No pasa "na", mas bien, "se cuela to"

Pasado el verano, y ya sin miedo a que se escandalicen los que se acercan a nuestro Pueblo para disfrutar compartiendo con los nativos, lo que ofrecemos a “Bombo y Platillo”, iniciaremos una serie de artículos, por ver si “Regidors” y Asociaciones que buscan que nuestro Pueblo mejore, se dan cuenta de lo poco que avanzamos en temas de calidad y empezaremos por algo que podemos documentar muy extensamente y que pusimos, en su día, a disposición de nuestras Autoridades. ¡Si, Si! Autoridades en Plural, pues estas documentaciones fueron entregadas tanto a las Autoridades locales como a las Autonómicas, aunque, al parecer, cayeron al mar y por la claridad de las aguas, ya no pudieron encontrarse.

Comenzaremos por este lugar “paradisíaco” en el que  se respiraba tranquilidad, aunque de cuando en cuando se podían absorber ciertas bocanadas de un perfume muy especial, que emanaban de un túnel cercano a la Escuela del Mar, que supongo era el canon que debían pagar los residentes de la zona, por aquella tranquilidad que les ofrecía el Ayuntamiento.

Épocas de riego en Llombai, de lluvia o de corte del fluido eléctrico, eran propicias para que la zona quedara impregnada de aquel perfume que venía desde la población y que, en abundancia, era ofrecido, con generosidad, a los vecinos situados en la zona de poniente.

Colonia “La Cagalera”, Desodorante “La Pudor” y algún objeto, con Don en su tratamiento, aparecían por aquel lugar para mostrar sus encantos sin ningún tipo de  “pudor”.

Los mandatarios del lugar, ante la exquisitez de los productos que tan desinteresadamente regalaba la naturaleza, quisieron mostrar a la máxima autoridad Comunitaria aquel emblemático lugar, pero aquel día, las “dos colonias y quien con Don se hacía tratar”, asustadas por el gran despliegue policial que se montó para mantener la integridad física de la primera Autoridad Comunitaria, no se atrevieron a salir, viéndose privadas de perfumar el ambiente como ellas acostumbraban. De esta forma, el número uno de la Comunidad, no pudo recibir ninguna bocanada de tan delicados perfumes, aunque es lo cierto que quedó totalmente complacido al haber podido conocer, “in situ”, tan paradisíaco lugar.

Desconozco si dicho mandatario, ha podido “recaer” nuevamente por la zona, aunque supongo que, habiendo conocido aguas tan saludables y con propiedades curativas tan elevadas, decidiría, en más de una ocasión, tomar allí saludables baños que le permitieran mantener la textura de su piel, tal y como lo hacen actualmente los jóvenes que disfrutan de los cursos de vela que se imparten en la Escuela del Mar cuando, por descuido o accidente, caen al agua.

Pasó el tiempo  y, las autoridades locales, queriendo agradecer, aun más si cabe, el beneficio que supone tener una Escuela del Mar en lugar tan estratégico, decidieron remodelar las salidas de “Cagalera” y “La Pudor” albergándolas en un gran “Monasterio” cavado sobre el asfalto, para que así no tuviesen necesidad de salir desnudas al mar, pues ambas, y esto es cierto, tienen un “pudor” más elevado de lo normal.

No obstante, a pesar de las muchas comodidades que actualmente se ofrecen a “Cagalera” y “La Pudor” para que no abandonen el “Monasterio” que tan dignamente les ha sido construido, es inevitable que, en ocasiones, se escape alguna de ellas, lo que les produce un cambio importante de color, que no es mas, que esa especie de rubor que se produce al verse totalmente desnudas frente a todos los que allí acuden para poder observarlas de cerca. ¡Ojo! También el agua se ruboriza y cambia de color al recibir, en paños menores, a  especies tan variopintas.

Después de todo, como en nuestro Pueblo ya no hay sitio para tantos, deberemos admitir que, en ocasiones, ante el poco “pudor” de algunos, nos ruboricemos y no nos quede más remedio que esperar a que una nueva “Pedrera” (Como la de Villavieja) nos de materia suficiente para construir el “Monasterio de “Cagalera” y “La Pudor” en lugar más alejado, permitiéndoles, en su retiro, mantener ese “pudor” que tan dignamente heredaron de sus mayores.

Y mientras esperamos, y, con el simple ánimo de mantener vivo ese espíritu de gratitud que todo ciudadano debe tener por aquellos que trabajan para los demás, me permito, a modo de “agradecimiento”, dedicarles los siguientes comentarios: