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Valencià
Por Vicent Albaro
Camins de l´Alcora - RSS

Alas, siempre alas

    Alas. Sé algo de mi pueblo, no mucho pero lo suficiente para dejarme prender por sus encantos. A veces profundos, oscuros y estremecedores. Otras, someros y diáfanos, la mayoría invisibles pero siempre adorables.

    He aprendido a amar a mi pueblo desde niño, con la misma naturalidad que descubría los juegos sencillos que siempre fueron. Lo amé hasta la locura, mirando sus celajes azules y las alas que lo traspasan entre gorjeos y estridentes chillidos. Ese azul que barra su escudo heráldico del Aragón profundo y el ala, abierta a aleteos sublimes. De bisoñas esperanzas de infante con túnica nacarada, de oropel celestial en lunes de Pascua acunado en abrazo paternal.

    El ala es su enseña, su estandarte y sus sueños más inconfesables. Porque volar es el ansia mayor de los mortales, y su anhelo, desterrar la impotencia que nos aprisiona a la tierra y sus miserias mundanas.

    Tienen alas los ángeles que escoltan a la Virgen de l’Albà, y otros, que en grácil iconografía, se plasman en los templos y ermitas que nos circundan, como oasis de inmaculada fe entre tanta exasperación y desencanto. Angelitos de azulado añil, cándida niñez. ¡Alas!. Siempre alas de suave plumaje y acogedora cuna. Protectoras, en emisarios de la divinidad. Alas en vuelo de palomas mensajeras o buchonas enceladas y rutilantes, trazando serpentinas coloristas en el aire, por entre el verdor severo y monacal de los cipreses del calvario.

    Tienen alas de pan de oro los jilgueros, que alegran con sus notas líquidas las oscuras umbrías de las calles. Y de blancor níveo las alas del pardillo, sobrevolando en bandos las campiñas y collados por rutas intuitivas seculares. Y tienen alas los zorzales, que escucho fugaces en las lunas de octubre. Que me enervan apasionado en irrefrenables y quiméricos deseos, las madrugadas de un otoño dulce que sabe a membrillo, azufaifo y palo santo. Inquilinos de mis campos que alteran mi reposo hasta que las viñas lloren sangre de una primavera en verde.

    Alas para las gentes de mi pueblo, para elevarse en vuelo de grandeza y perspectiva de mente. Para mirar el paisaje en lejanía y romper el círculo egoísta y prefabricado de mugres añejas. Soñar con un paisaje donde quepan todos, y cada cual aporte lo mejor para ayudar a los demás sin pedir nada a cambio. En una empresa común que vista las mejores galas de cada uno. Alas de altura, altruistas y puras sin ceras postizas de Ícaro al sol radiante.

    Alas, para mi pueblo y también para todos, de verdad, siempre Alas.

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    comentarios 2 comentarios
    Birds
    Birds
    06/03/2012 05:03
    Alicaídos.

    La verdad es que nos hace falta mucho músculo y curas intensivas para quitar el plomo de las alas caídas. Bonita metáfora aunque algo encriptada. Yo también pongo mis alas para ver si entre todos, levantamos el vuelo de una puñetera vez. Animos alados.

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