elperiodic.com
SELECCIONA IDIOMA
Valencià
Por Vicent Albaro
Camins de l´Alcora - RSS

La Pantoja en fiestas

    Hoy, tras ver las obscenas escenas de la salida de María Isabel Pantoja Martín de los juzgados de Málaga, los caminos de la memoria me llevan a un caluroso agosto de finales de los años ochenta, son las fiestas de mi pueblo entrada ya la semana grande. Hay en las calles un olor mezcla de arena mojada y estopa de bolas de toro de fuego. Los carafales exudan un tufillo a sangría, pipas, maíz y garbanzo tostado –quicos i torrats- para entendernos. Las pandillas están animadas con sus camisetas multicolores, cubata en mano y unas locas ganas de fiesta. Los vermuts a la hora de la prueba de vaquillas, derrochan tercios de cerveza y docenas de caracoles blancos picantes del Matraca, gambas, mejillones y la sepia del Hispano. Un lujo al alcance aún de muchos, pues la negra crisis está lejana y no aparece en el horizonte de nadie. La bonanza económica es total y las ganas de vivir y de gastar, la norma de la casa.

    El programa de fiestas nos dice que esta noche actuará en la Pista jardín la estrella de la canción española, Isabel Pantoja, el lleno será total. Por este recinto festero, aún con el aura despejada y sin el cutre casquete naval, han pasado la flor y nata de la canción ligera. Los mejores solistas y los mejores grupos musicales del momento han tenido cita en Alcora, mucho antes de que otras poblaciones tomaran ejemplo, como en otras tantas cosas y nos imitaran tan bien, que no nos han dejado casi nada. Bueno, el zaherido recuerdo que es a lo que vamos. La noche se presenta magnífica, una de esas noches veraniegas entre cálidas y frescas por el vientecillo que baja por el río y que alivia los cuerpos en este paraje singular y festero, que entre unos y otros nos hemos cargado.

    La Pantoja apareció entre fortísimos aplausos a eso de la una de la madrugada. Traje largo azul añil, con volantes y muy escotado. No era la Pantoja de hoy, era la Pantoja viuda de Paquirri o mejor dicho, la viuda de España. Estaba promocionando su mejor disco: “Marinero de luces”. Una obra musical extraordinaria y exquisita por las sólidas letras de ese gran poeta que es José Luis Perales. Pelo negro azabache, recogido y cola de caballo, su voz potente y timbrada narrando el drama humano de la muerte del torero. La tragedia hispana de un esposo muerto como héroe en combate. El público en el bolsillo y la actuación formidable, un año más la estrella en fiestas había dado la talla. Y no siempre había sido así, Manolo Tena formó otro año la marimorena.

    Esta mañana al salir hacia el trabajo he observado la hiriente navada de la Pista ya sin jardín, el sol matutino la doraba con un alo especial. Y he hecho mezcolanza con las imágenes televisivas de una Pantoja casi linchada, desmayada con gafas de sol entre la policía y unos energúmenos que la zarandeaban y le gritaban ¡Puta!, comparaba con su porte noble, aristocrático y severo, de la soberbia actuación de aquella noche de agosto. ¡Pero que perra es la vida! Del éxito al fracaso una vez más, y van nosecuantas lecciones últimamente. No es que quiera yo salvar la honra de esta buena señora, ella sabrá, y la justicia ha dictado sentencia pero lo del populacho increpando es demencial. Parecía la Francia revolucionaria con otra María Antonieta llevada por los “sansculottes” a la guillotina. En Málaga precisamente, donde el trinque es la norma de la casa andaluza. Las peonás, el PER, la Marbella explosiva y corrupta del GIL y una Junta Andaluza bizca que mira para otro lado, ella sabrá por qué. Pero las responsabilidades no son equitativas ni en este ni en otros casos parejos.

    La chusma está alterada, necesita carne de guillotina par saciar su sed de frustración. Y la Pantoja ha demostrado ser el Espantajo que necesita este pueblo cainita, para satisfacer su irrefrenable morbo, mientras otros de mayor alcurnia y agraciados con la prensa, se escapan de rositas con perfume a Chanel nº 5. Los programas televisivos basura, a los que media España está abonada, en un despótico marujeo rozando ya la paranoia, se han lanzado como buitres a la carnaza Pantojil. Las fotografías de la prensa hoy son espeluznantes. Coro de policías nacionales, la Pantoja con el rostro desencajado por los suelos, llorando y despojada camino de su propio calvario, gente increpando y decenas de cámaras achuchándose, tomando cada detalle del infame ensayo de linchamiento. Volvemos a la España negra de Antonio Machado, pero con más mala leche, con prensa, TV y facebook. Porque yo les preguntaría a esos fariseos vociferantes, aquello del maestro Jesús de Nazaret, del que estuviera libre de pecado, que le arrancara la primera prenda. Que la María Isabel Pantoja Martín, aún consciente de que se ha equivocado, es un ser humano, no un muñeco de pim pam pum fuego de un cuchitril de feria mugrienta.

