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La otra cara de Valencia

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    La otra cara de Valencia - (foto 2)

    Situadas a la entrada del anillo interior de la ciudad de Valencia, se concentran cuatro pequeñas calles en lo que antaño fue todo un símbolo de la industria valenciana, las antiguas naves de MACOSA, dedicadas a la ingeniería y a la industria pesada. O lo que es lo mismo, el entorno del futuro pulmón verde de la ciudad, el tan cacareado Parque Central. Se trata de las pequeñas calles, casi callejones, Altamira, Manuel Arnau, Ricardo Codoñer o Vicenta Salcedo.

    En estas vías se acumulan viviendas, la mayoría de ellas en avanzado estado de deterioro, cerradas y tapiadas a calicanto, en un intento de evitar su ocupación o su desmantele para un aprovechamiento de los materiales metálicos que contienen sus estructuras.

    El pequeño entramado en el callejero valenciano adolece la falta de servicios mínimos y de un adecuado mantenimiento. En estas calles no se encuentran los elementos típicos de cualquier vía. No hay señales, pocos contenedores, las aceras, en el caso de que existan, se encuentran destrozadas y sin mantenimiento alguno.

    Algunas familias, algunas dedicadas al comercio de la chatarra, sobreviven en este entorno, en el que no es complicado encontrar a niños jugando despreocupadamente en plena calzada, a pesar de encontrarse a escasos metros de una gran arteria para Valencia como es la Calle de San Vicente y la zona de la Cruz Cubierta.

    Es la cara menos amable de Valencia, la otra cara. La cara que no se ve. Invisibles, estas calles, y sus vecinos, esperan una pronta solución que, si no fallan las expectativas, vendrá de la mano de la puesta en valor y revalorización que el Parque Central otorgará a la zona. Mientras, el pequeño Cabañal del Barrio de la Cruz Cubierta, la zona olvidada entre distritos, emitirá un grito silencioso que se ahogará entre tanta reforma, a la espera de que le llegue su turno.

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