre, con 90 años de edad, el que podía verse privado de algo a lo que todos tenemos derecho. ¡Muy justo, Sr. Martí!

    A Michel, por mi amistad con él, (amistad que tan solo a él o a mi nos corresponde negarla o cuestionarla) puedo reprocharle aquello que yo pueda entender que hace mal, reproche que por verlo desde mi perspectiva,  podría ser totalmente parcial, pero que aun así, pensando que pueda ser parcial, me permite el intentar que Michel pueda cambiar de actitud, circunstancia que, casi con toda seguridad, no podrá conseguir Vd. con sus “réplicas”. ¿Conoce Vd. la obra “El comprador de horas”? Aquel sacerdote compraba las horas de la prostituta por ver si podía “sacarla” de aquel “oficio” que a él le parecía pecaminoso. ¿Pero lo era?  No lo sé. Lo cierto es que el sacerdote no reprochaba en el púlpito el “oficio” de aquella mujer y se limitó a comprar su tiempo para conseguir que “no pecara”. Yo, por mi amistad con Michel, trato de evitar que se pronuncie de forma que a mi no me parece correcta, pero mis reproches hacia Michel, los que de verdad se hacen con rigor, los hago de bis a bis Sr. Martí, no tengo la necesidad ni el derecho de hacerlos públicos en una columna en la que se me permite escribir a cambio de que la gente que lo estime conveniente, me lea. Por otra parte quiero dejar claro que a mi, al igual que le ocurre a Vd., me importa poco conocerle personalmente, o que Michel le haga un ofrecimiento para que puedan conocerse. Ni me parece bien el ofrecimiento, ni tampoco su respuesta, por cuanto estimo que los que nos vemos en la mesa a la hora del almuerzo, al menos en lo que a mi respecta,  ni nos hemos “metido” con Vd., ni nos interesan las “guerras” entre Vd. y Michel Bataller.

    Es Vd. el que me cita en uno de sus artículos, cosa que yo no he hecho con Vd. y por ello, le respondo tratando de ser prudente en mis comentarios.

    Si tanto ama a Dios y tanto conoce y defiende los criterios de nuestro Cardenal Tarancón, también deberá conocer que nunca se manifestaron como lo está haciendo Vd., a pesar de lo mucho que les ofendieron. En mi opinión, pienso que Michel en nada le ha ofendido, a no ser, que sea Vd. alguno de los personajes que él cita en sus artículos.

    Por último, espero tenga en cuenta que las personas que ocupan los poderes públicos se exponen a ser criticadas y, por ello, deben “soportar” esa libertad de expresión tan avalada por la actual sociedad y que tanto se utiliza para disfrazar la mala educación que existe en algunas de esas gentes que nos gobiernan y por supuesto, también en algunos ciudadanos no metidos en política.

    ¡Sr. Martí Panadero! Acabo de escuchar en una cadena de televisión, no autonómica, que van a iniciar un programa sobre las propiedades que Franco y su familia “adquirieron” a costa de los demás y que, al parecer, es ahora cuando son noticia. Yo nací en la posguerra y a mis padres también les robaron mucho. No hablo de propiedades, éstas no me interesan. A mi padre le robaron años de juventud, llevándole al frente con 21 años de edad por cuanto estaba “en quintas” y después, “por perdedor”, a “purgar” sus culpas en Africa durante dos años más y todo ello sin ningún motivo justificable. Nadie le devolvió aquella juventud que le fue robada ¿Y quien tuvo la culpa? ¡Todos! Sr. Martí. Todos los que lo llevaron  tanto a él como a otros muchos, a aquella situación y que da la casualidad que siempre salen de las mismas madrigueras, aunque éstas puedan estar en márgenes opuestos. A pesar de ello, mi padre me enseñó a no guardar ningún tipo de rencor.

    Por lo tanto, no cuestione mi amistad con Michel Bataller, por cuanto es muy posible que, por medio de la misma, pueda conseguir resultados que otros no podrían conseguir jamás. Estimo que la amistad es lo mejor que se me puede ofrecer. 

    Por mi parte, le garantizo que procuraré seguir haciendo amigos, por cuanto estimo que, cuando la amistad es mutua, se resuelven muchos problemas. El odio y el rencor, Sr. Martí, nos llevan a la destrucción. Al menos, así lo entiendo yo.

    ¡Ah!  Y descuide que procuraré que Michel lo entienda también, pero eso sí,  explicándole las cosas a mi manera, no a la suya.

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