    No está el horno para bollos es verdad, pero no alimentemos gratuitamente la fiera que todos llevamos dentro, porque puede salir en un alocado espasmo tan irrefrenable como dramático desenlace, a la que esta piel de toro nos tiene acostumbrados.

    Cuando los nazis llegaron al poder a Alemania en 1933, quemaron las obras completas de Freud calificándolas de “pornografía judía”. El famoso siquiatra comentó entonces cuánto había avanzado la humanidad, ya que en otro tiempo le habrían quemado a él. Después de observar las imágenes de Isabel Pantoja desmayada por los suelos y rodeada del populacho, uno debería decir aquello de Freud, pues menos mal, cuánto ha avanzado la humanidad, ya que en otro tiempo la hubieran apedreado.

    Miro por última vez y casi de reojo la Pista Jardín de Alcora, acariciada por el sol abrileño, el escenario donde Isabel Pantoja brilló aquella noche de agosto con canciones emblemáticas de su “Marinero de luces” y otras populares de la actual reina de la copla. Aquella que cantaba: “Era mi vida él, mi primavera mi mañana. Pero todo acabó y quedaron mil heridas en el aire…/...volver a ser feliz es imposible, murieron tantas cosas esa tarde que no me queda nada por vivir”. ¡Claro que te queda por vivir, y mucho!. La esperanza es lo último que se pierde y hay dos bellísimas Esperanza en Sevilla, las mejores. La Esperanza Macarena y la Esperanza de Triana. Te lo dice un quinto tuyo, un anónimo poeta de pueblo, que sin ser fan de tu trabajo, gozó en aquella lejana noche de las fiestas de mi pueblo. María Isabel Pantoja Martín, desde la lejanía, recuerda y reza a la bienaventurada Esperanza, es de lo poco que nos queda a muchos.

    Elperiodic.com ofrece este espacio para que los columnistas puedan ejercer eficazmente su derecho a la libertad de expresión. En él se publicarán artículos, opiniones o críticas de los cuales son responsables los propios autores en tanto dirigen su propia línea editorial. Desde Elperiodic.com no podemos garantizar la veracidad de la información proporcionada por los autores y no nos hacemos responsables de las posibles consecuencias derivadas de su publicación, siendo exclusivamente responsabilidad de los propios columnistas.
    comentario 1 comentario
    José Manuel Puchol
    José Manuel Puchol
    18/04/2013 10:04
    Sobre la Pantoja

    Si Vicente. Esa es la cruda realidad de un pueblo como el nuestro. La España latina, mediterránea y de sangre acelerada. Capaz de amarte y encumbrarte a lo más alto, y una vez ahí, destrozarte, lanzándote rápida e irremediablemente a la profundidad del abismo. No creas tú Vicente, que lo digo porque sí, por hablar. Para abrir este comentario he entrado en Youtube y he escuchado “Marinero de Luces”, pues bien, ella, la Pantoja, para mí sigue siendo la gran cantante española ¿Cómo no? Si a conciencia o no, se ha equivocado, que pague y que pene su delincuencia, su fallo, como otros muchos, pero que ella es y seguirá siendo una de las grandes en esta rama o versión de la música, yo al menos lo tengo muy claro. Muy probablemente ella no hubiera recibido tanto improperio, si la justicia fuera más rápida y más justa. Demasiadas cosas pendientes en los tribunales, que se dilatan, donde todo el mundo tiene derecho a declararse inocente y poner mil y una trabas para que no llegue nunca su tiempo, su ora de la justicia. A la gente de a pie la empujan a la calle de un día para otro, bien sea del trabajo o de su vivienda. Ahí radica una buena parte de la manifiesta ferocidad de una parte de la población. La Pantoja, aún siendo culpable, se merece un justo castigo, pero nada más. Para mí seguirá siendo aquella, que el viernes 5 de setiembre de 1.986 -semana grande de fiestas, con su voz y porte sedujo a la villa alcorina.

    Subir