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El Servicio Jesuita a Migrantes promueve en Valencia un espacio de encuentro, ocio y formación a través de sus proyectos “Mujer-Migrante”

El Servicio Jesuita a Migrantes promueve en Valencia un espacio de encuentro, ocio y formación a través de sus proyectos “Mujer-Migrante”
  • Celebrarán el Día de la Mujer el próximo 8 de marzo

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El Servicio Jesuita a Migrantes promueve en Valencia un espacio de encuentro, ocio y formación a través de sus proyectos “Mujer-Migrante” - (foto 2)

El Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), dentro de su Área Mujer-Migrante, organiza desde hace cuatro años en Valencia dos proyectos, “Mujeres en Acción” y “Reconstruyendo Historias”, con el objetivo de abrir un espacio de encuentro, ocio, formación y acompañamiento entre mujeres de diferentes países, que, por las circunstancias de sus respectivas vidas, han coincidido en Valencia.

Actualmente participan en los dos proyectos alrededor de 30 mujeres “que tienen en común tres cosas: son mujeres, migrantes, están lejos de sus países y son luchadoras”, ha destacado en el periódico diocesano PARAULA desde el área Mujer-Migrante.

Los grupos se reúnen los sábados por la mañana y domingos por la tarde en el Centro Arrupe de Valencia “para compartir tiempo, experiencias, charla, merienda y ser apoyo mutuo” y desde el comienzo “hemos tratado de dejar el timón a las propias mujeres y ellas construyen y proponen, a su vez, ser soporte y contención en las luchas, decisiones y situaciones complejas que se ven obligadas a vivir”.

El objetivo último de los grupos es “dotarles de los instrumentos necesarios para que sean autónomas y dueñas de sus vidas, partiendo cada una de sus propias capacidades” y, en función de la situación de cada una, “pueden ser derivadas a otros programas del SJM, como aprendizaje o perfeccionamiento del castellano y valenciano, lectura reflexiva, café con letras, orientación laboral, asesoramiento jurídico, o incluso acompañamiento psicosocial”.

Durante el pasado mes de febrero, las mujeres participaron en un taller sobre derechos y deberes de las trabajadoras del hogar, actividad a la que se dedica la mayoría de ellas, “formación que es muy importante para ellas pues cuando llegan a España no saben prácticamente nada de la legislación actual”.

Las mujeres de los grupos son marroquíes, camerunesas, argelinas, ucranianas, paquistaníes, checoslovacas, latinoamericanas y españolas, y para ellas “también es necesario tejer vínculos entre ellas para sentirse respaldadas y en un entorno seguro”.

Por este motivo organizan actividades “como talleres de teatro, sanitarios, de primeros auxilios y gerontología, visitas culturales y algunas excursiones”. Su próxima actividad “será celebrar todas juntas el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, animando a dos compañeras que nos representan en la carrera 10KFem que se realizará en Valencia”.

El Centro Arrupe, un apoyo para la integración y para tejer vínculos

Reyna Mendoza, hondureña de 42 años, vino a Valencia “por la precariedad en mi país pero sobre todo por el miedo”. En Honduras trabajaba en un supermercado en el que “no ganaba lo suficiente” y lo que más le angustiaba era “la violencia, los robos constantes y amenazas personales” e incluso llegó a sufrir asaltos con pistola.

Le dijeron que en España había trabajo y junto con tres amigas emprendieron rumbo a Valencia donde trabaja como empleada de hogar, interna en una casa, cuidando a unos niños. Tal como ha señalado, “cuando vienes no sabes todo lo referente a los permisos, contratos, nos falta información y aquí te das de bruces con la realidad”.

En el Servicio Jesuita a Migrantes está “aprendiendo mucho, también sobre mis derechos”, y los talleres “nos abren los ojos y nos ayudan a integrarnos”. A Reyna le gusta Valencia porque “es una ciudad muy bella, sin delincuencia y se puede vivir tranquila”.

Por su parte, otra de las mujeres llegó desde Colombia hace un año junto con su hijo, que en su país jugaba en la Selección Sub 16. Les dijeron que en España podría tener muchas oportunidades en el fútbol y por eso ella dejó su trabajo de camarera y vinieron pero al llegar la realidad fue diferente.

Él entrena en un equipo “pero no puede jugar porque no tenemos los papeles y no lo pueden inscribir”, ha contado. Ella trabaja en una casa cuidando a una señora mayor y echa de menos a su familia que vive en Colombia. “Vine para acompañar a mi hijo, ver en qué condiciones y equipo lo dejaba y volverme a mi país pero las cosas no han ido bien”, ha lamentado. Ahora se da un plazo de dos años para volver a casa.

En el Centro Arrupe recibió unos cursos de informática y se unió al grupo de mujeres “donde aprendes muchas cosas, defendemos nuestros derechos y nos apoyamos unas a otras, algo fundamental cuando estás lejos de tu familia”.

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