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Por Vicent Albaro
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La fiesta en casa

    Se acabó. C’est fini. Kaput. The end. No son frases de ninguna canción romántica, ni siquiera el último título de crédito de las películas de habla inglesa. Simplemente es el fin de las mini vacaciones a tutti plein y el retorno a la quedada en casa. Claro que por obligación crematística pues a la fuerza ahorcan. Hemos vuelto a los años setenta. Osease a participar de las fiestas del pueblo masivamente y renunciar a la escapada. Acontece que no hay presupuesto para ello, ni cuerpo que lo resista. De forma súbita, nos han entrado a todos, unas ganas locas de ver y participar en las procesiones del pueblo, de asistir a las romerías locales y de volver a los masets con el picú, perdón, con el CD o el MP4 y hacer vida de pandilla, con rua de tortilla o torrada de chullas, salteadas de longaniza, morcilla, pancheta, etc…!Y ,lo bien que se lo han pasado las cuadrillas pascueras!.

    Nada de semana blanca, ni de casa rural pija, ni viajecitos al Caribe o al Anapurna, a Paris y Londres, en todo caso Burriana que está más cerca. Y todos tan contentos. Me lo decía un amigo de mi hijo. Lo bien que se lo habían pasado y por cuatro perras gordas. Lo de las perras lo digo yo, pues éste es de los Euros modernos. Así que el que no se conforma, es porque no quiere. Ya solo falta que en la música enlatada, sonaran: Beatles, Dúo Dinámico, Peret, Demis Roussos o Camilo Sesto. Cojonudo. Retorno a los orígenes. De cuando el pueblo era pueblo, y eso de los apartamentos y chalets, era un sueño inalcanzable, vamos cosa de cuatro ricos. La gente trabajadora poseía su modesto maset que hacía toda clase de funciones. Caseta de aperos, chalet de verano, refugio de caza, picadero de los hijos y hotel rural para fiestas y findes. Es el retorno al paraíso, una novela que llevo entre manos hace tiempo, y que no se si terminaré algún día, por lo rápidos y vertiginosos que se suceden los acontecimientos.

    Dos fechas eran claves para ligar en nuestra época adolescente, finales años sesenta y setenta y pocos. Por nochevieja y por Pascua. Había que buscar chicas como fuera, ya que una pandilla sin chicas era como un jardín sin flores. Y el asunto no era nada fácil. Ellas se hacían las duras y remolonas. La mayoría de nosotros estábamos en el limbo. Cuando se conseguía el pacto de juntarse, a base de muchas negociaciones y fichas para los autos de choque,  venía la segunda parte. Consistía en el reparto de parejas. A mi me gusta este, o esta, o aquel o aquella. Y la cosa se complicaba, porque rara vez se coincidía en los gustos, y para los más agraciados físicamente de ambos sexos, se amontonaba la competencia.

    Hecho el plan, tocaba vestirse con los vaqueros y la camisa floreada según la moda. Atiborrarse de colonia Varón Dandy, y acudir a la cita pactada. Sonrisas, gracietas, frases ininteligibles, chorradas a granel y chistes malos. Ríete tu del Cuéntame de Imanol Arias. Todos juntos al maset de Fulano, y si los padres no dejaban la llave (cosa bastante común, por si acaso), la terraza chapada con azulejo de saldo o serreta, era magnífica. Bailes sueltos a gó-gó…y toca el agarrado. Complicado asunto si tu elección no era correspondida, más te valía salir a buscar espárragos, literal, pues es plena temporada y aprovechabas la tarde. Los que acertaban en gustarse mutuamente, se lo pasaban en grande. Eran días permisivos para cogerse de la manita y robar algún beso inocente y siempre furtivo. Ojo, que aquí nadie toca pelo si la cosa no va en serio, y se formaliza la relación. Y muchas veces ni aún así.

    Pero lo cierto es que muchos matrimonios de muchas generaciones de mi pueblo y de tantos lugares, intimaron en un día de Dobla, que a parte de ser un pasodoble compuesto por el músico D. Eugenio Macián Cervelló, era el día D y hora H para ligar chicos y chicas, en plena represión sexual y derivadas. Estoy completamente seguro, que el paisaje campero de nuestro abandonado término, es testigo mudo de muchos secretos de alcoba ecológica. Algunos acabarían bien y otros no tanto. El baile agarradito, las manos entrelazadas, la cabeza de ella recostada sobre el pecho u hombro del valiente conquistador, los ojos de borreguito degollado fijos hasta hacer daño a las pupilas, aderezo propicio para una inocente y muy romántica parodia amorosa. El beso robado y sonrojado…todo un poema lírico de inocencia, revestido de cierta beatitud carnal. Igualico que ahora con el botellón, el porro y el aquí te pillo y aquí te mato.

    Así que estas pascuas, no he podido reprimir el emocionarme, al ver cuadrillas de jóvenes; chicos y chicas con sus merendolas, camino del maset a hacer sus cosas. Y esa imagen añeja, me había quitado unos cuantos años y varias capas de mugre vital. Y no he querido saber más. Era como una foto actual y en color, de aquellas de blanco y negro que guardo en un álbum polvoriento. Si después los pibes, se hablan con la jerga infumable de los de Gran Hermano, y se lanzan improperios -desperdiciando algo tan hermoso como los primeros escarceos que se recuerdan siempre-, allá ellos con su canallada. A mí que me registren. Pero mira por donde, esta puñetera crisis, nos devuelve sin querer, a donde quizás nunca debimos salir.

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