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Por Ángel Padilla
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Carta abierta a Alberto García-Teresa sobre “Voces del Extremo”

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    Carta abierta a Alberto García-Teresa sobre “Voces del Extremo”- (foto 1)

    Mi buen hermano, ¿qué difíciles han sido nuestras vidas, verdad?

    No tanto como las del resto de los animales. Los que los especistas llaman “no humanos”. Animales no humanos. Para despojarlos de todo derecho, aplastarlos en un terrorismo y asfixiante, infernal crimen diario, desde un privilegio inventado, arrogándose el animal humano el ser “superior” al resto de los animales.

    Hablo de los animales, todos los animales, esclavos entre los hombres (entre los hombres y las mujeres, ciudadanos o rurales), porque te quiero hablar de mi experiencia como poeta en el festival Voces del Extremo.

    Creo que te acordarás de que yo siempre me negué a ir al Voces del Extremo de Moguer, porque me quedaba muy lejos de casa y, total, para disponer de veinte minutos o a saber, para decir algunos poemas entre quince personas sentadas en sillas de camping, con birras en la mano y casi siempre (eso es al menos lo que veía yo por la red de los encuentros) en garitos chungos, baretos con incluso piernas de cerdo colgadas en los mostradores, lo que llaman “jamón”, y todo muy soez, y todo muy cutre como de “vamos a hacerlo al arreu, que 'semos' poetas”, pero que el aspecto, en fin, que se daba, era de una desatención a la seriedad de la poesía, sin más. Y mira que yo puedo parecer poligonero y macarra, lo sabes, con mi poesía, voy con las cadenacas, pintado y todo loco, pero eso mío es algo pensado, hay una épica detrás, una lírica; en las fotos que te digo, colega, hay tíos hasta en chancletas, gente que no atiende a una estética léase ética y van a lo que se dice en el programa de Voces siempre: a una reunión en fraternidad, para compartir experiencias vitales, blabla. Todo muy zen-poético; pero que 'haiga” baretos al lado o si no, no juego. Yo digo: ¿a quién coño le apetece darse la pechá viajando para eso? Más con las imágenes, joder, que había visto sobre el susodicho encuentro, que pone en la red que se celebra desde 1999 cada verano, ¿sabes? O sea que lleva 25 años en funcionamiento y lo que yo me he encontrado yo, en Tenerife, que es brazo del pulpo este, misma biología, me muestra que en 25 tacos, no ha cambiado. El especismo insoportable que vertebra el encuentro. El especismo, ese fascismo peor, hermano, ¡y entre poetas!

    Tío, que tú le has visto la jeta a la muerte, y yo tantas veces. Somos tipos duros, y por la vida dura que hemos sufrido, tiernos también. De ahí que ambos seamos veganos.

    Uno que ha sufrido mucho mucho, para nada quiere que otras y otros sufran mucho mucho. No es más.

    De ahí que, además de porque eres mi buen amigo, te escriba sobre lo que viví en Tenerife.

    En el “Voces de Extremo Tenerife” 2024.

    Yo no quería ir, ni a los chiringos que monta Orihuela (el creador del asuntillo) en Moguer, ni a ningún otro, porque ya te he dicho, que lo que he visto de este invento es que bajo la excusa de “vamos a leer poemas” nos juntamos y la pasamos de miedo, coño. Bajo la vieja idea de que el poeta es un bohemio y se puede permitir todo blabla. Y claro, en España pasarlo de miedo es, ineludiblemente, pasar por un buen bareto. De los de en la barra bravas y carnes (cuerpos destrozados de las hermanas y los hermanos del bosque, mares, cielos, sería para llorar hasta después de todas nuestras muertes...) de todo tipo en bandejitas, la birra, los cacaos, y ponnos unas tiritas de jamoncito, guapo, que venimos con hambre.

    Entonces aquí en el de Tenerife estaba Antonio Revert, ¡que es vegano! Y organizó este año (en el 2017 también, pone por ahí) el Voces del Extremo Tenerife.

    Se puso en contacto conmigo, como en su tiempo lo hizo Orihuela, creo que Orihuela me preguntó dos veces si quería ir y le dije no, luego ya pasó de insistir, y lo entiendo.

    Pero Revert venía con mejores argumentos. Soy vegano, tío, y tu poesía es muy potente, es que quiero que vengas tú, para que estén los animales. Bueno, Ángel, habrá dos actos más para los animales pero tu rollo ha de estar sí o sí.

    Le dije de hacerlo desde la distancia, que podía preparar, hablar con peña, para que un grupo de gente, vegana, leyese mis poemas y se hiciera algo salvaje y largo, con el arte que pillásemos por allí, si alguien danzaba, si alguien tocaba la guitarra, montar una hostia gorda. Porque me conoces y no hago con la poesía como todos, que llegan, sacan su libro y a leer. ¡Menuda mierda, llevamos siglos así, chico!

