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Por Toñi Serna - Secretaria de organización provincial del PSPV-PSOE
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Socialdemocracia: “no estaba muerta”

    Cuando tanta y tanta gente se preguntó sobre el futuro de la socialdemocracia –un gran número sobre su ocaso, muerte y entierro- resultó, tal y como nos cantó Peret, que “no estaba muerta”.

    Sinceramente, si atendemos a todo lo dicho sobre ella, llegué a dudar sobre si la socialdemocracia estaba muerta, de parranda, en estado terminal, o congelada –al estilo de lo que la leyenda atribuye a Walt Disney-. Lo que sí sé es que en estos tiempos en el que los populismos no dejan de tomar carrerilla, y sobre todo, de profundo neoliberalismo, con cuatro años y medio de gobierno de Rajoy -y el larguísimo periodo de gobiernos del PP en la Comunitat Valenciana- el modelo socialdemócrata vuelve a latir con fuerza y alimentando el pulso de muchos programas y acciones de gobierno.

    La socialdemocracia era y es añorada: por lo logrado y por lo que supone de política razonable y humana. Es añorada por lo que ha supuesto y por lo que, nutriéndola de nuevas ideas y limpiándola de ciertas inercias, puede ofrecer a la gestión de los pueblos.

    Es cierto que, pese al intento neoliberal de minorar su presencia en la agenda de sus gobiernos, el sello socialdemócrata es visible en numerosas facetas de nuestra sociedad, especialmente en aquellas que confieren igualdad social a todos los ciudadanos: la sanidad pública, la educación universal o las coberturas sociales contra la exclusión. Un sello que, indudablemente, ha perdido viveza y consistencia, desteñida por el paso de gobiernos conservadores. Pero sus perfiles, en forma de derechos, siguen perceptibles por millones de personas que se han visto beneficiadas por una calidad de vida superior a otras épocas y otras sociedades.

    Hoy, ante un mundo amenazado por populismos y fanatismos de diferentes raíces, pero que pueden derivar en similares consecuencias, nada buenas, los partidos y líderes que sustentan sus políticas de izquierdas sobre pilares socialdemócratas están obligados a fortalecerlos, no como simple reacción ante los peligros que acechan, sino como la verdadera alternativa para que las oportunidades de vivir dignamente llegue al conjunto de la sociedad. Y esto, no sólo se consigue con mensajes grandilocuentes, sino con la toma de decisiones que son difíciles, pero necesarias.

    Y aquí, en las decisiones difíciles, estamos hablando de trabajar en iniciativas para comenzar a caminar hacia un nuevo paradigma cultural que posibilite una cultura de la solidaridad, frente a la economía neoliberal que ha impregnado, como si de petróleo se tratara, las políticas de muchos gobiernos. No se trata de estatalizar la economía, sino de empoderar al poder político –gran reto del modelo- como la alternativa a lo que ha estado ocurriendo, por ejemplo, en la Comunitat Valenciana en los 20 años de PP, donde se pervirtió el gobierno para tejer redes de enriquecimiento y corrupción, mientras se encapsulaba la democracia y se silenciaba a la gente bajo el mantra de “el Levante feliz”.

    Hablamos de un proyecto que toma en consideración a los sectores económicos y financieros con el fin de hilar crecimiento económico con la lucha contra la pobreza y la desigualdad, mediante la articulación de formas progresivas de redistribución de la riqueza.

    Un modelo que refuerce su alianza con la sociedad civil para dar respuesta a desafíos que provienen, por ejemplo, del feminismo, de la cooperación, de la cultura o de la defensa del medio ambiente. Y en España, del reto que supone articular un equilibrio justo en la organización del Estado que suponga igualdad de oportunidades, de derechos y obligaciones en todos sus territorios. De hecho, de eso hablaremos con la entrada de septiembre en el seno del PSPV-PSOE a través de su Escuela de Verano sobre Socialdemocracia y Federalismo.

    El camino se ha abierto, no por quienes utilizaron el concepto de socialdemocracia como recurso electoral para atraer votos de última hora, sino por quienes de verdad consideran que, analizando errores y generando ideas, se puede hacer de nuestra sociedad un lugar con más derechos y más igualdad.

     

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