elperiodic.com
SELECCIONA IDIOMA
Valencià
Por Vicent Albaro
Camins de l´Alcora - RSS

Ya tenemos cuartel

    Instalado en la salida norte de la población y en plena travesía, el edificio Cuartel de la Guardia Civil de Alcora, ha constituido un punto de referencia para la vecindad. De igual manera, su porte airoso junto al del colegio la Salle, han resaltado sobre los tejados de las modestas casas de labranza, y los huertos que rodeaban ambos edificios a mediados del siglo pasado. Una imponente construcción con enrejado artístico de forja, que daba un toque arquitectónico de cierta grandeza, antes que el desarrollo urbanístico y la modernización lo abigarraran todo, mimetizando su singularidad.

    Era un cuartel añejo pero entrañable. Jardín interior con amplia escalinata descendente en cuyo frontal destacaba la imagen de la patrona, la Virgen del Pilar alicatada en azulejería artística, orlada con una hiedra monumental. Pequeñas jardineras con toda la amalgama de plantas domésticas propias de la cultura popular. Helechos, geranios, begonias, buganvillas, clavellinas, dalias, colocasias, etc. El jardín del comandante de puesto albergaba un soberbio almez, cuyas ramas sobresalían la tapia a la calle, y la chiquillería voraz pugnábamos por conseguir el diminuto fruto. El cuartel tuvo junto al callejón, cuadras de caballería que ya no conocimos. Nosotros podíamos observar a los guardias con mono azul y gorra de plato roja, reparar el vetusto Land Rover en el taller. Y cruzar la solitaria carretera para dar de comer a los animales de corral, en un vallado comunal donde se proveían las familias de proteínas de sus animales domésticos.

    Y es que en aquel tiempo, el cuartel formaba parte del vecindario. Hasta tal punto era la integración que los vecinos viendo su necesidad, daban espontáneamente parte de sus cosechas (patatas, frutas, hortalizas, huevos, algún conejo) a las “sivilas”, las mujeres de los guardias dicho sea de paso, con fraternal desprendimiento. Y los chiquillos jugábamos en el cuartel a indios y vaqueros, con los hijos de los guardias como si tal cosa. Por supuesto, en la fiesta de la Patrona nos poníamos morados en el tentenpié, y era un gozo ver torear las vaquillas. Esos recuerdos y la cantidad de amigos y guardias que han pasado por el cuartel de Alcora, se agolpan en esa pomposa inauguración cuartelera, retrasada por la desdicha de las fallidas de constructoras, como muestra palmaria de la plaga de este siglo.

    Con el derribo del anterior cuartel, ya no apto para la vida moderna, se nos acabó un punto de referencia de nuestras vidas, y la colonia de aviones (golondrinas) más grande del pueblo anidando en sus aleros. Pero su demolición no pudo arrancar el sentimiento de amistad y de reconocimiento, hacia estos hombres de uniforme verde y sus familias. Integrados totalmente en la vecindad. A pesar de las estrictas normas militares, la guardia civil siempre fue cercana a aquella sociedad trabajadora, humilde y respetuosa. Que los acogió con la sincera y generosa bienvenida, que solo da la buena gente.

    Fueron pasando los años y los tiempos. El cuartel se quedó viejo, anticuado para los usos de vida refinados de cualquier familia. Quedaba el imponente monumento como decorado mohoso del pasado, inservible e inhabitable para las nuevas generaciones de guardias que se incorporarían al puesto de Alcora. Y comenzó un periplo de diáspora, el cuartel dejó de ser el núcleo familiar y el “hogar” de un barrio modesto que crecía a velocidad de vértigo, ocupando solares y huertos en una edificación masiva. Se perdieron los guardias diseminados por casas particulares, y se cerró el cuartel. Amenazado con sentencia de próxima demolición. Su puntual ubicación en el antiguo matadero, aún ponía una pincelada de referencia histórica al barrio. El traslado a los bajos del ayuntamiento, -en la vieja biblioteca- los apartó de su solar tradicional. Mi abuela Serrana se murió con morriña de los guardias, y muchos que compartimos su vida varios lustros, nos sentíamos huérfanos de su reconfortante presencia.

    Los guardias saben bien las peripecias que han pasado en su, hasta ahora, acuartelamiento provisional. No todo han sido facilidades ni bondades, ellos saben de lo que hablo. Además se ha instalado en los últimos tiempos, una especie de sarampión en una pequeña parte de la sociedad, que ve a la Guardia Civil con menos simpatía de lo que debería. Existen corrientes variopintas que buscan tildar a la Benemérita de cuerpo opresor y/o represor, según venga al caso. Es una canción trasnochada, pero eficaz para mentes ingenuas y desinformadas, que quieren manosear el pasado para transformarlo a su gusto interesado. Aún y así, la gran mayoría de la gente aplaude a los guardias. Sabe de su ingrata labor, de su abnegado sacrificio de entrega a la sociedad y del peligro que corre su integridad física. Personalmente valoro su disciplina, virtud tan ausente como necesaria en esta sociedad actual. Su trabajo, que muchas veces les resultará incómodo, duro e ingrato. Ésta es una profesión vocacional y carismática. Como médico, religioso o marino mercante, de las que forjan el alma, y que es difícil aparcar cuando te quitas el uniforme.

    Por eso esta inauguración es una gran alegría para Alcora. Restaura la historia perdida. Rehabilita el barrio como lo fue hace muchos años. Los guardias volverán a su primitivo solar, y espero y deseo que los vecinos los amparen como antaño, como esos otros que ya no están y les procuraban una vida más amable. Una comunión vecinal y social, en armonía. Porque pasarán con el tiempo, la presencia de altas personalidades, discursos, fotos de prensa, besos y abrazos, placas conmemorativas del nuevo cuartel y los gestos más o menos postizos de nuestros dirigentes, con alguna sonora e imperdonable ausencia.

    Todo eso está muy bien, pero lo que debe perpetuar tras el evento, es el respeto y cariño del día a día, hacia una comunidad que procura nuestra seguridad. Que como guardianes, se desparraman por nuestros caminos, vigilantes del bien y el orden. Es la Institución que su sola presencia nos reconforta. Porque ha pasado de ser temida a respetada. Y ganarse el respeto es tan honorable como el lema de su lapidaria divisa.

    Elperiodic.com ofrece este espacio para que los columnistas puedan ejercer eficazmente su derecho a la libertad de expresión. En él se publicarán artículos, opiniones o críticas de los cuales son responsables los propios autores en tanto dirigen su propia línea editorial. Desde Elperiodic.com no podemos garantizar la veracidad de la información proporcionada por los autores y no nos hacemos responsables de las posibles consecuencias derivadas de su publicación, siendo exclusivamente responsabilidad de los propios columnistas.
    Subir