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Por Vicent Albaro
Camins de l´Alcora - RSS

La moda del turismo en nuestros pueblos

    La locura ya se había desatado hace bastantes años, pero se ha recrudecido con los últimos de la crisis. Una crisis mala de pasar, aún con los brotes verdes de Rajoy, porque no se ciñe únicamente al aspecto económico, sino que va más allá, mucho más allá de lo soportable y que en una población como Alcora, ha causado estragos de hondo calado. Unos visibles y otros aún no.  La crisis no es exclusivamente económica, también es moral, social y familiar. Máxime en una población donde se ha valorado mucho el “tener”, y muy poco el “ser”. Formando una amalgama compleja de muy difícil resolución. Hay muy poca gente tocada aunque sea de refilón. Y a los no tocados, que se pueden sentir afortunados, el ambiente no les ayuda, por lo que aún pudiendo, se retraen, amagan, mimetizan, disimulan, se esconden y huyen. Ese es el panorama real, a día de hoy con una doliente conclusión de desánimo, que se mitiga ante acontecimientos de regocijo general como los festejos, que a la vuelta de la esquina, ayudan a dar rienda suelta a tanto amargor contenido. Y algunos ni eso. El palo ha sido muy fuerte, tantos años de bonanza material, de trabajo para todos y bien pagado, ha llevado a un monocultivo que funcionó hasta que dejó de hacerlo.   ¿Y ahora qué? Es la gran pregunta que se hace todo el mundo. Y el que tenga la respuesta que la dé, si puede.

    Ante esta situación más o menos generalizada, desde todos los ayuntamientos se busca realzar aquellos distintivos con marca de la casa. Valores que sean capaces de destacar por encima de la media, y que funcionen como reclamo para acercar a los turistas, para que se dejen sus dineros en comercios y hostelería. Loable afán y buena iniciativa, porque a fin de cuentas lamentarse de lo que pudo haber sido y no fue, no sirve de nada. Y uno siempre se pregunta si su pueblo, que se volcó en su día en hacer una industria potente para que le diera jornales y futuro. Que permitió un buen nivel de vida local, comarcal y provincial. Que gracias a ese progreso ha evolucionado en conocimientos y preparación de nuevas generaciones, y con todo esto la pregunta sigue en el aire: ¿Está preparado para afrontar el futuro? ¿Es el sector servicios y turismo el futuro?

    Veo por las redes sociales variopintos comentarios sobre viejas fotografías de cómo era la población antes del “progreso”. Algunos se lamentan de lo que se ha “destruido” y lo “felices” que debían ser las gentes de entonces, observo con tristeza la deformada caricatura que puede dar de sí una vieja fotografía, dorada con aires románticos y que nada tienen que ver con la realidad imaginada. Me duele con harto dolor y se me abren las carnes, por lo superficial y manipulable que llega a ser el personal, por lo fácil que puede ser, vender una imagen trucada y deformada, en este caso sin mala intención, pero en otros no tanto. Solo de pensar las condiciones de vida de esa fotografía, sin agua corriente y casi sin electricidad, nula higiene, graves enfermedades contagiosas,  sin sanidad ni seguridad social, trabajos de sol a sol con escaso jornal, y la esperanza de vida a cincuenta o sesenta años, me ponen los pelos de punta. Pero es lo que ocurre cuando la perspectiva está amañada, y la foto se mira desde un impoluto ordenador, sentado cómodamente, saboreando un jugoso refresco y con el aire acondicionado a toda caña enfriando el local. Mientras afuera, la canícula marca 33 grados y una humedad del 70 %. Ahora, esa climatología se la tiene que imaginar uno a jornada laboral completa, segando el trigo, destripando terrones en el bancal, cargando al hombro sacos de algarrobas de cincuenta kilos, o vendimiando a base de retorcer el costillar, con el botijo al lado y el agua racionada por el capataz, etc.