    Pues es el teatro, haber escrito textos teatrales y asistido a los ensayos de las obras, haber tratado con tantos músicos que han hecho canciones sobre mis poemas, con tantos y tan diversos artistas verdaderos y loquísimos (pero locura creativa de la buena, me refiero), de los que saben del “espectáculo”, de la comunicación -mejor digo-, lo que me hace montar cosas más grandes que la simple lectura poética vista y conocida. Un hato de ramas de trigo, los poemas, ¿los levantas y ya está? Si aún tienen la luz del sol, si llevan la pradera en sí! Qué poco sabe el poeta de su artilugio. Llevemos la pradera, la tundra, y sus Sonidos, al lugar que sea! Eso hago, o lo intento, compañero, y como te decía, intenté hacerlo desde la distancia pero no cuajó, porque la gente se apuntaba como voluntarios pero luego tardaban la tira en contestar a cada asunto, y la cosa se acercaba, Revert me habló de la posibilidad de subsanar el gasto del viaje de avión. Que esa es otra. En mi puta vida he viajado en avión ni pensaba hacerlo. Y poco a poco, y como la cosa era con poemas de “La Bella Revolución”, y fui pensando un acto, con la media hora que me daba Revert, muy chulo. Al final sentí que “el Reino Poético” me decía sí, que lo hiciera. ¡Qué locura! Pero creo en las voces de ese reino, creo en su majestad, el único rey real que hay en este mundo, y es reina: Inocencia (sabes hablo de Natura, y de los muertos, y de Natura negra, y de los muertos verdes, todas dijeron: “Ángel, aquí debes ir... Debes ir... Esto es necesario para tu huella de caballo...”

    Y pirado todo loco me encontré en un puto aeropuerto, el de Valencia, Manises. Dios, te ahorro detalles para no hacer más largo esto pero descubrí un nuevo enemigo a muerte: el avión. Nada más lo vi, allí en el suelo, pensé: ¿pero cómo el ser humano es tan indeseablemente arrogante de haber construido esta mierda gigante y surcar el cielo de las aves, con esta cosa espantosa donde, ya en vuelo, en algo tan antinatural como ir sentado en un trasto tan tóxico y violento, azafatos y azafatas (pobres, son trabajadores, ellos no tienen la culpa) te ofrecen galletitas, cubatas y 'cacacolas', y rifas con un tanto por ciento de lo recaudado para los niños del cáncer -que se investiga, cómo no, y cuán estúpido y violento, con animales-?

    Y yo viendo desde la ventanilla las casitas casi tan pequeñas como la poca vergüenza de la mayoría de los poetos de la conciencia crítica. Y mira, llegué. Con las botas que me había comprado mi madre pateándose Valencia, la pobre, porque las otras las tenía hechas mierda, ya no podían, ni un zapatero, toda la suela de 'alante patrás' como la boca de un político.

    El acto mío (nuestro, de los animales) nos salió bien, a las voluntarias y voluntarios veganos con que hice la lectura de los poemas de “La Bella Revolución” y alguno de otros libros, pero en conjunto de La Bella. (Luego sigo sobre esto del acto, pero entro en el nudo de mi carta.)

    Desde el inicio de los preparativos y cuando ya había dicho sí a ir, y estaba en la agenda de poetos, fui viendo que se estaba preparando una comida “de grupo”. La preparaba Antonio Revert, y yo pensaba, bueno, que hagan lo que quieran. Hasta que en el grupo de whatsapp común de los poetos salió el bareto donde sería la comida, donde habría puchero canario, pero, pero eh, ¡con opción vegana!

    Hablé enfurecido con Revert, le dije que, primero: como vegano él, y segundo, porque el acto lo requería, debía ofrecer un espacio donde todo dios comiese vegano.

    Porque -le razonaba yo- Voces del extremo se explica a sí mismo como una reunión anual de poetas comprometidos, rebeldes, insumisos, conscientes de las injusticias, los de mirada más amplia que jamás dio la poesía. Del encuentro se lee en la red: ”Voces del extremo es el nombre de un encuentro anual de poesía que se celebra desde 1999 en Moguer (Andalucía, España) auspiciado por la Fundación Zenobia-Juan Ramón Jiménez con la coordinación del poeta y ensayista Antonio Orihuela. Estos encuentros forman parte del movimiento poético denominado poesía de la conciencia. Voces del Extremo ha reunido en torno a la poesía en estos últimos veinte años a más de dos mil poetas y se ha extendido como festival itinerante por diversas ciudades de España (Madrid, Barcelona, Sevilla, Béjar, Logroño, Candelario, Jerte, etc.) y Francia (Sétè y Montpellier).”

