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Por Cristina Querol
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A tus pies, sultán

    “Como parte del pueblo español, estimo vergüenza que el Gobierno no haya sólo hecho una mala colonización sino una peor descolonización, entregándoos en manos de gobiernos reaccionarios como los de Marruecos y Mauritania. (...) Nuestro partido estará con vosotros hasta la victoria final.” Estas eran las palabras que pronunciaba en Tinduf Felipe Gonzalez. Corría el año 1976 y el Partido Socialista se comprometía de esta forma con el Frente Polisario, que abogaba por la independencia del Sáhara Occidental.

    Sin embargo, pocos años después, González ganaría las elecciones. Y como siempre se pierde algo en las mudanzas, en su traslado a la Moncloa él perdería su compromiso con el pueblo saharaui, dejando atrás las promesas y lanzándose a los brazos de Marruecos. Llegó a expulsar del país a los dirigentes saharauis a los que pocos años antes había garantizado su apoyo “hasta la victoria final”. Ilusos de ellos, los saharauis no supieron leer entre líneas, ya que González se refería a su victoria en las elecciones y no a la del pueblo saharaui.

    Y es que, como ya he dicho más veces, y en palabras de Roberto Mesa “una política exterior no la formula quien quiere sino quien puede”. De ahí la diferencia entre estados sujeto activos de política exterior y estados objeto de relaciones internacionales. El Partido Socialista no quiere porque no puede o no puede porque no quiere, no lo sé. El caso es que seguimos ante un Marruecos que aprovecha cualquier debilidad del estado español para dar un paso más en su política anexionista y en su ambición imperialista. Y es que la política saharaui es el trasfondo, el telón sobre el que hay que entender todas las relaciones entre España y su vecino el Sur, el asunto que marca la agenda bilateral entre España y Marruecos. Desde la política migratoria a la crisis de Perejil o los acuerdos pesqueros, todo tiene una lectura “saharaui”. No escapan a esta lógica los casos de Ceuta y Melilla y la crisis actual.

    Partiendo de la base de que estas dos ciudades son españolas desde siglos antes de que Marruecos fuera una nación, teniendo en cuenta la voluntad de sus habitantes de pertenecer al reino de España y amparados en el derecho comunitario que otorga el estatus de “indivisible” al territorio europeo, la actuación alauita de estos días es, llanamente, una ilegalidad absoluta y una ofensa al derecho, a la historia y a la voluntad popular, a parte de una agresión a un país vecino y una provocación al estado de derecho. No hay necesidad de entrar en fútiles debates patrióticos ni de alzar las banderas al grito de “España: una, grande y libre”. Sólo hay que recordar la historia (porque la memoria histórica no empieza en el 39) y atender al derecho internacional y a la voluntad de los ciudadanos españoles de Ceuta y Melilla.

    Es más, sólo hay que ver la agresión que ambas ciudades están sufriendo por parte de quien aboga por hacerlas suyas: esa es la táctica de Marruecos, lo ha sido con el Sáhara y lo es ahora con las ciudades autónomas: castigar bloqueando el acceso de alimentos a las dos ciudades. Y ahí es donde un estado como el español, europeo, democrático y que se llena la boca con la defensa de los Derecho Humanos debería reaccionar de forma contundente y clara para garantizar la protección a sus ciudadanos. Y ahí es donde, una vez más, el gobierno de Zapatero opta por dejar pasar los días esperando que el tema se resuelva sólo y rezando para que no escale.

    Las relaciones de España con Marruecos siempre son tensas, un colchón de intereses y la pertenecía de España a la UE han conseguido que el conflicto no escale, pero la provocación marroquí surge cuando el país vecino vislumbra el más mínimo atisbo de debilidad. Las declaraciones de Zapatero de diseñar junto con Mohamed VI el futuro de Ceuta y Melilla, la tibieza en su reacción ante el bloqueo y cada día que pasa dejando a ambas ciudades al antojo de un gobierno autoritario y despótico recuerdan demasiado a cuando hace 30 años Franco, en su lecho de muerte, dejó abierta la herida saharaui, que hoy todavía sufre las consecuencias de la mala gestión franquista en la zona.

    La diferencia es que han pasado 30 años y deberíamos haber aprendido algo. Pero por suerte, a las dictaduras les rinde cuentas la historia y a las democracias, las urnas.

     

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    comentarios 9 comentarios
    miguel bataller
    miguel bataller
    23/08/2010 11:08
    a RR

    Roberto, quien escribe y critica, esta sujeto a que le respondan y ser criticado, por cualquier otra persona que tenga criterios que aportar. Evidentemente no aceptas ni soportas la critica, y por una deducción muy simple , evitaré en el futuro herir tu susceptibilidad. Pero recuerda..."no juzqueis, y no sereis juzgados, no condeneis y no sereis condenados". Yo juzgo y crítico argumentando, y soporto todo tipo de juicios y criticas argumentadas. Excepto contigo a partir de ahora. Un saludo

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