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Por Vicent Albaro
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Entre moros y cristianos (II)

    Cuenta la historia que los musulmanes afincados en Hispania, alcanzaron grandes cotas de progresión social y cultural tales como: arquitectura, ingeniería, medicina, artes decorativas, literatura, etc…llegando incluso a confraternizar sus taifas con los reinos cristianos del norte en numerosos intercambios, incluso consiguieron una normal convivencia entre culturas sumando la hebrea. Esta relación intercultural fue profusamente publicitada, para dar pábulo al invento del anterior presidente Zapatero, en su fracasada alianza de civilizaciones. Incluso se exhibe en estos meses, una teleserie en Antena 3 titulada Toledo, con más fuego de artificio y culebrón venezolano, que realidad histórica.

    Sea como fuere, a aquella idílica y dudosa relación, a aquellos guerreros muslines que un día cambiaron las cimitarras y lanzas por azadas y rejas, para convertirse en pacíficos labradores y ganaderos…no le faltaban, de tiempo en tiempo, un pregonero integrista para recordarles los precepto de Allah, como antesala de nuevas hordas de Almorávides que cruzaban el estrecho blandiendo las armas, para poner las cosas en su sitio. Los cristianos desempolvaban las suyas, y vuelta a guerrear. Y así hasta el final, con la conquista de Granada en 1492 por los Reyes Católicos. Pero con los siglos han vuelto y cada vez son más.

    Los tiempos que vivimos no son propicios para pensar en ese idilio cultural entre culturas, pese a quien pese. La ensoñación de reconquista de Al-andalus, por parte de modernos guerreros de Alá, no es un tema baladí fruto del calentamiento mental de algún perturbado. El mundo islámico fragmentado, incluso irreconciliable entre ellos, se unen frente a alguien que consideran enemigo a batir por cuestión religiosa, y que siempre se acompaña de estratégica y económica. No son proclives a mezclarse con los paisanos, si no es en casos muy concretos, es más, suelen formar circuitos cerrados ante una posible contaminación de un modus vivendi inapropiado para ellos. Nuestra forma de vida relajada y un tanto depravada, en especial la juventud, no les inspira ninguna simpatía. Si a ello añadimos algunas soflamas de sus Mulás en las mezquitas, en calculadas mezclas de religión expansiva y reafirmación, no es de extrañar que ya se les vea como un peligro en muchos países europeos, donde nos han ganado en natalidad por goleada.

    El integrismo forma parte consustancial de todas las religiones. Está en la interpretación de los textos según quién los haga. Entre los musulmanes, la inmolación de la vida es un ejemplo diario de los noticieros, llevándose por delante a sus enemigos. Recientemente han atacado a cristianos e incendiado sus iglesias en Egipto. En muchos pueblos se molestan ante tradiciones cristianas como el Belén por Navidad, o el mismo crucifijo. Seguramente no serán todos, pero haberlos haylos. De ahí que no generen excesivas simpatías entre el paisanaje, siempre propenso a desconfiar del moro, en un atávico instinto de conservación. Del buen rollito a la batalla de Lepanto contra los turcos, media un abismo puede pensar alguno, y sin embargo fue decisiva para parar su conquista de Europa siglos atrás. Hasta un genio como Cervantes se enorgullecía de sus heridas de guerra patrias.

    Así que, sin ánimus molestandi, nada me agradaría más que esa convivencia fuera sincera y duradera. Tienen a su favor unas leyes proteccionistas, políticos acomplejados y unos cristianos de boquilla, descafeinados sin fe ni convicción, que no ejercen como tales cuando no, apostatan de su fe. Y los que ejercen siempre ponen la otra mejilla, según ordena su “profeta” Jesús, incluso les dan víveres y ropa en las mil y una Cháritas parroquial. Con estos mimbres todo debería ir bien, la relación vecinal, la cosecha de la aceituna por el olivar y demás foros de convivencia. Yo así lo deseo con rotundo fervor.

    Pero lo que ni yo, ni usted, ni nadie podrá evitar es si algún día, uno o varios Mulás investidos de inspiración divina y guiados por su libro santo, enaltecen a la morisma pues consideran que las condiciones son favorables para la reconquista de lo que consideran suyo. O simplemente es cuestión de tiempo, y ocurre la sentencia de aquel ardiente orador de Argel que pronosticó la célebre frase: La nueva Europa no será conquistada con los guerreros de Alláh, sino con los vientres de nuestras mujeres. Ahí es nada colega. Por si acaso vayamos practicando. Salam alhicun.

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    comentarios 6 comentarios
    Un civilitzat
    Un civilitzat
    25/01/2012 04:01
    Ni cristians ni sarraïns, roïns.

    La mal anomenada reconquista, que no va ser una altra cosa que una successió secular de guerres i paus entre els hòmens més poderosos de la Península per a ampliar el seu poder sense fer fàstic a cap tipus d’aliances de conveniència, va servir per a seleccionar els senyors de la guerra, els que agraïts als seus vassalls més fidels, van trobar en la concessió de títols nobiliaris una fórmula per a fidelizar suports. Reis, nobles i monjos armats van establir un sistema impositiu tan injust com cruel, perquè totes les càrregues requeien sobre els que treballaven, de tal manera que, gràcies a la força bruta, els uns i els altres van ser enriquint-se a través dels anys gràcies als diners que els llauradors els entregaven per por, o al que els era confiscat a sang i foc quan es resistien o al•legaven ruïna. Els guerrers de tota classe mai es fartaven de matar i acumular riqueses en nom de Déu.

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