    Ajá, poesía de la conciencia.

    ¿Qué conciencia? La antropocéntrica, la especista. O sea una con limitación, con sesgo, con trampa, esto es: ninguna conciencia.

    Que yo sé bien de la poesía de la conciencia crítica, porque se me mete en este grupo, tú mismo lo has hecho en ensayos que has escrito, y he de reconocer que estratégicamente en algunas ocasiones he usado ese “estar ahí dentro” si servía aquí o allá, quiero decir: también me meten dentro del movimiento “eco-art”, y cuando he mandado una minibío literaria mía, como te digo, a veces he metido lo de que se me incluye dentro de ambas corrientes, pero que, en definitiva (y esta es la pura verdad y lo único auténtico) desde hace más de 25 años soy conocido como el “poeta de los animales”. Yo decía: si me meten en un saco que hace ruido por un lado y por otro, mientras yo hago mi trabajo literario, se verá lo de los animales (lo mío) por donde suena el saco y por donde grito yo, que ya son más lados. Así lo usé.

    Pero que, hombre, me meten de raspe en eso de la conciencia crítica porque tú mismo en el ensayo que hiciste reconociste: “He señalado anteriormente que uno de los pilares de la “poesía de la conciencia crítica” consiste en la plasmación del conflicto desde dentro, en una relación horizontal con los que sufren, sin tratar de sustituir sus voces. En ese sentido, ¿cómo puede encuadrarse en ella la obra de un poeta que pone de manifiesto el dolor de otras especies sintientes?” Y terminaste tu análisis de mi obra con un “En definitiva, podemos afirmar que la obra de Ángel Padilla posee una desbordante fuerza lírica, se encuentra trenzada con una impresionante serie de bellas, impactantes y expresivas imágenes y [aquí viene lo interesante] es empujada por una filosofía que lo lanza a una denuncia radical y profunda de nuestra mentalidad y forma de vida. Con todo ello, Padilla ofrece una escritura realmente singular en nuestro panorama poético.” Abunda en lo dicho por ti, Alberto, Ruth Miguel Franco, quien en el ensayo que hizo sobre mi poesía y que aparece en el libro: “Letteratura d`impegno: giovani voci dall`Europa”, anota que “Lopera di Ángel Padilla, nato a Valencia nel 1970, constituisce una rarità nel panorama della poesia spagnola attuale”.

    A mí siempre me chirrió que la continuación histórica de la poesía social, que es la poesía de la conciencia, se llamase así, de la conciencia, cuando sabemos que es muy raro el poeta incluido allí que sea vegano, que sea animalista, que contemple en sus libros y en su vida a los animales como sujetos de interés (como debería ser, por lógica evolutiva, y no lo es, por desgracia), pasan de ellos, con dureza, con una fealdad que mientras la describo aquí me entran arcadas. No sólo se agrede con la violencia explícita sino con la omisión, en el “pueblo” que el poeta social se incluía y defendía con sus versos, no estaban los animales; y si estaban era para retratarlos como esclavos, como cosas, como en fin, están, y el poeta lo asumía como bueno, como quien describe una casa, inane, o una rueda de camión en el arcén, inane. Pero es que hoy, que se sabe bien con las redes y estamos en la llamada era de la información, todo lo que pasa, siguen pasando, los poetas, de los animales. Y hoy, esto, es mucho más sangrante que ayer. No son su pueblo. No les interesan, bueno, sí, para comérselos sí. Que existan, vivos o muertos, en los encierros donde nacen esclavos o cuarteados en las neveras frías, eso sí.

    En Tenerife pude comprobar, in situ, toda la gran estafa que son estos encuentros, me refiero desde la ética. No es un movimiento de autores éticos. Porque una ética que se detenga en la frontera que el especismo pone entre los humanos y los no humanos, no es ética: es ESTAFA.

    Y allí estaba el Revert con esa mierda de oferta, convirtiéndose en cicerone voluntario para que los poetas después de sus lecturas pudieran reunirse en fraternidad de poetas, en un bar, claro, comiendo a seres que querían vivir, a trozos, a dados, laminados, asados a 'piezas' más grandes o más pequeños, sus cuerpos que un día estuvieran de pie (pero llorando) fritos despedazadas esas vidas y comidas, entre risas y chistes, por poetas que se autodenominan éticos, críticos, hermanados con la justicia más excelsa. No se casan con nadie, señalan al Poder, como nocivo (los más radicales, vaya, que también los hay entre los estos que votan, que se dicen izquierdosos y bueno, hay distintos grados de “rebelditos”). Llegando, por ejemplo, a Lizanote, Jesus Lizano, que era anarquista como yo, ese sí era rebelde, ese sí era poeta, ese sí era un apátrida y un solitario y un verdadero portador de versos con una estética y una ética.

