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Por Vicent Albaro
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Mensajeras de Pascua

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    Mensajeras de Pascua- (foto 1)

    Tras la Semana Santa que en la liturgia católica es tiempo de penitencia, oración y reflexión sobre los misterios de la pasión y muerte de Jesucristo, llega el día de Pascua que rompe con las tinieblas de ese tiempo de recogimiento, dando paso a la alegría vibrante de la resurrección. En épocas no lejanas, cuando toda la vida de la villa se circundaba a los severos y casi tenebrosos actos religiosos, la eclosión de la Pascua se vivía con una intensidad grandiosa dejando paso a la festividad lúdica y colorista que ilusionaba a jóvenes y no tanto, máxime cuando en estas jornadas pascueras se relajaba la interrelación de ambos sexos, en una liturgia pagana de festejar a lo grande la entrada de la primavera.

    De las procesiones del viernes santo del duelo mortuorio a la del Encuentro del domingo, media la inusitada distancia de romper con la dolosa muerte y sus lánguidos pesares, a la vibrante sensación de renacer a la vida. Por ello los actuantes se visten de colores vistosos y alegres, las músicas suenan gráciles, los tambores cambian sus ritmos, la feria es algarabía, la mona se degusta, todo se ilumina y todo está envuelto en una pátina de gozosa pulcritud. En ese encuentro entre Jesús resucitado y victorioso, y su santa madre en la plaza mayor, se producen varios actos simbólicos principales, por un lado el cambio de la mantilla negra por una blanca e impoluta, que convierte a la Dolorosa, en la Virgen del Aleluya (Alegría). Después los cánticos litúrgicos del clero que rememoran el hecho de fe, el sonido de la Banda de música que pasó del himno nacional a una pieza clásica de Hendel, la traca estruendosa, tambores y bombos que repiquetean, y entre todo este proceso que se condensa en un instante, la suelta de palomas que se elevan al cielo, como mensajeras simbólicas de la victoria de Cristo sobre la muerte. El “Ha resucitado” que pronuncia el sacerdote, se eleva con las alas de estas magníficas aves en su ascenso al cielo limpio y luminoso de la mañana de Pascua.

    Es un hecho casi imperceptible la suelta de las palomas mensajeras, hay tanta emoción condensada que casi pasa desapercibido, pero es un hecho contrastado que estas palomas surcan y surcaron los cielos azules de la villa, desde tiempo inmemorial. “Sed cautos como serpientes y sencillos como palomas”, dice el Señor y tanto en el antiguo como en el nuevo testamento, la paloma es un símbolo de amor y de paz. La paloma que envió Noé tras el diluvio y que volvió con la rama de olivo para certificar que la tierra ya no estaba encharcada de las aguas, etc. la paloma es un ave sagrada, incluso se sacrificaba en los altares al Dios omnipotente por aquellas personas que no podían acceder al cordero u otros animales de más enjundia.

    Fue Francisco Nomdedeu Tena, “Paco el alemá” quien sostuvo esta tradición de la suelta de mensajeras el día de Pascua en muchas décadas, no tenemos constancia de sus predecesores, y en la actualidad la realiza su sobrino José Nomdedeu Ahicart, “José l’alemà” todos de la saga de los alfareros Nomdedeu de esta villa. José es solicitado por la cofradía de la Virgen de los Dolores para esta tarea desde hace más de cuarenta años. Horas antes del evento, recoge de su palomar en Coscós varias de estas palomas, las introduce en jaulas ex profeso, las coloca en su vehículo que posiciona en un rincón de la plaza mayor, y en el momento justo hace la suelta. No está claro si es al quitar el manto del duelo a la Virgen, o a los cantos del clero, o cuando suena la armónica banda de música; pero en ese instante mágico, las palomas emprenden el vuelo sobre las cabezas de los asistentes, cumpliendo su rito. Elevar al cielo las preces de los devotos en su mensaje de radiante alegría, por el encuentro de la Madre y el Hijo tras las oscuras horas del sepulcro y certificar su Resurrección. Para eso son mensajeras, para llevar mensajes y en este caso de gozo y esperanza.

    Pero en realidad cabe preguntarse, ¿qué son estas palomas? En nuestra villa existe y ha existido mucha afición a la paloma Buchona valenciana, se realizan concursos durante todo el año en competencia entre sus criadores. Son esas palomas llenas de colores que en bando se disputan el amor de una paloma entre árboles, tejados, calles, eriales, etc. mientras sus seguidores y un jurado, observan sus movimientos para puntuar y clasificar. Cada aficionado tiene un color distintivo, un código que portan impregnado sus aves para significarlas y distinguirlas.

    Pero las del Aleluya son las mensajeras. Éstas se distinguen por ser más corpulentas y estilizadas, porque su anatomía está creada para el viaje y la distancia. Criada desde la antigüedad ya desde Egipto, y por toda la cuenca mediterránea del imperio romano, la paloma mensajera se ha utilizado para transportar mensajes que han decantado los avatares de la historia. La información siempre ha sido poder, y en la estrategia bélica y política estas maravillosas aves han resultado definitorias. Los árabes fueron unos grandes maestros en el vuelo de las palomas mensajeras. Y hasta hace poco, en la II Guerra Mundial, los nazis incautaron los palomares de Centroeuropa, para evitar la transmisión de mensajes entre la resistencia a través de las palomas, incluso adiestraron una brigada de halcones para interceptar estas palomas fugaces por los campos de batalla de la destrozada Europa. Apasionante.

    Este arte todavía hoy se conserva bajo el apelativo de Colombofilia. Las hay de Velocidad, Fondo y Gran Fondo pudiendo alcanzar distancias de 800 km. a 80 por hora en una sola jornada. Sus libreas coloristas van del blanco inmaculado, al azul, rodado, bayo, rojo, negro, figura y gabino. Su color no determina la calidad del ave, sino su sangre y pedigrí. En occidente las más famosas son las belgas, alemanas, portuguesas y muchas españolas hijas de estos míticos palomares Janssen, Vandenable, Horemans, Stichelbault, Meulemans, etc. En estos últimos tiempos los chinos pagan verdaderas fortunas por un buen ejemplar.

    El arte de criar estas palomas es muy sacrificado, pues obliga a un cuidado e higiene extremos además de grandes conocimientos técnicos para lograr buenos ejemplares que regresen a su palomar, tras ser soltados en lejanos lugares. Por ello y muchas cosas más que no caben aquí, cuando el domingo de Pascua veas alzar el vuelo de estos pájaros míticos, no pienses maliciosamente en el regalito que te puedan dejar, sino en sus asombrosas facultades como atletas del aire, en la devoción y entrega de sus criadores y sobre todo, en la simbología de su palmarés cargado de historia y devoción popular. Son en definitiva, Mensajeras de la Buena Nueva, que es lo que todos necesitamos ahora mismo.

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