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Por Vicent Albaro
Camins de l´Alcora - RSS

Camino del pregón de Castellón

    Cuando llegan las fiestas de la Magdalena, un aire lúdico se expande por toda la provincia aliñado de cierto magnetismo hacia la capital. O lo que es lo mismo, un río de gentes de los pueblos se cita en las fiestas fundacionales de Castellón como si fueran las propias. Y a decir verdad puede que lo sean, pues medio Castellón procede del desarraigo de numerosos pueblos del interior y de media provincia de Teruel. Si a ello añadimos la dependencia gregaria por estudios, amistades, afición taurina, familias asentadas, segunda vivienda y proximidad geográfica, concluyo sin exageraciones que para Alcora, la Magdalena son unas fiestas más de la población. Y no es de ahora, pues hace muchos años, cuadrillas de alcorinos se desplazaban en camión al ermitorio de la Magdalena, cuando el automóvil era un lujo imposible.

    Y aparte del gusto personal por tal o cual acto del programa, el hito oficial y señero provincial ha sido desde su inicio: la Cabalgata del Pregó. Esa muestra etnográfica e histórica que contribuyó durante muchos años, a ilusionar a las agrupaciones folklóricas de los pueblos que mantenían su tradición, muchas veces para “bajar” al Pregón de Castellón a exhibir sus singularidades patrias. Y hubo años en que los ayuntamientos se volvían locos para encontrar voluntarios que se vistieran de folklóricos, y representaran el acervo cultural de sus antepasados. Y ni pagando oigan. Vestirse de churro y calzarse unas alpargatas de careta, era una bajeza y un sonrojo insoportable para la mayoría de aquella juventud que hoy andará entre los cuarenta y tantos y sesenta abriles.

         

    Alcora siempre le ha sido fiel al Pregón de Castellón. Desde sus inicios y tal cual ahora lo conocemos, lo más granado del pueblo ha desfilado por las calles de la capital de la Plana. Todo comenzó con la alcaldía del Dr. Don Federico Michavila Paús, en la que grupos de baile y danzas comenzaron a asistir al Pregó. Muchachas con delicadas piezas cerámicas bajo el brazo, desfilaban en una muestra impagable del santo y seña alcorense, la cerámica. Los grupos de danza con la rondalla de cuerda, interpretando la jota, la seguidilla y el fandango. Alegres y briosos pasos, contorneando delicadas y coloristas faldas, airosas lazadas azules y rosas. Ágiles y diestras manos con repiqueteo de castañuelas y voces toscas, seculares, mostrando lo más íntimo de la villa ceramista. Un estriptise apasionado en pro de promocionar nuestro costumbrismo rancio, herencia sacrosanta y distintivo ufano de los pueblos rivales de en derredor. En aquellos años, eran pocas las poblaciones que participaban en el Pregó, comparado con ahora. Como también eran pocos los del mismo Castellón que participaban en la magna cabalgata. Todo lo contrario que actualmente, tan extenso como abigarrado.

    Eran años pobres de economía y ricos en ilusiones. La terna alcorina de esos años, era  entusiasta y numerosa, muy participativa y jovial. El colmo de los colmos para Alcora y también para Castellón, era bajar al Pregó además de los bailes, a la Recua Arriera del Conde de Aranda. El no va más, etnografía en estado puro. Y hablando de la Recua, en este enero tuve la oportunidad de charlar con Encarna Bou Nácher, hija del mítico tio Enrique Bou, responsable de aquella primera recua al Pregón en el año cuarenta y ocho del mil novecientos. Encarna, me contó las peripecias de su padre Enrique, de Pepe el Sorollo y compañía. De salir a pié con las caballerías rumbo a la capital, cuatro mulos en reata, más un carro repleto con los aparejos y algunas viandas para tan largo viaje. De hacer noche y subir al día siguiente agotados, con un regusto a frustración y cierto desamparo, al que doy fe por experiencias posteriores, 1983, 1987 y 1995. Como fuere, Alcora siempre solidaria con Castellón.

    Y mucho después de aquello, ocurrió que los tiempos fueron cambiando. Que se puso de moda lo Folk, lo rural y lo añejo, nacieron agrupaciones hasta debajo de las piedras. De soca i arrel, y de allende las fronteras del terme i ciutat. Lo que no estaba fundamentado se inventó o se adaptó, y todos se pusieron en marcha hacia el camino urbano del Pregó, amplificado por la TV de Canal 9. Y aquello se hizo más largo que una cuaresma de las de antes, hoy la gente pasa olímpicamente del ayuno y abstinencia, casi no existen la moral religiosa ni la conciencia de pecado por lo general. Y los castelloneros comenzaron a recortar participación, a seleccionar, a descartar para que la cabalgata no durara hasta la Romería de les Canyes  del domingo. Y en éstas, a mi pueblo le tocó reprimir y recortar su presencia, en pro de otras identidades más recientes o inéditas, o con más influencia política, que reclamaban su minuto de gloria en Cor de Festa y su rollizo presentador, el del sumo gracejo y con más plumas que un zorzal, como reza la copla.

    Y tengo el corazón partío, pues me gusta la parte histórica con su rey Don Jaime, sus caballeros y mesnadas, los templarios con espadica al ladico. La mascarada de los moros y voluptuosidad de las moras. Las joviales bellezas de la mujer vestida con ropaje tradicional, con sus moños y arracades, esas faldas ampulosas de mil colores, las carrozas…Pero mire Usted, cuando suenan las bandurrias y las guitarras, las laúdes y el guitarró, y esa pandereta enjugassada, cantando aquello de : “Mireules si son boniques, asomades al balcó, están la mar de pagades, mirant com passe el Pregóoo…”  me enerva el alma, y por el rabillo del ojo se me representa la Tía Verana, Manolo Mosca, Mosqueta, Arabela, Pilar Miralles, Pascual Albaro,  Carmencita la Poresa, y tantos y tantos que han dado lo mejor a cambio de nada. Y no me lo puedo remediar, me aflora un irrefrenable sentimiento de rebeldía aldeana. Y pienso que no sería mejor, mandar a los de Castellón a freír espárragos que ahora es temporada alta y en tortilla están buenísimos, y dedicarnos a lo nuestro. Que los tiempos han cambiado y el Pregó, ya no es un modesto camino, sino una ampulosa autovía de seis carriles y con escalextric multialturas. 

    Y como le dijo el tío Enrique Bou a Don Federico en 1950: “Si volen que baixe la Recua, que afluixen la mosca, que no estem per a fer el Tàfol i perdre el jornal”. Sentencia más realista y autóctona imposible. La historia se repite y es que somos unos Táfols, que para el no versado en fraseología local, fer el Táfol es como el Quijote pero en cassolano. Madalena Vítol.    

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