    Aun así: lo mismo que los demás (se repite la tónica en los poetas de la conciencia), Jesús no era ni vegano ni atendía como seres con derechos a los animales. Recuerdo, Alberto, la vez que viajé a Barcelona para presentar una novela mía y el bueno de Lizano me acompañó, para hacer la entradilla. Después de varios avatares graciosos como ellos solos (entre los que estaba que Jesús al entrar al centro comercial donde se encontraba la sala de actos para la presentación del libro, comenzó a golpear iracundo el suelo con su bastón y gritaba como un descosido: ¡¿por dónde se sale de aquí luego, y quién llama a un taxi, llegan los taxis a este lugar?!

    Jesús era asocial. Nunca se integró. Eso es un poeta. Sería mejor decir que la sociedad no puede empastar bien con un ser puro de la poesía, uno de verdad, como lo fue Lizano, como lo es Enrique Falcón, David Fernández Rivera, y tenemos unos cuantos, poetas poetas, poetas activistas de la poesía y sus ideas potentes.

    A lo que iba, y en la presentación en Cataluña de mi “Mundo al revés” (Parnaso), en la conversación preliminar con el gran vate anarquista, le hablé del veganismo, y Lizano no sabía qué decirme, creo que no entendía ni el término, es más, cuando lo desarrollé, con gran cuidado, creyó zafarse bien diciendo, primero, que el león también come a los demás en la selva, y luego salvando algo su discurso con aquello de que, claro que sí, Ángel, ¡si todos somos en definitiva mamíferos! Y aprovechó para leer su magnífico poema “Mamíferos”. Uno de los más maravillosos poetas que ha nacido por aquí, en los mismos caminitos que Lorca, Hernández o Luisa Castro, desdeñaba a los animales, el maestro más grande de la libertad (humana) que ha dado este país, no sabía nada sobre la opresión a los animales. ¿La diferencia entre Lizano y los de ahora? Que él vivió otra época. En la suya nombrar los derechos de los animales era una anomalía; hoy, hasta en la televisión hay constantes anuncios sobre productos veganos. Y se habla del veganismo en todo lugar, cada vez más. Nadie puede decir ya: yo no sabía. O, como Lizano, que viene de un mundo antiguo, la ridiculez de que el león también se come al ciervo.

    He de decir, porque es de justicia, que este movimiento de la conciencia crítica, que tú tanto empeño has puesto en darle llama, y asentarlo en la historia, es real. Es necesario. Debe existir, por diosa, gente que protesta no hay mucha, y si se hace desde la poesía: ¡cuán hermoso!

    Hasta ahí. Hermoso sólo hasta allí: el punto en que diferencia a unos que no hacen nada entre las injusticias entre humanos y otros que las señalan y se confrontan, con la palabra.

    Pero volvemos a la estafa. Que es gorda. No puedo entenderlo. Jamás lo haré. ¿Por qué el ser humano es tan mierdecillamente tramposo que nada lo lleva al extremo, a la verdad entera? Por eso, en cuanto a Voces del Extremo, a Revert le dije: Oye, esto de Voces del Extremo es falso, son Voces del casi Extremo, o Voces de adonde me llega el extremo de mi...

    Pero Antonio Revert no escuchó mis protestas, cascó el bar de reunión y solaz para los poetas, varios bares, en el Voces del Extremo Tenerife, que duró desde el miércoles 20 de marzo hasta el domingo 24, en total cinco días, de mañana y tarde, de lecturas, en Tenerife más de 60 poetas. Según Revert, el encuentro más grande que jamás se llevó a cabo en la isla de poesía. ¿Y pa qué? ¿Para cuando se reúnen llevarlos a comer animales? ¿Qué poesía es esa? ¡Una poesía de mierda!

    Una conciencia de mierda.

    Una ética y estética de psicópata.

    Antropocentrismo, especismo. ¡Uno es tan naíf a veces que piensa, coño, qué tan difícil es que si uno piensa el mundo distinto, piensa en las injusticias, en lo cruel, en el mal de los fascismos, los totalitarismos, las tiranías, el capitalismo y todo lo que encadena las mentes y las vidas, debería avanzar, por lógica, hacia los que más sufren todo lo nombrado, que son los animales no humanos, e integrarlos en su preocupación y protesta!?