    Pero qué se le va a hacer, vivimos en la era de la imagen, de la tecnología, y las dos juntas, pueden hacernos ver que los burros vuelan, y alzar a un altar al primer predicador fogoso que susurre lo que nuestros oídos quieren escuchar. Demasiado eslogan y poco razonamiento no hacen buen maridaje con la razón y sensatez humanas. Y me devaneo los sesos una y otra vez, intentando ver sin éxito, cómo es posible revertir esta villa industrial en turística y no me salen las cuentas. Debo haber perdido facultades con los años. Y mira que se hacen cosas a lo largo del curso, pero siempre es para consumo interno, salvo contadas ocasiones. Cuando algún amigo forastero viene para hacer noche y te pregunta por un hotel, ya tiemblas. Pues te vas a ir a Figueroles, Lucena, Onda o Castellón. Si hay confianza, en casa a la habitación de invitados. Ni el hostal ha logrado sobrevivir.

    Cada pueblo busca su singularidad como la panacea de todo. Y aquí no hay playa, vaya, vaya. Y los de aquí se han marchada hace años a las playas marineras, invirtiendo sus buenos dineros en tierras lejanas. Eso sí que es un buen ejemplo de creer en el turismo local. Y sobre todo los patricios de las sagas nobles y esclavos libertos. Con todo, es verdad que se han propiciado desaguisados urbanísticos infumables, como en casi todos los lugares con progreso económico que han sido, y gestionado por personas de escasa preparación y cortos en visión de futuro. Pero eso es lo que hay y no otra cosa.  Y es lo que tenemos nos guste o no. Y de ahí habrá que partir para revertir el futuro. Intentando no hacer más desaguisados y reparar en lo posible los reparables. Pero singularidad, singularidad como rezan los titulares de prensa llamando la atención del turista de las “tres pes”, “cuá Manué”. ¿Cuál es esa singularidad que no tenga el pueblo vecino mejor que tú?

    Y aún teniéndola si el caso fuera, tal vez, no, seguro que está. ¿Se sabría aprovechar y sacarle máximo partido para que la comunidad, fuera beneficiaria de ese nuevo o viejo maná puesto al día? ¿Se sabría trabajar en grupo organizado y compacto, o sea todos a una, para lograr el éxito? O… ¿comenzaríamos a envidiar y a poner a parir al de al lado? ¿A boicotear lo que no me agrada, descalificando al otro interfecto, poniendo palos a las ruedas del proyecto? ¿Nos saldríamos maldiciendo del grupo, formando otro nuevo y mejor, a mi modo de ver y manera de ser, para mi mayor gloria particular? ¿Dónde radica la clave para triunfar juntos? ¿Por qué en mi pueblo tiene que haber “dos” de todo? Históricamente, dos casinos, dos bandas de música. Actualmente, dos asociaciones de jubilados. Dos clubs de colombicultura. Dos polideportivos. Dos clubs de motocros. Dos teles locales…bueno las hubo no hace mucho, la de Peris y la de Tomás. Y así hasta la atomización infinita.

    Hay un escritor de la Real Academia que me encanta, que suele narrar la Historia de España en capítulos semanales, así en plan “colegui” “pa” que me entiendan. Y vaya si se le entiende, todito, todo. Suele decir que el problema de España, (incluida Cataluña) son los españoles. Reduciendo el mapa, a ver si el problema de Alcora, somos los alcorinos y aún no nos hemos enterado. Mis hijos me dicen que el calor me está afectando mucho este verano, que desde lo de la Uci ya no soy el mismo, mientras me releen y amonestan por lo que escribo. Ellos también se extasían por las viejas fotografías de la vieja Vila, rodeada de verde y huertos. Pero yo, más viejo y comprensivo, me sonrío porque no les veo ni a ellos ni a los de menos de cuarenta años, cagando al vuelo desde la fronda de un algarrobo en el Moreral, o sacando el común y verterlo al huerto de lechugas. Tener el vertedero de basuras al lado de casa, con la fauna insectívora y ratonil pululando a sus anchas. No les veo sin tele, sin DVD, ni el Facebook, sin el frigo con la coca-cola fresquita, o la birrita espumeante. No les veo poniendo cubos o palanganas en las goteras de casa, (entre otras cosas porque ahora no llueve). No les veo llevando el mulo a beber al bebedero público,  mientras defeca esas pelotas verdosas y malolientes, y la vecina se afana en recoger presto. No les veo sacando patatas de los caballones de la huerta sudando a chorro, no les veo sin su supermercado impoluto, donde hay de todo y bien presentado. Sin el coche con su USB, y…en fin. No es que no les veo, es que tampoco lo veo, ni yo mismo me veo. Ya me he vuelto a hacer otro lío. Feliz verano.       

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