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Por J. P. Enrique
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Desde la crisis de los tulipanes

    La humanidad, mal que bien (más mal que bien) ha funcionado a base de crisis cíclicas o estructurales, algunas muy conocidas: La crisis de acciones y bancaria del 29, la de los tulipanes de Holanda, la del Mississippi y los mares del Sur(1720), la de las subprime, la de la deuda de Méjico (1970), la burbuja inmobiliaria de Japón, Finlandia, Noruega y Suecia(1985), la de las empresas puntocom(2.000), la de acciones de Tailandia e Indonesia (1992) o la inmobiliaria actual de la que ha derivado la bancaria. De especial virulencia fue la crisis del 29 y gravísima es la que ahora sufrimos.

    Todas ellas, tienen en común la irracional especulación y el ansia desmedida de pretender el enriquecimiento sin límites.

    A nadie le podían impedir que vendiera o hipotecara vivienda y su carruaje para invertir ese dinero en la compra de bulbos de tulipán. Ocurrió en Holanda en 1636 y fue, como todas las especulaciones, irracional; tan irracional como ha sido la reciente crisis inmobiliaria que ha ocasionado aquí un derrumbe sin precedentes. Allí, como aquí, a nadie podían impedirle que actuara dentro de su libertad personal siguiendo sus ansias de enriquecimiento que son el motor para mover la economía y crear puestos de trabajo.

    Empezó aquella crisis con el estallido de la burbuja del ladrillo. Poner excusas es no querer entender que esto funciona así y que el poder político ni estaba ni está por encima de ese motor de codicia que mueve a los que tienen dinero y a los que, sin tenerlo, consiguen que alguien se lo preste.

    Aquí, como en otros rincones, los políticos han hecho lo que saben hacer: Intentar lucirse haciendo inauguraciones de obras, muchas veces inútiles, llenas de continente y huecas de contenido; porque para que el arte del teatro llegue a los ciudadanos no es necesario invertir millonadas en tacitas de plata, lo que hace falta es simplemente un espacio adecuado para representar en él piezas teatrales y disponer del dinero suficiente para contratar a buenas compañías.

    Aquí los bancos han actuado movidos por el mismo afán de lucro que guía a las personas y el dinero que tenían y el que les prestaban irresponsablemente, sin límites, desde el exterior, (precisamente los que ahora reclaman garantías para cobrar) lo dedicaban a dar brillo a sus balances en busca de ganancias insaciables.

    Tras el estallido, ahora, como en las crisis anteriores, todo se ha venido abajo y en ese caso, lo normal, lo lógico, lo de sentido común sería que cada uno aguantara su cruz. El que ha invertido en sellos y la inversión ha resultado nefasta, lo normal es que sea él quien asuma esa pérdida. El que ha comprado un terreno y ahora solo vale el 10% de lo que le costó, debería asumir también su mala inversión y ni siquiera atreverse a solicitar repartir su pérdida entre sus vecinos y amistades. Es lógico ¿no?

    ¡Pues no! Aquí resulta que con la excusa de “no crear males mayores” -nos dicen- algunos pretenden que paguemos entre todos lo que a ellos les ha salido mal. Esos mismos si hubieran ganado mucho dinero en sellos, deuda pública, solares o lo que fuere les veríamos hinchar sus pulmones, sacar pecho y presumir que son muy listos.

    Pues bien, como decía, esos grupos de presión muy fuertes y con grandes dotes de convicción, gracias a su poder mediático, pretenden salvarse y trasladar sus pérdidas a parados, trabajadores, jubilados, inválidos, colectivos de enfermos, de mujeres maltratadas, etc. etc. Presionan y logran con esa presión, que los que ocupan el poder les apoyen (porque el poder suele estar siempre al lado de los más fuertes) cuando lo normal sería que el poder fuera honesto y apoyara a los que realmente precisan de apoyo.

    Presionados, los que están en el poder hasta son capaces de recortar mínimos vitales a personas muy necesitadas y sin recursos, con argumentos tan sibilinos como el de que “reducen las prestaciones a los parados para que no se acomoden y vayan en busca de empleo”. Es tal la bajeza moral de nuestros gobernantes que hasta se atreven a aplaudir (14 veces) duros recortes dictados sobre los más débiles, en lugar de hacer lo que hizo la ministra italiana que se puso a llorar ante las Cámaras. La bajeza moral ya no está solo en tomar medidas como esas entre jolgorios, sino en añadir: “Que se jodan”.

    Es evidente que la crisis no la ha creado ni este gobierno ni el anterior, ya que es consustancial a un sistema que tiene como estímulo para su funcionamiento el ansia de riqueza y que suele derrumbarse cíclicamente con graves daños. Un ansia que es normal y hasta saludable mientras se mueve dentro de unos cauces normales, pero que es maligna cuando sobrepasa su caudal.

    Si no hay alternativa a un sistema injusto a todas luces, al menos habría que pedirle al gobierno (a éste y al que le siga) que sea -como dije- honesto y que dentro de sus posibilidades actúe a favor de los más débiles. Pedirle además que actúe con severidad contra los deshonestos y que cuando se equivoque pida perdón como suelen hacer los japoneses, ya es pedir demasiado, pero sería lo correcto.

    Considero que para minimizar los efectos de una perniciosa especulación habría que gravar, con altos impuestos, las ganancias y sobre todo estaría bien dejar de apoyar a los que apostaron fuerte y perdieron un dinero que, las más de las veces, no era suyo.

    A mi entender, el esfuerzo en apoyar, por ejemplo a los bancos, estaría mejor empleado si se destinara a garantizar el dinero de los ahorradores. Sería una intervención más justa.

    ¿En base a qué hay que salvar a los inversores? ¿En base a qué hay que avalar entre todos y hay que dar beneficios, vía deducciones fiscales, a los que construyen autopistas y se equivocan en sus previsiones? ¿En base a qué tenemos que pagar entre todos un aeropuerto que no cumplió sus expectativas? ¿Reparten beneficios al Estado esas empresas cuando ganan más dinero del previsto con su banco, su autopista o su aeropuerto?

    Ellos tienen sus prioridades y sus intereses y en sus medidas se decantan claramente a favor de una parte. Yo pienso en otras prioridades y en otros intereses en un marco de libertad, pero bien entendida.

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    comentarios 13 comentarios
    Desconocido.
    Desconocido.
    22/07/2012 10:07
    Uns exemples (IV)

    ¿Qué me ha hecho pensar, ingenuamente, que el pasado no volvería a repetirse, que no incurriríamos en el mismo error? Como en los más retrógrados años del Antiguo Régimen, el poder ya no necesita justificarse, se justifica por sí mismo. Los políticos afirman que no pueden hacer nada, que están atados de manos y pies. Y es cierto. Pero el compromiso que les inmoviliza no es con el ciudadano al que simulan representar, sino con las entidades financieras que les han prometido una feliz jubilación política en un consejo de administración, o en una fundación privada.

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