    Porque, por cierto, el fenómeno se da. Pero tan poco... por desgracia. Me refiero a poetas hipercríticos con el sistema, y que además integran, por lógica, en su protesta las protestas que los animales no humanos ejercerían si conocieran nuestros idiomas. Hay ínsulas maravillosas. Está la gigante poeta Amanda Eznab. Vegana, crítica y grandiosa. Una ínsula, como digo. ¡Pero qué ínsula!

    En líneas generales, ¿cambiará algún día la cosa? No lo sé. Escribo esta carta y si lo hago quizá es porque guardo alguna esperanza, pienso. (Esto es retórica, no creo en el ser humano en general, aquí en este escrito hay una pequeña carta sólo para unas/os pocas/os. Ese es el 'truco'. Una cartita, corta y cerradita en un sobre azul de mar, para algunas/os pocas/os, que se lee en la noche.)

    Pero, Alberto. Que me encabrono, no hablamos de aritmética, de filosofía profunda, hablamos de sentido común. Los animales desean sus vidas, está mal arrebatárselas. Y para una alimentación que por si no fuera poco el holocausto que lleva a las mesas esas carnes y esas vísceras, enferma a los caníbales, con afecciones diversas, cánceres, parkinson, alzheimer... ¡la mayor parte de ellas, las llamadas enfermedades modernas! Casualidad, ja, es que surjan cuando los humanos comen más carne -según la OMS, cinco veces más- de la que sus cuerpos pueden soportar. Comer animales no sólo enferma individualmente, debilita, fustiga al mundo, a la Tierra, a, en especial -si hablamos de animales humanos solo- a quienes habitan los países más pobres. Porque donde comemos, en espacio de terreno cultivable, veinte veganos, come sólo un omnívoro!

    Entonces quien come animales no sólo es cómplice de cientos de crímenes diarios y de que el abyecto holocausto animal se perpetúe, sino que es un criminal de sus propios pares, de aquellos por los que dice que habla en sus versos. Estos poetas se lamentan de la pobreza, de los males del capitalismo, rechazan los fascismos.

    Y sin embargo comiendo animales practican el mayor de los fascismos: el de los humanos avasallando, esclavizando y asesinando al resto de los animales, son cómplices del capitalismo voraz del consumo de animales (la droga, la prostitución y la trata de seres vivos, entre ellos los animales, son los mayores factores que hinchan las arcas de los rockefellers del mundo que componen lo que damos en llamar capitalismo), y COLABORAN ACTIVAMENTE en que los pobres, entre los más pobres de los humanos, en los lugares más empobrecidos del planeta, sigan jodidos, cada día más, porque, repito: donde comen veinte veganos sólo come un carnívoro. Si de repente el veinte, el treinta como mucho, de la población mundial se hiciese vegana, habría comida (no omnívora, sino cereales, verduras y demás productos naturales de primer orden en sustento vital) para todos los habitantes de esta tierra, habrían medicinas para los enfermos, educación para los que no saben qué es un libro, desconocen qué es un poema (aunque lo sueñan)...

    Pero Antonio Revert pensaba que, hombre, por unas cenitas y una comida general del sábado 23, para fraternizar, porque no fuera vegana, joder, Ángel, que no pasa nada, tampoco es para tanto, unos pocos días, que ninguno somos santos, que no somos héroes, Ángel, entiéndeme. Me dicen en el bar, ante la petición que hice a la luz de tu enfado como una mona, que no, que no cambian menú, porque el puchero canario es con carne, coño, y si no no es puchero canario. ¡Pues cambia de lugar, joder! Le dije. ¡No es fácil!, me insistía. Cosa que a mí, por supuesto, me sonaba a: así queda, y gracias por venir a visitarnos, enhorabuena a los premiados.

    Más tarde me enteré de que en Tenerife hay varios espacios de comida vegana. De hecho, las veganas que colaboraron con mi acto poético, fuimos a uno de ellos, el “Somos lo que comemos”. Una pasada de sitio, sencillo, el tipo que lo lleva un buen hombre, y su comida, un buen descanso para los soldados (del cielo).

    Mientras que los demás fueron a uno que se llamaba, ¡agárrate a la silla, Alberto!: ¡“La cueva de Casiano”! Un bareto de carnacas. Eso sí, recuerda, “con opción vegana”.

    Cuando llegué a la isla y a la ermita donde se celebraban los actos poéticos, y una amiga insistió en presentarme en persona a Antonio Revert, éste me abrazó y dio la mano, entusiasmado, le correspondí como pude, pero de inmediato le dije: no puedo saludarte sin repetirte que has cometido una infamia.

    Ya lo sé, Ángel, lo hablamos. No, pero te lo repito. Es como si después de una de las cenas que has preparado para los poetos -y aquí se mezclan “sensibilidades sociales”, como el feminismo, etc., le dije-, hubieras preparado un “irse de putas” todos, eso sí, “con opción de Yo no me voy de putas”, se habría armado la de dios, y yo protestando el primero.

