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Por Vicent Albaro
Camins de l´Alcora - RSS

“Els sabuts” del viejo pregón de Castellón

    Que Alcora está atada a Castellón no lo duda nadie. Esto que parece una ventaja y que indudablemente lo es, para otras cosas ha sido un desastre. Si mi pueblo con toda su dimensión histórico-económico-social, hubiera estado ubicado a cien kilómetros de la capital, estaríamos hablando de la primera o segunda población en importancia de la provincia, detrás de la susodicha capital. No, no me mueve ningún chauvinismo trasnochado, lo perdí hace tiempo, lo cantaban los asépticos contadores de vehículos instalados en la carretera a finales de la década de los noventa, aquellos que chivaban que miles de autos entraban y salían a diario de la industria local. Como estamos a tiro de piedra, casi un paseo en barca por la rambla que ahora mismito lleva agua, el tópico “bajar a Castellón” o “nos vamos a la capital”, ha perseguido a la gente de Alcora de por vida, colapsando sus vías de acceso y mermando su crecimiento a todos los niveles. Sirva como ejemplo que en los años setenta, en pleno desarrollismo económico, para estudiar el bachillerato de secundaria había que desplazarse a Castellón. Y de eso hace cuatro días como quien dice. De los autobuses de la Hicid repletos hasta la baca, se pasó a los tiempos del coche particular con la sempiterna costumbre gregaria de bajar a Castellón, y que tan solo no se ha mantenido, sino que se ha prolongado a lugares de veraneo como Benicasim, Oropesa, Alcocebre, etc.

    Y claro, esa dependencia capitalina ha derivado en que muchos alcorinos hayan fijado su residencia en la misma capital, media Alcora y como no, media provincia vive hace lustros en la capital Castellón. Yo mismo tengo familia por la zona de la Pérgola, pero más cerca de la antigua general, con el sambenito típico de vivir de la vía per amunt, que tan bien retratara un delicioso libro titulado “Contra ciutat, dalt de la via” de Pere Duch y Pilar Millán. Ésta dependencia de todo tipo, de los de Alcora con Castellón, era ya una tradición especial para las tiendas de variado ramo, que esperaban los billetitos frescos de los trabajadores de las fábricas de azulejos. Hoy imagino que serán la Salera y el Corte Inglés, pues por esa misma causa no era de extrañar que en la formidable cabalgata del Pregó, los de Alcora se volcaran como el que más con los castellonenses, mostrando sus mejores glorias patrias.

    Y dicho está y escrito queda, que en tiempos de la alcaldía de Don Federico Michavila Paús, y rodeado de sabuts de la época como Letancio Moliner, Ernesto Nebot, Agustín Nomdedeu, Vicente Sanchis, Alfredo Mallol, Eugenio Eugenio y un larguísimo etc. hablamos de los años cuarenta del pasado siglo, la representación alcorense en el Pregón de la Magdalena, fuera exquisita, numerosa y valorada. Aquella manifestación cultural que se inventó el farmacéutico Manuel Segarra Ribés, que también estaba rodeado de otros sabuts castelloneros como Jose Pascual Tirado, Luis Revest, Carlos Sarthou Carreres, Angel Sanchez, Carlos González Espresati, Eduardo Codina, Bernat Artola, Francisco Esteve, y un etc… más largo que el de los alcorinos por razones obvias. (Por estos pagos la palabra “sabuts” se refiere a sabios con o sin rentintín, a eruditos, intelectuales).

    Años prolíficos de cultura popular, donde se intercambiaban colaboraciones literarias y periodísticas entre aquellos forjadores del tiempo como Don Federico en Alcora, Gonzalo Puerto en Lucena, y otros tantos en tantos otros sitios, que no caben en esta modesta crónica. Pero vuelvo al Pregón y su afán por participar los de Alcora, ensayando los cantos y bailes, afinando instrumental de cuerda. Adecuando los trajes típicos de la abuela, o creando de nuevos a partir de viejas cortinas, colchas, etc., en la postguerra había poco de todo y casi nada de dinero en metálico para ir de compras. Pero estas carencias materiales eran superadas con imaginación, ilusión y sacrificada labor. Bajar a Castellón, seguía siendo el principal atractivo de cualquier mortal del secano, y si era juventud, aún más empecinamiento por ansias de la edad. No podían fallar las bellezas locales con la cerámica. Rondalla de cuerda, bailadores/as, y solo de vez en cuando, la inmortal y genuina Recua Arriera. Tras el paseo triunfal con el folklore local, donde destacaba el singular “Ball d’Alcora”, se inmortalizaba la participación con fotos de recuerdo, que ilustraban el posterior programa de fiestas del Santísimo Cristo del Calvario, ya en puertas del caluroso agosto. Toda una hazaña para los protagonistas de tan cultural evento.

    Así que el Pregón de Castellón, es para los de Alcora, como una segunda fiesta local desde tiempos lejanos. Y digo es, por que lo sigue siendo. Porque a pesar de los pesares, aunque la participación alcorina –de las más decanas- se diluye hoy en día entre esa magna marea de pueblos, comparsas, mitologías, collas y lo que aún están por inventar, los de Alcora le son fieles a Castellón, al Pregón y resto de la feria y fiestas de la Magdalena. Y es que al no estar a más de cien kilómetros de la capital, la marea nos arrastra de forma inmisericorde, y como en el Pregón pululamos diluidos en la gran masa, para aparentar lo poco que somos o casi nada. Nuestra estrella parece no brillar demasiado últimamente, y eso se nota. De sabuts ya casi no quedan en ninguna parte. Y los pocos que resisten, andan un tanto desnortados y perdidos, o más bien aturdidos en un mar de oleajes inciertos y demasiado turbios. Madalena Vítol.

     

      

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