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El almussafense Ramón Girona Lacruz supera su primer siglo de vida

El almussafense Ramón Girona Lacruz supera su primer siglo de vida
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    El 11 de noviembre de 1918 nació en Almussafes Ramón Girona Lacruz, por lo que el pasado 11 de noviembre celebró su 100 aniversario. Tanto su familia, que organizó una gran fiesta en su honor, como el propio ayuntamiento, que le hizo entrega de una placa conmemorativa, compartieron la alegría de su longevidad. Labrador de profesión, Ramón Girona es un gran amante de la literatura y de juegos de estrategia como el ajedrez y, pese a su larga vida y al hecho de que se viese obligado a combatir en el campo de batalla durante la Guerra Civil y a subsistir posteriormente en un campo de concentración, todavía hoy goza de buena salud y pasear sigue siendo una de sus rutinas diarias.

    Hasta hace muy poco, Ramón Girona Lacruz todavía departía todas las mañanas con otros mayores en el Parque Central, donde aprovechaba también para tomar el sol y disfrutar de un café. Desde hace unos meses, las distancias que se permite recorrer son menores, aunque sigue saliendo de casa todos los días para tomar un café, charlar con conocidos y fumarse un "cigarret".

    Tras más de 36.500 días vividos, Ramón goza de buena salud, cuida su dieta, en la que las frutas, verduras y frutos secos tienen un papel protagonista, y continúa afrontando la vida con gran pragmatismo, filosofía y optimismo.

    Nacido en la calle Plantaes de la villa de Almussafes, hijo primogénito de Ramón y Teresa, Ramón tuvo una infancia feliz que compartió con sus hermanos pequeños, Teresa y Eleuterio, y desde el principio demostró su valía como estudiante. Fue un alumno aplicado que, como era habitual en la época, compaginaba sus estudios con las obligadas labores en el campo para colaborar en la economía familiar.

    A los 18 años su vida dio un giro radical, ya que el 18 de julio del año 1936 estalló la Guerra Civil Española, y Ramón, como muchos otros, fue convocado a filas de inmediato. Fueron tiempos duros, en los que incluso fue privado de libertad con su ingreso en el campo de concentración de prisioneros de Orduña (Vizcaya), tan solo un año y medio después de estallar el conflicto armado. Ramón fue una de las 50.000 personas que pasaron por este centro de reclusión establecido por las tropas militares franquistas, que se mantuvo activo entre julio de 1937 y septiembre de 1939. Precisamente una anécdota que transmite el nivel cultural, de conocimiento y del sentido de la justicia de nuestro centenario aconteció en el citado campo. Recuerda perfectamente que un día paseaba con otros dos internos de Guadassuar y de l'Ènova, los tres hablando en valenciano, cuando un sargento le espetó: "Oye, jodío por culo, habla el español como Dios manda".

    A lo que él replicó: "Perdone, pero el español no existe, y a Dios no lo meta que tiene mejores cosas que hacer", respuesta que le valió un castigo: el encierro en el calabozo. El capitán, al enterarse de la situación, lo hizo llamar para que le contara la verdad y, al concluir su relato, Ramón le consultó al capitán: "¿Para usted existe el español?", y tras la negativa del mismo, Ramón afirmó: "Existe el castellano, pero no el español. En España se hablan más idiomas". El capitán, sorprendido, le contestó: "Tienes razón, pero aquí tienes que hablar en castellano". Y Ramón le replicó: "De acuerdo, hablaré en castellano, pero cuando voy con los amigos a solas hablo el valenciano. Hablo el idioma que me enseñó mi madre. Pero si usted quiere que yo renuncie al idioma de mi madre, me lo dice". Finalmente, el capitán afirmó: "No, no, lo que tu madre te enseñó, no lo renuncies nunca", y procedió a la liberación de Ramón y al encierro del sargento, quien pasó 15 días sin permiso para salir del campo.

    Tras su liberación al cabo de unos meses, Ramón Girona contrajo matrimonio con Josefina, también vecina del municipio, con la que tuvo cinco descendientes: Ramón, Salvador, Albert, Pepa y Tere y la familia ha continuado creciendo a lo largo de los años, puesto que en la actualidad es abuelo de cinco nietos y cuatro nietas y bisabuelo de tres biznietas y un biznieto, con los que mantiene una estrecha relación.

    Desconoce el secreto de su longevidad y, pese a sus cien años de vida, sigue regalándose algún cigarro diario, un pequeño vicio al que no quiere renunciar. Entre sus aficiones, dos grandes apuestas: la lectura y el ajedrez.

    En la tierra encontró su profesión, aunque si las circunstancias de la época hubiesen sido otras, Ramón se habría convertido en economista. De hecho, justo antes de iniciarse el conflicto bélico, ya había consultado la posibilidad de iniciar estos estudios a distancia, un sueño que finalmente se vio truncado. No obstante, Ramón Girona Lacruz ha disfrutado de una existencia feliz en el pueblo que le vio nacer y en el que ha construido su dilatada y enriquecedora vida.

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