    Allí el Revert se zafó con un “estoy con mi familia, he de irme”.

    Ya voy cortando porque creo he perfilado bien lo que pasó allí, “puntualmente”, y lo que pasa en los Voces del Extremo desde que fueron creados, en amplio y arraigadamente.

    De hecho, también, cuando me enteré de lo de los baretos, escribí a Antonio Orihuela, el creador del asunto, y del que no tenía claro si era vegetariano, o vegano, o nada de eso. Lo conozco desde hace muuuchos años y hemos tenido una gran amistad y verdadera fraternidad. Él siempre me ha animado a seguir, ha prologado libros míos y me ha dicho entre nosotros que celebra mi existencia poética porque, según sus palabras, he de seguir porque soy “la conciencia vigilante de todos nosotros”. O sea, es gracioso, me pone en la chepa una tarea tan sencilla como llevar la ética a lo radical (integrando a los animales no humanos; la ética, si es de verdad, sólo puede ser radical, una ética con medianías es una estafa, es otra cosa, pero ética no), ¿qué bonito, no? Es como un tipo que anda por allí robando bancos, y uno que pasa a menudo por donde él va, pistola en alto, y el que pasa dice: “no roben bancos, no está bien, y es violento” y el que roba bancos se detiene en el coger los billetes y le dice: qué buena persona eres, más como tú, hombre, más como tú.” Por cierto, Durruti robaba bancos, y me parece bien. Ladrón que es robado por otro ladrón...

    Digo esto porque cuando me quejé de lo que estaba pasando en Tenerife con “los extremos”, al Antonio Orihuela, pues ¿no va y se me pone a la defensiva? Lo primero, lanzó balones fuera centralizando la historia en Antonio Revert, me dijo que lo estaba haciendo como podía, el pobre, pues eran muchos poetas y no estaba muy experimentado en esto (por cierto, maticé que la gestión, básicamente hablando, Revert la estaba haciendo muy diligentemente, pero era el asunto especista el que yo criticaba, claro). Le maticé que no le escribía para criticar la gestión de Revert (que también, en tanto a lo especista), sino ¡para señalarlo a él! Que es el creador del asunto. Y, aún más, integraba el plantel de poetas que se reunían en Tenerife, o sea que asistió a todo lo acontecido de cerca. Luego, no sólo me defendió, tan 'digno', que unos poetas pudieran autodenominarse con conciencia sin que esa conciencia fuera real (porque tener sólo conciencia con los humanos, que es algo facilón, porque hablan tu misma lengua, cagan en váteres como tú, y eso...), sino que atacó mis (los valores animalistas) valores. Me lanzó nada menos una frase que lo define y de la que no se dio cuenta de hasta qué punto queda en vergüenza como opresor y como estulto: Que “el veganismo no se debe imponer”, porque imponer es de fascismos.

    Eso me dijo. Es como si aquella me dice que no imponga el no hostiar a los niños o que no se debe imponer el respetar a las mujeres o a los ancianos. Que, hostia puta, eso tiene que nacer de uno, imponerlo puede ser contraproducente, ¡sobre todo caeríamos en un fascismo!

    Oiga, he visto que pega a su mujer, yo pienso distinto, no le digo lo que pienso para no ofenderle, siga siga, no le interrumpo más, que parezco un guarda, un juzgador de mierda, un militar en guerra contra usted. Pegue, peque, sea libre. Sin opresiones de opiniones contrarias a la suya, la de que hostiar a las mujeres es bueno. ¡Que no queremos ser fascistas!

    Y ni siquiera la imagen descrita antes se daría, porque según Orihuela si imponer el veganismo es fascismo, entonces el que ve una agresión entre humanos no debería decir ni mu. En definitiva eso me dijo Antonio: cállate que estás más guapo. No metas las manitas en la mierda. Vivimos en el mejor de los mundos... en lucha. Donde comer 'pescado” está guay. Si tú no lo respetas, Ángel, eres un fascio. ¡Como a un niño que le dicen: no hables tanto, no preguntes tanto, que te hostias y a mí me jodes mi ambigüedad, mi gustosa ambigüedad, mi adorable contradicción! Pero no, hijo, no. Yo soy de la generación que se crio con “El Barrio Sésamo”. Nosotros sí somos críticos, porque manejamos el más puro e impeleable sentido común. En el Barrio Sésamo unos muñequitos ensañaban a los niños los más básicos sentidos del espacio, del tiempo, de la lógica. Se iba para atrás una muñequita de trapo con trenzas y decía: “esto es lejos!”, venía corriendo hacia delante y sonriendo gritaba “y esto es cercaaa!”. Quiero decir que ya está bien de emperifollar la realidad, de pintarla, como hacen los políticos, de distintos cuadros posibles. Pues no, un barco es un barco, no es un edificio. Y una carretilla no es un limonero. Y, como dice la bióloga vegana y activista Rosa Más, sobre comer animales, con sencillez (ella también chupó de la ciencia valiosísima del Barrio Sésamo): “Está mal, lo sabes, no lo hagas.”

