Amores perdidos en una canción
Con los años, muchas canciones jalonan nuestras estaciones vitales. Con ellas recordamos personas, lugares y un tiempo concreto. Con esas melodías nuestras emociones se desbordan en una vasta panoplia de sentimientos. ¿Qué somos si no, una inmensa e intangible biblioteca de recuerdos que endulzan o hieren nuestra carne mortal?. Hace pocos lustros una comedia romántica inundó los cines. Ese lugar oscuro donde se iluminan nuestro sueños. Y hasta creemos hacer posible, utopías inalcanzables. Se llamaba Nothing Hill y ambientada en un barrio londinense, cuenta las peripecias de dos amantes con distinta personalidad, con vidas imposibles de conjugar, pero a las que el amor consigue unir en un extraño e improbable desenlace.
Es de esas películas que te reconcilian con la raza humana. Apta para enamoradizos románticos que dejan la estela de grandes interrogantes cuando aparece el The End. Y uno, que se ha criado en otros tiempos, donde a la mujer se la veneraba y respetaba hasta la devoción religiosa, se sumerge hasta el fondo en la trama agridulce de la historia hasta su feliz desenlace. Nos gusta ver en el cine, aquello que jamás podremos conseguir. Y nos alegramos de que aquellos seres humanos, El y Ella, aunque estén forrados de dólares y como estrellas que son, acaben como nos gustaría que nos pasara a nosotros. Es el encanto y el misterio del séptimo arte. Es, ha sido y lo seguirá siendo mientras soñemos con imposibles.
Esta película como muchas, tiene una banda sonora deliciosa que va al unísono con la historia. La canción She de Elvis Costello, de una melodía arrebatadora.
Los del antiguo plan de educación, entre los que me hallo, aprendimos idioma francés por aquello de la facilidad con nuestra lengua vernácula. El inglés vino muchos años después, cuando a algunos de mi generación, ya se nos había pasado el arroz. Digo esto, porque como a muchos, te encanta la melodía pero no tienes ni puñetera idea de lo que esta diciendo la letra. Así que penetras en la vida de los personajes por el doblaje, te identificas con la trama y le pones cara a tu partenaire. Te imaginas lo que nunca podrá suceder. Y sueñas despierto con un lagrimón resbalándote por la mejilla.
Nunca se lo contarás a Ella. La vida os separó hace tiempo y los caminos son divergentes. Pero en esa imaginación abonada por el argumento, tu eres el dueño absoluto. Director, guionista, actor y productor.
No hace mucho y sin quererlo ni buscarlo, cayó en mis manos la traducción de la canción de Costello. Fue un mazazo. La releí casi hasta memorizarla y me di cuenta que la vida te gasta soberanas putadas. Caí en esa soledad buscada del principio del escrito. Y mi pasado se plantó ante mi, como una película a golpe de canción romántica. Cada estrofa de la canción, seguida con la traducción aceleraba un corazón viejo y dolorido. Y sólo al final: “The one i’ll care for through /the rough and many years/me i’ll take her laughter and her tears/ and make them all my souvenirs/ for where she goes i’ve got to be/ the meaning of my life is she, she, she.” Me certificó uno de los muchos errores cometidos en mi puñetera vida. La canción era una maravilla, hasta llegar allí. Y lo más cruel, es que he tardado doce años en descubrir esa magnífica letra. Una radiografía perfecta de sentimientos inasequibles al desaliento. Inmortales vamos, por más que los quiera suicidar.
Así que ahora odio el francés, por más que Russell Crown, le diga a la chati: “Tes yeux sont merveillesament bleus”, en Un Buen Año. Y al inglés, como no le puedo hincar bien el diente, pues eso, me deja una vez más a los pies de los caballos. Ya no se si Julia Roberts y el lánguido Hug Grant, superarían la escena final del banco del parque. Esa escena literaria en estado de buena esperanza. Lo que tengo claro es que mi chica y yo, sí la hubiéramos superado con creces. Porque la canción She de Costello, hubiera sido un evangelio. Un guión de vida real y auténtico, sin tener ni idea de la existencia de esa canción. Porque entre otras cosas, aún no había sido compuesta, pero existía la fuerza del corazón y el afán de sobrevivir en la película de la vida. Pero algo pasó, no sé el qué. La cuestión es que ya no volveré a ver con los mismos ojos ese DVD, que me alegraba alguna tarde solitaria, soñando en quimeras imposibles. Porque siempre que sonará la canción en los títulos de crédito, el ignorante de mi sabrá lo que está diciendo: “Ella puede ser la cara que no consigo olvidar/un rastro de placer o remordimiento/puede ser mi tesoro o el precio que tengo que pagar/Ella puede ser la canción que canta el verano/ puede ser el frío que trae el otoño...
Y en las escenas no podré cambiar la cara de los actores por la suya y la mía. Pues el final me muestra la amarga realidad. Esa que no puede matar la distancia, ni los años, ni la edad. Lo siento una vez más. Todo me habla de ella. Y aunque escriba con nombres cambiados, imaginados o reales, en el fondo está Ella. Porque Ella: “Puede venir a mi desde las sombras del pasado/ o recordaré hasta el día que muera...”
Elvis Costello, eres muy buen músico, pero también un soberano cabronazo inglés.
Es una de las canciones más bellas que se han escrito, es un poema existencial con una música bellísima. Es lógico que nos recuerde siempre a alguien que queremos o quisimos mucho. Es un artículo muy bueno y difícil de encontrar hoy en día. Mi enhorabuena, lo voy a recomendar.