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Por Vicent Albaro
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Membrado en la memoria

    En la primavera del año 1975, mi pueblo se transformó mágicamente. Durante semanas los distintos barrios se sumergieron en el trabajo de embellecer la población con tapices coloristas y toda clase de enramadas florales. Patios y garajes eran punto de reunión de los vecinos y familias, para elaborar manualmente las guirnaldas que proclamarían a los cuatro vientos, la celebración del Centenario de la venida a Alcora del cura Juan Bautista Bertrán Ahís, el Venerable. Al mando de aquella tropa de voluntarios estaba otro apasionado cura, ahora recientemente fallecido: Mn. Pepe Membrado.


    Ya no recuerdo otra celebración tan multitudinaria, participativa, desinteresada, apasionada y sentida como aquella. Ha habido otras, hasta quizás más sonadas y pomposas, pero con aquella sencillez y ternura, nunca jamás. Fue capaz de convocar a cada rincón del pueblo, y mira que eso tiene mérito por estos lares. Era como si el cura de Adzaneta le infundiera aliento desde el más allá, al de Almazora. El fragor y apasionamiento de Membrado hicieron el resto. Memorables jornadas para el recuerdo, ya no solo por lo extraordinario de los numerosos actos realizados, sino por ver a un pueblo unido en una empresa común. Eso ya es historia y dudo que vuelva a repetirse.

    De la mano de D. José Membrado Galí, accedí a los micrófonos de la COPE, diecinueve primaveras zodiacalmente taurinas, contemplaban aquella primera crónica telefónica desde su casa, temblándome la voz y sudando a chorros. ¿Te acuerdas Pepe?. Me dejabas un saloncito en penumbra, para repuntar el último esbozo antes de marcar aquel número de Vila-real, y engolar la voz por el teléfono de baquelita. Mientras tu leías, fumabas en pipa y escuchabas música clásica junto al soleado ventanal de la vila. Allí nació el embrión de la Asociación Juvenil parroquial, que derivaría en la Hermandad del Cristo. Eran años duros, opacos, yermos, inocentes y felices. Hicimos un buen equipo en aquellos días de deserciones y desamparos. El Cristo del Aleluya no se quedaría en la parroquia por falta de fuerza y hombros en el día de Pascua. Y muchas más cosas que aquí no cabrían.

    Aquel grupo de quijotes imberbes también acompañaría tu soledad el lunes de la Romería, de aquellos Rollos descafeinados en los que reliquia en mano, cuatro gatos subíamos hacia la pequeña-gran montaña alcorina, rememorando la vieja promesa popular. Nos empeñamos en hacer cucañas para animar el cotarro, las primeras a escote no hay nada caro, después ya intervino el ayuntamiento. Nos invitabas a café y coñac tras el almuerzo. Estabas eufórico y pletórico en aquellos encuentros con sabor a tradición, tomillo y rollo recién amasado. A cantos gamberros por el zig-zag del Calvario. Un curato memorable junto a Pepe Aguilella, para muchas generaciones. Nos casaste a mi mujer y a mi, como a más de medio pueblo, y después vinieron los hijos. Y fue pasando el tiempo entre bautizos, bodas y entierros.

    Nos distanciamos por un clamoroso estruendo, no hay amor que cien años dure. Pero mantuvimos la cordialidad y el respeto. La feligresía tiene esas cosas extrañas, de proximidad y cierta lejanía. Eres de todos y al final no eres de nadie, la soledad en persona anda de tu mano y el Crucificado, -por quien lo dejaste todo-, resulta ser tu mejor compañía. Aunque también se echa mano de los amigotes para hacer la partida, que para eso están y no cuestionan, ni necesitan homilía alguna.

    Fueron pasando los años y los vicarios, con ellos llegó la Ruta de las Ermitas. Y volvimos a rejuvenecer ambos, no en edad, sino en ilusiones perdidas. La mano del Venerable volvía a empujar un nuevo proyecto, al que costó arrancar pero mereció la pena, el intentarlo. Aquella primera edición fue tan dura como discreta, me cediste la trona después de las misas, para explicar el proyecto y reclamar voluntarios. Aún recuerdo las caras cómo me miraban y me gritaban en silencio, este tío está loco. Pero obtuvimos ambos respuesta, y logramos voluntarios entre los parroquianos, que después serían pilares emblemáticos. Uno de ellos, el primer guía que tu designaste, como corresponde al privilegio del cura párroco. Fue Manolo Prats Sansano, el elegido. Tuviste buen ojo y mejor criterio, por lo bueno que ha dado este hombre a todos los que hemos compartido cosas a su lado, hasta el fin de su vida.

    Ya lejos y en tu nuevo destino, el pueblo te fue rindiendo honores, merecidos por cierto. No hace mucho, proclamaste el Pregón de la Semana Santa, vigoroso, catequético y certero. Volvió a resonar tu voz de barítono por las bóvedas de tu iglesia, huérfana por tantos años. Un pregón con mensaje, actual y sincero, al que resalté en su día desde este foro. Aunque prefería tu entonado vozarrón en el Pregón Pascual, un gozo lírico en la solemne vigilia.

    Cuídanos Pepe. Sabes que soy sincero. Tú, como confesor, conocías muchos de nuestros secretos más íntimos. Guíanos, Pepe, junto a quienes nos quieren ahí arriba, que el asunto no está para bollos. Y sonríe junto a quien más quisiste siempre, Pepe. Que para todo el pueblo has sido un hombre bueno, un cura afable y el mejor amigo.

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    comentario 1 comentario
    pocallemuga
    pocallemuga
    17/04/2012 08:04
    Més d'acord impossible

    Yo también conocí a Mn. Membrado, y por ello no me cabe mejor definición que estoy completamente de acuerdo con este artículo.Para mí fué un gran hombre y un gran parroco, aunque también tuve mis diferencias con él, lo positivo anulaba lo poco negativo. Que Dios lo tenga en su Gloria.

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