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Hacer el amor

    En el deporte existen los juegos de equipo en los que las estrategias y técnicas requieren de una comunicación fluida y de un buen trabajo grupal para conseguir ganar. O por lo menos superar los objetivos comunes que se proponen. Por ejemplo, si los centrales aseguran el centro y abren bien el juego, los delanteros saben buscar el gol. Si el pivot bloquea bien al base, cualquiera puede deslizarse, coger el pase y entrar a canasta. Pues en las parejas debe suceder lo mismo. Hay un equipo y unas estrategias convertidas en un lenguaje propio, en un universo de dos.

    Pero no siempre ese universo contiene la armonía suficiente o el equilibrio adecuado, a veces hay caos. Y precisamente el no saber llevarlo o gestionarlo hace que se fracture la pareja y aparezcan fisuras insalvables. El equipo se deshace porque no funciona, y detectarlo a tiempo puede salvarnos (ya sea por suerte, por desgracia, doliendo o desde la sinceridad y honradez).

    La primera vez que leí el Principito me pareció un cuento más en el que alguien ayudaba a otro alguien, mientras vivían una aventura. No supe leer más entre líneas, lo cierto es que con nueve años poco iba a reflexionar de las verdades que se narraban y de cómo estas te hacen cambiar la mira una vez te consideras “mayor”. Cuánto aprendí sobre el amor en esa lectura. Sé que es muy típica la obra y que incluso se ha sobrevalorado, pero para estas palabras que hoy os quiero contar es idónea.

    En una de las páginas se lee “amar no es mirarse el uno al otro, sino más bien mirar ambos en la misma dirección”. Se me grabó a fuego en la mente y mis manos tuvieron que escribirla en la libreta con un par de anotaciones. Quizás esa cita estaba destinada desde entonces a esta columna o solo guardada para mí. Porque creo que ahí, en ese punto, es donde comienzan a fallar las cosas en una relación, por mirar hacia lados opuestos. Y siento mucho si ya os comienzan a escocer algunas cosas, creedme que también es un ejercicio para mí y mis cicatrices.

    No es suficiente con que dos personas se gusten, se quieran y hasta se amen si no van a estar abiertos a respetar la maleta personal de cada uno; esa en la que existen los límites propios, los miedos, las metas personales, las inseguridades y las voluntades. Saber tomar direcciones y decisiones pasa por tener conversaciones incómodas y difíciles. Huyendo de ellas, evitándolas o apartándolas de la relación no conseguimos más que intoxicarla de vacíos, dudas y fechas de caducidad.

    Incluso el creernos únicos para esa persona es en cierto modo erróneo. Sí, somos únicos porque la forma de quererse es especial, y solo admite dos sentidos recíprocos. Pero cuando llegamos a la vida de alguien no somos los únicos dentro de ella. La persona a la que vayas a amar tiene sus prioridades y otras personas con importancia para ella. No podemos creernos más que todos esos apoyos, sino intentar sumar ayuda, espacio y respeto en una dimensión distinta.

    El amor funciona cuando comprendemos que dos mundos diferentes han colisionado por elección mutua, con ganas de acompañarse y ser el uno con el otro. Cuando no dejamos que la otra persona olvide que ella misma es su prioridad, y ayudamos a que su amor propio no desaparezca. Cuando respetamos hasta lo más íntimo que no quiere compartirse y hacemos cómplice de vida, de nuestra vida, a quien queremos que sea junto a nosotros. Y sí, duele a veces dar alas y poner fines cuando egoístamente no queremos, pero la felicidad de ese alguien y la tuya propia no pueden estar en peligro.

    Asimismo, sucede que cuando no está funcionando es porque de forma inconsciente estamos proyectando las inseguridades y miedos que llevamos en la relación. Y eso hace que esta suponga con el paso del tiempo una tortura, una exteriorización de nuestras tormentas. Y a los quedan (quedamos) atrapados asimilan esa sensación como amor, aguante y fortaleza. No, si no estamos bien y no somos felices, no procuremos hacer feliz a alguien jugando con algo tan bello como el amor.

    Escúchame: si quieres una pareja para no sentirte solo, búscate y encuéntrate a ti primero; si la necesitas para sentirte completo y darle sentido a tu vida, acude a ayuda profesional y no conviertas sentimientos en dependencias. De igual forma, si tu equipo funciona y juntos sumáis, celebradlo y disfrutad de algo bien hecho. Si sois capaces de alcanzar cimas codo con codo y superar crisis, estad orgullosos de los pasos que dais y de aquello que construís.

    Pero, por favor, no oscurezcáis todo eso con actitudes y formas tóxicas. Hablar y comunicar como medios siempre, y saber poner límites (o fines si fuera necesario) como necesidades personales. Así sí, así podemos hacer ya el amor, siempre y cuando tomemos las debidas precauciones para evitar problemas no deseados e infectarnos de malos hábitos destructivos.

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