    Muñecos enseñando lógica, sentido común, pensamiento crítico. Con solvencia. Para que ahora vengan unos intelectuales que se autodenominan críticos y sensibles, a doblarnos torticeramente algo tan recto, diáfano, y sencillo de entender, como que los animales sienten, aman sus vidas y NO SON NUESTRAS, en ningún grado! ¡SOMETER LAS VIDAS DE LOS OTROS, ES FASCISMO! ¡EL VEGANISMO ES LIBERACIÓN! Estamos en el más básico “Adelante”, “detrás”, “grande” y “pequeño” del Barrio Sésamo.

    Nunca lo entenderé. ¡No es posible!

    ¿Es que los poetas, de verdad verdad, les importan NADA que a las vacas que se comen a trozos, en sus esclavitudes desde el nacer, les roben sus hijos los terneros para que la leche, que es de sus hijos, sea destinada a humanos, mamones y los únicos animales del reino animal que siguen tomando leche después del destete? ¡Están ciegos o son tontos, o las dos cosas!?

    ¿A los 'poetas bellos' les dan igual los gritos de los terneros separados desde el segundo uno de sus madres, para ser destinados a la oscuridad, que no les dé el sol, para que su carne final salga para las carnicerías con el color y la textura que el consumidor sibarita exige?

    Poetas, ¿no sentís nada cuando os digo que las gallinas, que os coméis, y sus huevos también, son animales pudorosos y, en libertad, cada gallina para poner un huevo se aleja de las demás, a un espacio íntimo, para poner su huevo, porque repito, sienten gran pudor en el acto? ¡Y en los hacinamientos de las naves industriales de explotación animal no existe lo 'íntimo' ni por asomo! ¡Sólo la violencia, el dolor y la tortura física y mental a cada segundo!

    ¿A los poetas, Alberto, por qué no les importa el barrito del elefante siendo cogido por red o tiroteado -los elefantes son animales muy familiares, muy nobles, leales-; no les importa que los peces para ser servidos en sus platos mueran constreñidos en el dolor más inimaginable: de asfixia; no les importa que los cerdos son colgados en el matadero de una pata, y como al resto de los animales que matan en mataderos, que pasan por la praxis que llaman las SS del consumismo de animales de “bienestar animal” que consiste en que el matarife les golpea en la frente con el martillo percutor, que en la mayoría de las ocasiones no deja inconsciente a los animales como aseguran los ganaderos, y asisten -las víctimas animales- a su despedazamiento con plena conciencia, abren y cierran la boca, sacan la lengua sangrante, se contonean cabeza abajo, y en el caso de los cerdos, en la línea de despiece del matadero, pasan por un punto en que hay un tonel gigantesco de agua hirviendo donde la máquina los baja, introduce dentro del agua hirviendo por entero al cerdo, para que no quede NI UN PELO EN SU PIEL, pelos que los consumidores -entre los que están los poetas de voces del extremo- detestan?

    ¿No-os-importa-todo-esto-de-verdad?

    LES SABOTEAMOS LA JAMANCIA

    Eso hicimos, amigo Alberto. Creo te alegrará. Cuando terminamos de comer, frugalmente, en el vegano, las hermanas veganas y yo fuimos al bareto La Cueva de Casiano a joderles la comida a los tipos, una mesa larga llena de poetas, almas bellas, oh sí, gente que señala las opresiones, contentos, en paz, habían leído poesía. Vamos a cambiar el mundo (se entiende, ya se sabe, que quieren cambiar todo aquello que afecte a sus privilegios humanos).

    Las amazonas a mi lado y yo entre ellas, alzando carteles de la imagen que acompaña siempre en redes a mi poema “Te quiero”, la de dos cerdos que en el espacio de muros medianos que precede a ser asesinados en el matadero, uno sube y el otro igual, el murito y parecen besarse, antes de morir, antes de la nada dolorosa como la distancia para siempre de todos los seres queridos. ¡Si hubieras visto! Alberto. ¡Qué dignas se veían las chicas! ¡Las mujeres animalistas veganas son un fenómeno natural, recuerdan al ave en vuelo, a la palabra limpia, a los ríos de siempre!

