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Per José Luis Ramos
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En recuerdo de las madres solteras: cuando eran repudiadas.

    El 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en honor a todas las madres solteras, quiero recordar a una mujer, que hace más de 30 años, me dijo que había tenido un hijo siendo soltera, que ya era muy mayor, y no quería morirse sin que el padre lo reconociera. Yo no tenía ninguna experiencia sobre demandas de paternidad. Me pareció una mujer honesta, y sincera, y decidí ayudarle.

    Me explicó que, en los años 50, entró a trabajar de sirvienta en una familia acaudalada de Alicante, propietaria de un importante centro comercial. Acabó intimidando con el hijo de la familia. Él hijo de una familia acaudalada, con un importante puesto de trabajo en el negocio familiar, y ella, hija de una humilde familia emigrante en Francia, trabajando de sirvienta. Pensaron que, por la distinta posición social de la pareja, el noviazgo no estaría bien visto, por la familia rica De manera que él, la convenció, que, dado que su familia no aceptaría la relación, era mejor mantenerlo en secreto. También, le hizo creer, que solo sería hasta que encontrara un trabajo fuera del negocio familiar, que le permitiera independizarse de su familia y formar la suya, juntos.

    Pasaba el tiempo, pero él, no encontraba trabajo, con la excusa de no encontrar uno adecuado a su estatus social. Ella se quedó embrazada. Cuando la familia, para la que trabajaba, supo que el padre era su hijo, la despidieron y le obligaron a abandonar la casa. Él le prometió encontrar pronto un trabajo, y casarse con ella, aún sin el consentimiento de su familia. Sin embargo, lo que pasó, es que la familia le arregló, de prisa, un matrimonio con una chica soltera de otra familia propietaria de otro importante comercio de la ciudad. Así que ella se quedó sola. Se tuvo que ir de Alicante, y ser madre soltera en unos tiempos que ello, suponía mala reputación para la mujer.

    Estudié los requisitos para la admisión de una demanda de paternidad. Vi que era necesario, aportar pruebas de la existencia de una relación entre la pareja, de la cual, al menos se deduzcan indicios, que era posible que el demandado fuera el padre del niño. De lo que ella me conto, vi que podíamos probar que ella había trabajado de sirvienta y vivido en casa de él. Que la despidieron, al quedar embrazada. Que después de casado, durante unos meses, él iba a verla a la pensión y le hizo llegar dinero, para el mantenimiento de ella y el niño. Ello era más que suficiente, para que la demanda fuera admitida, por lo que solo faltaría practicar la prueba de ADN, si el demandado negaba la paternidad. Para mi sorpresa, me encontré que la madre solo puede presentar la demanda de paternidad, mientras el niño es menor de edad, porque el derecho a conocer al padre, es un derecho del niño.  Así que siendo, que el hijo ya era mayor de edad, solo él podía presentar la demanda. Se habló con el hijo, y dijo que trabajaba en una gran empresa, con un número importante de empleados, y no quería ser comentario de sus compañeros. Tampoco quiso saber nada de su padre que nunca se había preocupado por él. El argumento, que debía demandar para darle la satisfacción a su madre, no le hizo cambiar de opinión.

     El caso es que, a pesar de dedicar mucho tiempo en el asunto, no pude ayudar a esa mujer. Por lo que pude averiguar, la relación con el padre de su hijo es la única relación que había mantenido con un hombre a lo largo de su vida. El ser madre soltera, en la década de los 50, la marco, y limitó su vida a criar a su hijo y procurar que tuviera un buen empleo. Pero, además, fue humillada y maltratada, como si fuera una delincuente, por las mismas fuerzas del orden, que tenían el deber de protegerla. Cuando ella se enteró qué quien teóricamente era su “novio”, iba a casarse, antes que naciera el hijo, regresó a Alicante, tratando de averiguar si era cierto. Fue a preguntar por él al comercio, al verla la familia llamó a la Guardia Civil, que acudió y la detuvo. Se la llevaron a un pueblo pequeño cercano de Alicante, la metieron en una pensión, situada delante del Cuartel de la Guardia Civil y le prohibieron que saliera, hasta que se lo autorizaran. A la semana le dijeron que podía salir. Entonces se enteró que el padre de su hijo ya se había casado, el día antes. El trato que recibió, durante los días que estuvo retenida en la pensión, le hicieron sentir que se le miraba como una mujer merecedora de rechazo social. Así que nunca se atrevió a denunciar los hechos, por miedo a ser tratada peor.

    Al parecer en aquellos tiempos, la Guardia Civil hacía de todo. Yo recuerdo, que el año 71, en Borriana, vi que le estaban pegando una paliza a un señor mayor, conocido como “Merla”, entre dos. Como estábamos cerca del cuartel de la Guardia Civil, y el señor no tenía muchas luces, paré la paliza y lo llevé al cuartel, para qué lo denunciara. Estando en el cuartel, escuche como el padre de una niña, que yo conocía, estaba denunciado que la habían dejado embrazada. Le dijeron: “mañana tráigala aquí”. La niña desapareció unos meses del pueblo. Cuando regresó, ya no estaba embraza. Malos tiempos pasaron las mujeres, hace pocos años. Ahora parece que nadie se acuerda.

     

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