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Valencià
Por Vicent Albaro
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Fuego en el monte

    A cualquier persona mínimamente sensible le provoca un sentimiento de honda tristeza, mezcla de impotencia y desolación, observar las escenas de la colosal falla que asola los montes valencianos. Los del Alcalatén vivimos un drama semejante en 2007, y los que peinamos algunas canas ya nos hemos acostumbrado al ciclo temporal del incendio forestal, más o menos cada quine o veinte años, que es el tiempo que tardan las aliagas en cubrirlo todo de un alfombrado abigarrado de casi dos metros, absolutamente impenetrable por lo tupido de este seto punzante, paraíso del jabalí con población al alza, y que es el corre fuegos más temible que existe.

    Aún a la hora de escribir estas líneas, los fuegos iniciados en Cortes de Pallas y Andilla, andan quemando hectáreas a placer, muy a pesar de los dispositivos terrestres y aéreos que están intentando apagarlo, o al menos controlarlo, con una pérdida humana. Todos son conscientes que con esta sequía que nos acongoja desde hace años, el monte reseco hasta la inanición de sus más resistentes plantas y el viento de poniente soplando abrasador, el fuego en estas condiciones ambientales, con orografía accidentada es imparable. Y lo es, porque hemos dejado a merced del fuego el monte. Un monte imposible de mantener. Un monte de postal dominguera, de casita rural de fin de semana, de excursionistas pijos con altímetro y marca pasos. Un monte supuestamente conservado por ecologistas de ciudad con tufillo radical, que pretenden una utopía loca como es dejar la montaña a su aire. Sin que nadie intervenga en su acondicionamiento, porque ven en el ser humano un intruso en el medio; casi diría un malhechor, que quiere saquear sus bondades naturales, de las que ellos son los únicos paladines y defensores a ultranza. Y claro, el monte dejado a su aire, cuando sopla el aire e irrumpe el fuego natural o provocado, sella la total catástrofe. Estos incendios cíclicos, se han vuelto incontrolados desde que el hombre ha abandonado los cultivos de secano, las actividades ganaderas y cinegéticas, los trabajos forestales y todo aquello que repercute en la explotación de los recursos naturales domésticos, que dicho sea de paso, nadie valora o se persigue con contumacia.

    Al hilo de este drama incendiario, cuando la densa nube de humo nublaba nuestros cielos y oscurecía el sol, en una caricatura dramática del Apocalipsis. Cuando se encogía el alma en un puño, al ver caer la lluvia yerma de cenizas en vez de agua, como prueba irrefutable de la desolación; me venían al pensamiento tantas conversaciones con agricultores de secano. Hombres que lo han dejado todo abandonado a merced de las aliagas, primero porque sus descendientes pasan del asunto. Estos no son aficionados a la labranza, sino a la ruta pedestre con altímetro. Y después, porque los chicos del ecologismo de ciudad que saben tanto de campo, que vomitan todos los venenos contra esta pobre gente rural; los han echado de sus campos y viven encerrados en clubes de tercera edad, matando el tiempo y cabreados con un mundo, que no es que no los entiende, sino más bien los apalea.

    Porque apalear a estos hombres significa, prohibir todas sus actividades seculares. Se les prohíbe cortar cañas en el río para su huerta o hacer cañizos. Y así están los cauces de ríos y barrancos, lo que antes eran cortafuegos hoy son autopistas de masa forestal, para que corran las llamas a más velocidad. Nada de cortar la sarga para hacer cestos de mimbre o el baladre para cortinas de canutillo. Nada de tocar un tomillo o una manzanilla o un romero para remedios curativos, todo está protegido y si te pillan, te la cargas. Se les deniegan las cazas tradicionales con todos sus componentes adicionales, como artesanías elaboradas con elementos naturales. Hoy todo está prohibido y la lista va in crescendo. Porque la guardería forestal o al menos parte de ella, está excesivamente ideologizada y son el brazo ejecutor de ecologistas radicales por todos conocidos. Y lejos de contribuir a asesorar y auxiliar en estas labores seculares, que conforman nuestra vida rural de siempre, se han convertido para la gente de pueblo, en unos inquisidores con hambre de multar a todo lo que se mueva. Máquinas autómatas de reprimir, sin sentimientos humanos que sancionan y amargan la vida, a cualquiera que pase la frontera del asfalto y se adentre en el mundo de lo rural. Me duele decir esto y aunque no sea políticamente correcto, es la pura realidad. Pregunten a la gente de los pueblos con confianza, la percepción que tienen de este cuerpo medioambiental, que parece haber sido creado para hacerles la vida imposible a los usuarios de fincas y campos. La realidad es tozuda por más que se quiera disfrazar o edulcorar y habrán de esforzarse mucho para cambiarla.

