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Por Vicent Albaro
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De la Escuela de Cerámica, a la Fábrica

    Desde la mina a la era, la era al molino, el molino al alfar, de allí al horno de bizcochado, siguiendo por el barnizado, la decoración al uso y la cocción final; media un proceso técnico complejo y sugerente. Como todo buen ceramista sabe, si tras todo el laborioso desarrollo, falla el fuego en la cocción final, adiós muy buenas y vuelta a empezar. Ese es el drama de la cerámica, después de todo el trabajo realizado, acaba por ser escombro del testar. Pero también es su magia y su grandeza.

    Anda la Escuela Superior de Cerámica de Alcora, reclutando alumnado para el próximo curso. Una escuela que enseña el oficio en las aulas y con prácticas de laboratorio en pocos años, con título de licenciatura universitaria, vamos que en cinco años aprendes lo que cuesta la experiencia de toda una vida, y que un experimentado práctico, jamás tendrá, la preparación de conocimientos de ese licenciado. Y sí el licenciado con sus estudios podrá además adquirir, el valor añadido de la experiencia. Y con todo esto, cuesta llenar las aulas de la Escuela Superior de Cerámica. Yo, es que ya no entiendo a mi pueblo, y cada día me cuesta entenderlo más.

    Mi anterior artículo sobre la era y el barro, ha sido comentado en variados círculos y así me lo han manifestado algunos. Y voy a seguir en el tema, porque esta incomprensible orfandad de la Escuela de Cerámica, también es producto de la ignorancia que produce el desconocimiento del medio, esto es: el barro, la arcilla, la gestualidad propia de la manufactura y sobre todo, la negación de la historia. La gente por lo general, suele leer poco y habla demasiado, a veces de lo que no se sabe, y bien pudiera afirmarse que junto a la envidia, es el deporte patrio. Si observamos la evolución demográfica de Alcora, hay dos fechas significativas del aumento poblacional extraordinarias. A partir de 1799 casi dobla la población, y en 1970 que también la dobla. ¿Y por qué sucede esto?. En el siglo XVIII arranca la fábrica del Conde de Aranda, y en siglo XX, se produce la eclosión fabril azulejera de los años sesenta. Donde hay trabajo, hay pan y donde hay pan acude la gente, da igual el siglo que sea, vayamos en carromato o en automóvil. Por cierto, los datos demográficos se publican todos los años en la Guía ECA municipal.

    Así que resulta que la cerámica, hace subir y bajar el pueblo. Y resulta, que hay demasiada gente que pasa de la cerámica, en cualquiera de sus variadas manifestaciones, incluida la Escuela Superior . Y lo siento mucho pero cuanto más claros mejor. Pasan, quienes debieran protegerla como bien productivo y no lo han hecho, sino todo lo contrario; han permitido competencia desleal externa y otras aberraciones. Pasan, quienes han copiado el modelo y con prebendas, se lo han llevado crudo a sus pueblos con modernas autovías hasta la misma puerta, mientras aquí reíamos sus gracietas y ocurrencias. Pasan, quienes en este extraño pueblo, aún no han entendido que el trabajo en la cerámica no es una maldición bíblica, sino una forma singular de crear riqueza y redistribuirla. Pasan, quienes atraídos a este lugar por los jornales del barro bizcochado, no han sabido promover en sus descendientes el motivo de su migración a esta noble villa, recostada en la montaña de San Cristóbal. Y si yo fui azulejero (por voluntad), mis hijos tienen que ser abogados o filólogos o veterinarios…, (con todos mis respetos hacia ellos). Pero no irán al tajo. ¿Ah, no?. Pues no. Y claro los oficios profesionales, no han pasado por su mejor momento en los últimos años, entre ellos ensuciarse las manos de barro. Y tenemos legión de licenciados universitarios en paro, y pocos oficios amanuenses, víctimas de un sistema que se ha demostrado a las claras, equivocado.

    La Escuela Superior de Cerámica de Alcora, permite adquirir conocimientos técnicos y artísticos, refrendados con una titulación válida en España, y que puede ser de utilidad en Italia, China, Brasil, Turquía, India, Marruecos y Dios sabe donde, en este mundo globalizado. Ríete tu, de tener que ir a estudiar lejos, con el coste que ello supone. Ahora mismo, donde nuestros padres iban a trabajar al horno de pasajes hace cuatro décadas, eso es el entorno de las extintas fábricas de Gaya, Gómez, Sánchis, Symfa…y junto a otras actuales, existe un primoroso centro de estudios, que ofrece la posibilidad de formación y titulación, para trabajar en lo nuestro. Lo de toda la vida desde los alfares, ladrilleras, Real Fábrica y azulejeras modernas. ¿Y aún no se completan las aulas de alumnos?. Que me aspen si lo entiendo.

    Un antepasado directo mío, un tal Vicente Alvaro Ferrando junto a Cristóbal Pastor, - y no Michel de la Fua como narra el libro de Palomero-, fueron becados por el Conde de Aranda para estudiar en Paris, los secretos de la porcelana, que era tanto como viajar hoy a Hong Kong en autobús. Con sincera humildad pienso, que deberíamos releernos nuestra propia historia para situar el presente y preveer el futuro, por muy negro que se vea. Malograr la oportunidad de aprender un viejo oficio, por ensoñaciones o deformación de nuestra realidad no es sabio ni prudente. Habría que habilitar un espacio de ERA pública o rotonda o lo que sea, con arcilla para que los niños pastaran el fango, se ensuciaran y probaran se delicada textura en la piel. No son los barros terapéuticos negros del Mar Muerto para embadurnarse frívolamente el cuero, pero éstos más humildes y recatados, nos han dado de comer a lugareños y foráneos. Han doblado la población en sus ciclos productivos, según nos enseña la historia ignorada.

    Un poco de respeto señores, para quienes han hecho del barro en todas sus posibilidades, una fuente de estudio, riqueza, sabiduría y prosperidad. “Ale xiquets, aneuse’n tots a pastar fang”.

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