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Por Vicent Albaro
Camins de l´Alcora - RSS

Nos vamos al pueblo

    Esta hermosa declaración de intenciones la he escuchado durante muchos años, apenas llegaba el verano. Porque entre nosotros, el verano no llega con el calendario juliano, ni meteorológico, ni por san Juan, ¡no que va!, entre nosotros el verano aparece cuando se cierra la escuela, los niños andan sin ocupación y son un problema a resolver.

    Hace algún tiempo el veraneo se disfrutaba en los pueblos. Los emigrados volvían de las grandes ciudades al solar de sus viejos, donde se daban largos paseos por la carretera, generalmente escoltada por una densa alameda de reconfortantes sombras, se iban a bañar al río, la partida de cartas era un ritual, la siesta reparadora, merendolas, las verbenas de fiestas y mientras tanto, liquidando el frito, los chorizos y los jamones de la abuela.
    Mira por donde, que todo esto casi desaparece con el bum inmobiliario, cuando el veraneo se trasladó del pueblo a la playa a su colonia de bungalovs, su apartamentito en cuarta fila y cara a poniente bien lejos del mar; el camping con tela antimosquitos; o el viaje de los sueños a Cancún que nunca es como te lo pintan. También se estiló y estila, irse al extranjero, y mira que eso mola: Paris, Londres, Venecia, Florencia, Praga, hasta los fiordos noruegos y el glaciar Perito Moreno. Pero lo mejor no es disfrutar de todo eso, sino contarlo luego a la peña, enseñar fotos, vídeos, peripecias y etc...sin el más mínimo decoro ni compasión con el receptor, que va poniendo cara avinagrada, precisamente porque o le importa un carajo, o no ha podido ser de los elegidos del disfrute veraniego y le cabrea se lo refrieguen por los morros. Y es que hay muy poca sensibilidad, la verdad sea dicha.

    En nuestro pueblo la afición por saltar a la costa fue tempranera. Y en un tris tras, ¡cha tu!, del maset con terraza emparrada y bañador meyba del mercado, al apartamento de Benicasim junto a la playa con Lacoste de moda entonces, hoy será Prada o Gucci, eso si, alternando con la finura capitalina. Los pioneros fueron los pudientes del entonces boyante azulejo, fabricantes, gerentes y demás directivos. Después cuando Benicasim se puso imposible, llegó Oropesa y en esta remesa, ya se apuntaron otros más modestos que formaron hasta colonias. Total entre unos y otros el pueblo vacío. Los otros de los unos, son los que se van al maset tradicional, transformado en imponente villa de urbanización legal o ilegal, que para el caso es lo mismo, quedando el núcleo urbano como canta la copla: “Triste y sola, sola se queda l’Alcora, triste y llorosa se queda nuestra ciudad”. (Póngale música de tuna universitaria y hágala cuadrar).

    Ayer me di un paseo por el pueblo, y es que este verano resulta un poco extraño, refresca por las noches y el cobertor se hace necesario, es como estar en un pueblo del interior. Había un incendio por Lucena, las avionetas sobrevolaban las casas dirección noroeste, con ese ruido que ya es familiar, y sabe a olor de resina quemada y chamusquina. En l’Alcalatén sabemos un tanto de esto. Pues eso, durante el paseo apenas si pude saludar a nadie, calles vacías, soledad y osti tu, ni en los bares o terracitas, cuatro gatos mal contados. Y, o una de dos, o hay gente y se esconde en casa, o de aquí se han largado todos y no queda ni Dios, con permiso del cura Javier. Así que le dí a la moviola, y me trasladé mentalmente a la década de los setenta, antes de iniciarse el éxodo marinero, y el pueblo todavía era eso, pueblo.

    Por las calles numerosos grupos de vecinos al fresco, en amena tertulia. Las entradas añejas al casco viejo, Pelechana, Viver, Sol d’horta, Grangetes podías ver hombres y mujeres con los frutos de la huerta en cubos de níquel o capazos de palma, también con los frutos de los árboles: ciruelos, melocotones, presecs, uva, higos... y el colmo de los colmos, los últimos carros agrícolas repletos de alfalfa, abrevando frente a la caja rural o a los hermanos de la Salle. Las mujeres lavando en los lavaderos públicos, los chiquillos jugando a docenas por las calles, a toros o a lo que fuere. Los jóvenes haciendo planes para el baile del sábado en la pista jardín. Vamos un pueblo en plena ebullición. Las fábricas de cerámica no paraban por vacaciones, había poca producción y mucha demanda. Los azulejeros no hacían vacaciones, ya que necesitaban los jornales para prosperar y que sus hijos fueran a la universidad, los mismos que después se han exiliado a Benicasim, Oropesa, etc.... Cría cuervos.

    Aquello era un pueblo vivo y palpitante, venían hasta los nietos/as de Don Federico Michavila a veranear al pueblo, que por entonces ya tenía piscina descubierta y una pista jardín arbolada, (hoy en día no la hay) bueno hay una especie de yacuchi algo cutrillo, y una nave industrial en busca de eventos. Pero un buen día, un grupo de jóvenes algo aburridos, y con ganas de marcha se inventaron la Semana de la Juventud, y revolucionaron el patio, hasta el punto de sacar de los masets a los cuatro que quedaban desperdigados, y reintegrarlos al pueblo inmerso en una actividad apasionante. Yo andaba por entonces radiando estos menesteres en Radio Popular de Vila real, y puedo dar fe de la gran movida y el mejor ambiente creado.
    Palpo de nuevo la realidad y esta soledad todo lo envuelve, parece todo más gris con este verano de frescos y nubes a destiempo. Aquí se han ido todos de veraneo, a la playa, a la villa y al pueblo. Los de Lucena a Lucena. Los de Costur a Costur. Los de Useres a Useres. Los de Araia a Araia. Los de la Foia a la Foia. A Forcall, Villahermosa y Morella. Todos se van a su pueblo, y lo bonito que debe ser tener un pueblo.

    Y por aquí ando yo, por el mío, más solo que la una. Y una especie de congoja me invade...¿Si todos se han ido a su pueblo, qué es esto que ando pisando yo, esta tarde gris y solitaria, con avionetas sobrevolando mi cabeza, dirección fuego al noroeste?. ¿Alguien me puede sacar de dudas, por favor. ?

     

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