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Por Vicent Albaro
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Historias de amor y Pretty Woman

    Uno empieza ya a hartarse de la actual situación político-económico-social, la cosa parece no tener arreglo e ir para largo, y tanta bilis acumulada por una mezcla de impotencia y desencanto, amenaza con agriarnos el carácter. Cuentan los viejos que después de la II Guerra Mundial, la gente harta ya de desgracias, penurias y sinsabores, halló en las grandes películas de Hollywood su perdido consuelo, acumulando sueños y renovadas esperanzas. Uno de aquellos taquillazas fue sin dudas: Lo que el viento se llevó. Sin coña, la situación actual tiene paralelismos dramáticos, y el best seller más apropiado, sería en versión actual: “Lo que la crisis se llevó, se lleva y se llevará…” Al final el consuelo de los perjudicados es siempre el mismo, y cito para la ocasión al gran poeta Ronsard, en aquellos sublimes versos de: “Todo me lo quitaréis, todo/ el laurel y la rosa/ pero quédame una cosa/ que arrancarme no podréis”. Así que puestos a quedarnos sin casi nada, al menos nuestra capacidad de amar y soñar, no nos la va a poder desalojar nadie, como no quedemos nosotros mismos enajenados por tanta desazón. Así que vamos a soñar. Y para soñar hay que ir al cine, que es la mejor fábrica de sueños jamás inventada.

    Para los que vamos pintando canas, nuestro referente de película de amor fue sin dudas Love story. Aquella historia de relaciones imposibles entre Oliver (Ryan O’Neal) y Jenny (Ali Mac Graw), que acabó en tragedia por una leucemia. La muerte siempre presente ante los jóvenes amantes, que ya habían superado al fin, las diferencias sociales y familiares. Oscar a la banda sonora de Francis Lai, y lagrimones a granel en el patio de butacas. Y es que las historias de amor calan profundamente, unas veces porque refleja nuestra propia existencia vital y estás frente al espejo; y otras porque son tan imposibles de cumplirse, que soñar con que se hagan realidad, ya es aliciente suficiente para seguirlas con todo el frenesí.

    No hace mucho se volvió a pasar por enésima vez en la TV el filme de “Pretty Woman”, y mira que ha llovido desde que se rodó, veintidós años. Pues nada, éxito de taquillazo en el sofá casero. Compitiendo en audiencia además con programas de rabiosa actualidad, pero la mayoría prefirió ver al multimillonario Edward (Richard Gere) y a la escort Vivian ( Julia Roberts) en una trama amorosa picante, no exenta de fina ironía y humor. Y es que en el fondo, los humanos somos unos románticos empedernidos, y en la moderna cenicienta y la antigua del príncipe en el cuento infantil, sigue siendo tan actual que su mensaje no morirá jamás, mientras una pizca de ternura y sensibilidad, pululen por nuestra maltrecha sociedad.

    El, rico y exitoso hombre de negocios sin escrúpulos, cansado de cazadotes pijas y cursis. Ella, guapa, con talento impulsivo y fracasada en la vida, buscándose la vida por los suburbios de la gran ciudad. Y el destino los une en una imprevista coincidencia, a veces los mejores ratos de nuestra vida no los habíamos planificado en absoluto, y salen con airosa espontaneidad. Del antro al lujo del gran hotel con fresas y champán. De la ropa remendada de mercadillo barato a la boutique de gran caché, o sea a las tiendas caras de Beverly Hills. De la pringosa hamburguesa a la fina cuisine fraçaise, con toda la cubertería aprendida en clases particulares, a cargo de un voluntarioso y comprensivo director de hotel. Del chunda-chunda casposo y vociferante de un tugurio, al vuelo privado en jet a San Francisco, para ver la sublime ópera de la Traviata, con collar y pendientes prestados de doscientos mil dólares.El, creyendo tenerlo todo, no tenía de nada. Ella aún pobre, era más rica que él, y quiere el cuento completo con final feliz, el imposible rescate de la torre.

    Richard Gere, creó un prototipo de galán fiel y cumplidor, ya en la mítica película de: Oficial y Caballero. Cadetes que se aprovechan de las chicas lugareñas, o las chicas lugareñas que buscan cazar a un apuesto oficial, para llevarlas lejos de su infeliz presente y comenzar una nueva vida. Real como la vida misma, aún sin guapo oficial. Recuerdo el cine lleno de aplausos, cuando el flamante piloto avanza con su blanco uniforme, seguro y decidido por la fábrica papelera, y arranca en brazos de la cadena de producción a su bella chica, rescatándola para ofrecerle una vida mejor.

    En Pretty Woman es ella quien le rescata a él. Vivian es pobre en dinero, pero la rica en frescura, vivencias y sentimientos. Ëdward, rico, montado en el dólar hasta pudrirse de capital, pero huérfano de sincero afecto, amor y ternura. Y al final el cuento se hace realidad, y el caballero rescata a la princesa. Y vivieron felices y comieron perdices. Fin.

    Esto es holywwwooooddd…¿quien tiene un sueño?, pregunta con gracejo el negro desgarbado por el paso de cebra, pues mira chaval, sí, pa qué engañarnos, la hemos visto veinte veces y veinte más, la volveremos a ver. Nos gusta la peli porque nos hace soñar cosas bonitas, nos ilusiona y nos hace sentir bien. Nos evade de nuestra triste realidad, de la que ya estamos hasta los mismísimos. Siempre igual, siempre lo mismo…todo se repite…que no, que no quería hablar de crisis, ni de política, ni de independentismo, ni de gaitas gallegas. Que mientras hablábamos de Richard Gere y Claudia Roberts, nos habíamos olvidado del rescate y de la prima de riesgo. ¿Verdad que sí?. Pues no te preguntes por qué la enésima reposición ha tenido tanto éxito, tu mismo te has contestado.

    …Y al final sucedió que Ella, le rescató a él…


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