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Los familiares de Mª Amparo Enrique y Juan Albiol han conseguido por fin contactar con ellos en Chile a través de un teléfono fijo de la parroquia

Los familiares de Mª Amparo Enrique y Juan Albiol han conseguido por fin contactar con ellos en Chile a través de un teléfono fijo de la parroquia
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    Los familiares de Mª Amparo Enrique y Juan Albiol han conseguido por fin contactar con ellos en Chile a través de un teléfono fijo de la parroquia  - (foto 2)
    Consuelo Roig y José Enrique Barberá han logrado finalmente esta tarde a las 17:30 horas (las 13:30 en Concepción, Chile) hablar con su hija Maria Amparo, su yerno Juan Albiol Talaya y sus nietos Miguel y Saray, a pesar de que en el barrio de Valle Alto siguen sin luz, sin víveres y durante la jornada han empezado a llegar los militares con cubas de agua potable. Tampoco funcionan las comunicaciones, salvo escasas excepciones, incluidos los teléfonos móviles. La familia sabía que sus más allegados estaban bien por la información transmitida por la coordinadora de las misiones en el país, Mª Teresa Azagra Garciandía Gorriti, hermana de Antonio Azagra Garciandía, fundador en 1972 de las Comunidades Neocatecumenales en Burriana. Durante los 45 minutos que siguieron al seísmo las comunicaciones permanecieron abiertas lo que posibilitó que una compañera del matrimonio burrianense contactara con Santiago de Chile para decir que estaban bien.

    A partir de ahí toda comunicación fue infructuosa, pese a la lógica preocupación de la familia viendo los saqueos y pillajes que se están produciendo, de los que viene informando la propia televisión chilena.

    Desde el sábado que no se han despegado del teléfono. Pepe Enrique, más conocido como Barberá en el Ayuntamiento, donde es funcionario desde hace treinta años, ha regresado esta mañana al trabajo, pero todavía con la incógnita de no saber nada. A veces, durante estos días, han sido cuatro personas llamando a toda una amplia relación de teléfonos escritos en una libreta. Consuelo Roig, la madre, de cada media hora llamaba al teléfono fijo de la parroquia de Valle Alto porque daba tono, aunque con escasas esperanzas, porque el teléfono del consulado español en Concepción también sonaba, y sin embargo sabían que el edificio se vino abajo el sábado. Sin embargo, hoy a las cinco y media de la tarde ha cogido el teléfono el padre Héctor, de origen chileno, que ha sido muy amable, tal y como destacaba Consuelo, quien lo primero que ha hecho es suplicarle que llamara por favor a su hija para poder hablar con ella pese a la distancia entre el templo y su casa. Más de veinte minutos ha estado esperando Consuelo al teléfono “no podía arriesgarme a colgar y volver a llamar porque no sabía si me lo cogerían de nuevo”, afirmaba. Al final la alegría ha sido tremenda porque ha oído la voz de su hija, quien le ha descrito lo sucedido como algo dantesco, pese a lo cual subrayaba el gran ambiente de comunión que desde el seísmo existe entre todos los vecinos.

    Según ha explicado Mª Amparo Enrique a su madre el terremoto se produjo a las 3:37 de la madrugada, cuando estaban durmiendo, fue indescriptible. Según comentaba, se movía todo con gran virulencia, pero quizá lo más impresionante fue el ruido. Consuelo preguntaba a su hija si era como una mascletà y ésta precisaba que no, que era como un ruido sórdido que venía de abajo, y que parecía que la tierra iba a abrirse y tragárselo todo. Además fue muy largo, porque los dos minutos y medio que duró parecía que no se acababan nunca. Pese a que todo estaba patas arriba, y pocas cosas se mantuvieron en pie, Mª Amparo le contaba a su madre que los niños, de cinco años, no se despertaron, y tuvieron que hacerlo sus padres para salir de la casa. Más tarde se metieron dentro de la vivienda a esperar porque en el patio exterior había una gran grieta en el suelo. Después de varios días afirmaba que la gente aún se mira y se pregunta qué ha pasado. Las casas, al tratarse de un barrio pobre, con viviendas hechas con materiales prefabricados, no han sufrido grandes daños, aunque la iglesia, desde donde hablaban, estaba en muy mal estado y amenazaba derrumbarse.

    Mª Amparo Enrique y Juan Albiol destacaron que entre el vecindario ha despertado un gran sentimiento de solidaridad y comunión. Están compartiendo los víveres que tenían y los han depositado en su casa que actúa como despensa. Mientras, los hombres realizan labores de vigilancia durante todo el día para evitar el pillaje, hasta las 9 de la noche que comienza el toque de queda. El seísmo, relataban a sus padres, había servido para romper algunas barreras, pues los chilenos, a pesar de llevar ya dos años allí, ven con cierto recelo a españoles y peruanos.

    Los niños, después del verano austral, tenían que haber comenzado el colegio el lunes y aún tardaran varios días en poder hacerlo. Consuelo y Pepe sólo esperan que se restablezca la conexión por internet para poder ver a sus seres queridos por la webcam a través de la que se comunican a diario hasta que vuelvan a verlos a mediados del próximo mes de diciembre cuando se inicien las vacaciones de verano en Chile.

    Maria Amparo Enrique y Juan Albiol forman parte de la 4ª Comunidad Neocatecumenal de Burriana y se encuentran en Chile en calidad de misioneros para dar testimonio de familia cristiana y colaborar con la parroquia. Las diferentes Comunidades Neocatecumenales de Burriana tienen en estos momentos a más de diez misioneros por el mundo y han estado en países como Portugal, Australia, Perú, Argentina, Chile, Panamá, Costa Rica, Brasil, Santo Domingo, Costa de Marfil, Israel o Colombia.

    comentarios 3 comentarios
    Javi
    Javi
    04/03/2010 12:03
    Que bien...

    Mis más sincera enhorabuena a la familia. Estaréis pletóricos de felicidad, más después de este calvario. Besos Tíos

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