    ¿Lo bueno? Algunos hubo de entre los comensales de la larga mesa que hubieran preferido ir a otro tipo de bar (luego me lo contaron, que lo dijeron algunos, pero fueron muy pocos) quizá -puede que sea demasiado optimista-, para ir a ver, para comprobar, a ver si eso está bueno, a ver si es algo más que hojas de lechuga; no muchos, algunos, pero ya era algo. Que incluso nos aplaudieron algunas, el hecho de ir a disentir, de su papeo sangriento.

    Pero nada más. La cosa era encender una llama: la de que en cada nuevo Voces del Extremo un grupo de valerosas/os se allegue a los lugares de crimen en los platos para romper la paz de los verdugos leeversos.

    El mismo coordinador de las lecturas, después de mi acto de “La Bella Revolución” y de nuestra visita activista al bar de mierda, a esa 'última cena' 'de puta madre' de los poetos, me mandó un audio dándome las GRACIAS, por lo que habíamos hecho y por haber asistido al festival con nuestra cosa (siempre hablo en plural, nunca estoy solo; somos una multitud que crece por momentos), me dijo que el acto de La Bella Revolución dio sentido a Voces del Extremo y que, a su parecer, fue de lo más potente que se hizo.

    Te alegrará saber que gustó a mucha gente, y creo hizo pensar a otros tantos.

    Pero queda el mal sabor de boca de contemplar por enésima vez lo feo, el hartazgo de tanto intento de falaz manipulación, queda el acabar hasta el culo de tanta ironía, de tanto jueguecito de palabras, tanto esquivar lo que es de sentido común, en resumen, tanta burla, tanta cosa grotesca, tanto monstruo entre nosotros. Me hago mayor, Alberto, justo cuando fui a Tenerife cumplía 54 años, ese 22 de marzo, segundo día de la llegada de la primavera y cuando junto a un grupo de voluntariosas en una isla florecimos el canto primordial en la noche, el de los animales verdes, el del cielo primigenio, el de la alegría que es matada cada segundo, la alegría de “otros”, que a nadie importa. Porque no son humanos.

    Colaboraron conmigo en los trabajos de la hierba y para una ética real, la antiespecista, Ipek, la niña Clementina, Meri, Andrea, Danny, Mercedes, Teresa y Javier, y muchas/os otras/os, ellas/os saben quiénes son. A todas/os os digo: Gracias por empezar las primaveras primeras que vuelven.

    Cierro esta carta con el poema “A los poetas”, que hizo canción Graciela Folgueras y puede escucharse en youtube y verse en vídeoclip.

    No quiero dejar de decir que sé que el Antonio Orihuela que he visto estos días hay, dentro, otro Antonio Orihuela. Y en Antonio Revert hay otro, dentro. Que en todos los poetas que lean esto y se sientan atacados hay una vegana y un vegano dentro, esperando... Todos somos uno y el distinto, y elegimos, por miedo, orgullo o simple placer, que sobresalga una versión de nosotros. Digo que en mi mar interno por la amistad que hemos mantenido tantos años sueño con que por alguna orilla aparezcan de nuevo estos amigos como los soñé y viví al principio, con sonrisa limpia. De todos los malos sueños se despierta en algún momento. Porque creedme, amigos, todos somos, podemos ser, otro y/o el verdadero. Yo no soy ningún maestro para enseñaros esto. Sólo toca recordar... Recordarse... Y si no te acuerdas de nada distinto a tu empecinamiento, pues chico, no hay arreglo. A joderse tocan, pero en ese caso otras/os que no son vosotras/os.

    Alberto, ¿tú cómo estás? Amigo mío, en esta larga noche, somos tan pocos. Y están tan necesitados los animales porque quienes hablamos por ellos somos, todavía, como una llama de mechero en comparación con el Sol. En el “Decir de los silenciados”, que se proyectó en el acto de “La Bella Revolución”, los animales nos dicen: “Necesitamos alguien con lengua de playa / Necesitamos gente con pies de caballo / Necesitamos amigos en esta noche...”

    A LOS POETAS

    Poetas que cantáis al hombre,

    que cantáis al amor.

    Canto alto, hermoso, vuestro canto.

    Cantáis a la flor.

    Poetas que habláis por el soldado,

    por su cuerpo en la hierba y su llanto.

    Llanto alto, hermoso, vuestro llanto.

    Cantáis al hermano.

    Poetas que cantáis al pobre,

    versos a su hambre.

    Canto grave, herido, vuestro canto.

    Cantáis a la sangre.

    Poetas, por qué en vuestro canto

    sólo es hermano el humano.

    Poetas, por qué en vuestro llanto

    el animal no es canto.

    Decidme por qué en vuestro canto

    el animal no es hermano.

    Decidme por qué en vuestro llanto

    el animal no es canto.

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