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El Hospital General de València incorpora una nueva técnica para el tratamiento de aneurismas cerebrales

El Hospital General de València incorpora una nueva técnica para el tratamiento de aneurismas cerebrales
  • Un nuevo stent obstaculiza que el flujo de sangre vaya hacia el aneurisma, al mismo tiempo que permite que la sangre circule por las arterias sanas

  • El radiólogo no tiene que entrar en el saco aneurismático para sellarlo, con lo que se disminuye el riesgo de que pueda romperse porque su pared es muy frágil

La unidad de Radiología Intervencionista del Hospital General de València ha incorporado una nueva técnica mínimamente invasiva que simplifica y hace más seguro el tratamiento de aneurismas cerebrales.

Un aneurisma cerebral es una protuberancia o dilatación (saco) en un vaso sanguíneo en el cerebro. Hasta ahora, el tratamiento habitual era colocar en su interior unas ‘espiras metálicas’ que rellenan el saco aneurismático para sellarlo y evitar que la sangre entre y pueda producir un sangrado.

Según Alfonso González-Cruz, adjunto del servicio de Radiología Intervencionista, “hemos empezado a utilizar un tipo de stents que se llaman diversores de flujo con los que, en lugar de entrar en el saco aneurismático para colocar en su interior una espira que lo tapone, se recubre el trozo de la arteria donde se encuentra para taponar su cuello y evitar que la sangre llegue al saco”.

La característica de este stent es que tiene una malla muy tupida, a diferencia de los habituales en los que las celdas están muy abiertas. “Al ser tan fina y tupida la malla obstaculiza que el flujo de sangre vaya al aneurisma, al mismo tiempo que permite que la sangre circule por las arterias sanas. Es decir, redirige el flujo de la sangre para que no alcance al aneurisma”, añade González-Cruz.

La principal ventaja de este stent es que se coloca en la arteria, desde un extremo sano a otro extremo sano, taponando el cuello, por lo que el radiólogo no tiene que trabajar dentro del saco aneurismático, con lo que se evita que pueda romperse porque su pared es muy frágil, disminuyendo el riesgo del sangrado. 

“El hecho de no tener que entrar dentro del saco aneurismático reduce notablemente el riesgo de complicaciones hemorrágicas. Llegamos al cerebro con una punción arteria femoral y, a través de unos catéteres y unas guías por imágenes, se maniobra hasta alcanzar el aneurisma y colocar el stent. El beneficio para el paciente es mucho mayor que el que teníamos con otras técnicas”, concluye González-Cruz.

Aunque para conseguir la embolización completa del aneurisma este stent tarda entre 2 y 6 meses, ya desde el inicio el flujo de la sangre hacia el aneurisma se va haciendo mucho más lento, con lo que el sangrado disminuye considerablemente desde el mismo día de la intervención.

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