    No pretendo centrar la cuestión en los forestales, porque los hay y muy buenos, pero se han ganado fama de putear al personal, ellos sabrán por qué. Hace años a un amigo mío le dio por volver al campo. Quiso recuperar las viejas fincas perdidas de su padre y plantar olivos, auto convencido de las bondades del aceite de oliva virgen. Fincas con más de treinta años sin labrar, que el abandono había convertido en un bosque anárquico de pino y matorral, más o menos como lo que estará ardiendo en estos instantes. Para ejecutar esta labor que hoy no hace casi nadie, tuvo que salvar un ingente número de trabas burocráticas para devolver el arado a la tierra. Y es que aquí en nuestra tierra, cuando hablas de roturar ya te crujen, y te etiquetan como un asesino de inocentes vegetales. A la hora de limpiar bancales el forestal le iba indicando esto si, esto no se toca. ¿Oiga, pero la finca de quien es?. Así es la realidad, pese a quien pese. Como paradoja, el fuego se para y apaga en los bancales labrados. Sin ellos, ¿Cuántos de estos vegetales protegidos caben en 50000 Ha quemadas?.¿Alguno lo entiende?.

    Si las autoridades competentes no establecen condiciones favorables para recuperar la tierra y hacerla productiva. Comenzando por la limpieza de bosques particulares y públicos, promocionando actividades ganaderas y usos de producción agrícola tradicional. Dejan de perseguir como criminales a los cazadores y usuarios de los montes de toda la vida. Apoyan a nuestra agricultura autóctona y a los productos que proporciona. Si las autoridades no se dejan acongojar por radicales ecologistas, que militan por una idea sensiblera y desenfocada de la naturaleza, que se viene demostrando inútil. Si no comienzan a triturar restos forestales para biomasa, abren cortafuegos y pistas de acceso a rincones remotos. Etc. Etc. Esto no tiene solución y el fuego volverá. Podrán incrementar el número de bomberos con plaza fija o voluntarios. Medios aéreos y terrestres. Ejércitos ad hoc como la UME, incluso la Brunete o la Legión extranjera. Nadie va a parar un fuego como este que nos ocupa. El monte ha de estar limpio, y el pinar más aún por su resina combustible. Todo lo demás son gaitas y juegos florales.

    Así que no hay solución, habrá declaraciones de buenas intenciones, promesa de subvenciones, lamentaciones y agrias críticas. Pero si no se toma en serio el problema de raíz, sino se limpia el monte, volverán a crecer las aliagas sobre el suelo ennegrecido y abonado de la chamusquina, compitiendo por la luz solar miles de pinitos y arbustos. Pasarán los años y cuando esa masa compacta tome volumen, un día de caluroso verano, con viento de poniente…un pirómano mal nacido, o un rayo, o un cristal con efecto lupa, una quema incontrolada de rastrojos, o un dominguero gilipollas pegará de nuevo fuego y se expandirá como la pólvora. Y volverá a comenzar todo de nuevo, con angustias y lamentaciones. Solo faltarán Nerón y su lira, un Peter Ustinov cantando poemas insoportables como en Quo Vadis. Y es que todo se repite. Hasta las tragedias más delirantes. Se me ponen los pelos de punta cuando veo, que el verano solo acaba de comenzar, la sequía es terrible y nuestros montes siguen estando llenos de un tupido manto arbustivo que nadie limpia, ni piensa limpiar. Sociedad nuestra de chalet y de playita, que has dado la espalda al campo de tus mayores…¿QUO VADIS?

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