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Por Vicente García Nebot
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RIP GUMSA

    Es en estos tiempos de penitencia, dolor y glorioso sacrificio, cuando el Ayuntamiento de Castellón está representando “La pasión y muerte de GUMSA”. Realmente la pasión de esta empresa municipal empezó ya en su inició. Casi desde su nacimiento. Y es que es cierto: “todos nacemos para morir, y cada día morimos un poco”. Pero la realidad es que a esta empresa municipal, de capital público, la crearon para matarla con una lenta agonía que, en próximos días, dará lugar a su muerte definitiva.

    Era una empresa dedicada al urbanismo y a la construcción de viviendas de protección pública, que como todo ser humano, necesitaba que le dieran de comer para subsistir. Sin embargo, en tiempos de un urbanismo floreciente y que generó pingües beneficios, el ayuntamiento popular decidió que todos los beneficios que generara el mercado inmobiliario se entregasen a la iniciativa privada. Y que la iniciativa pública, GUMSA, se limitara a roer los duros huesos que los emprendedores de la construcción y promoción no querían para sí.

    Además, por otro lado, el excedente aprovechamiento urbanístico que por ley le tocaba recibir a la administración en concepto de participación en las plusvalías, invariablemente se vendía a los urbanizadores. Eso sí a precios muy cómodos y adecuados.

    Sólo conque todo este aprovechamiento se le hubiera entregado a GUMSA y esta lo hubiese gestionado, tendríamos ahora un capital suficientemente importante para seguir haciendo urbanismo en la capital de la Plana, sin necesidad de entidades financieras. GUMSA sería hoy un instrumento útil, vivo y eficiente.

    Imaginen además que GUMSA hubiera participado en una parte del pastel urbanístico e inmobiliario, en todos y cada uno de los PAIS que inundaron el término municipal, con un 20% por ejemplo. Pues ello supondría que las arcas de la empresa pública estarían hoy rebosantes para hacer urbanismo público y gratuito.

    Está claro que esta forma de pensar no está en el ideario neo-conservador, que con su pesado manto cubre el Ayuntamiento capitalino y el emblemático Fadrí. Son más del liberalismo total del Laissez faire-laissez passer. De la libertad total en la economía. La mano invisible del mercado ya dejará las cosas en su sitio.

    Pues así ha sido. Y si, por un lado, los insaciables especuladores han llenado sus arcas y ahora las tienen cerradas a cal y canto. La pobre GUMSA, es decir, usted y todos los vecinos de Castellón debemos a los bancos una pequeña fortuna. La entidad pública tiene un agujero tal que es imposible llenarlo desde los presupuestos públicos en estos tiempos de recortes y reajustes presupuestarios.

    El actual alcalde, tal vez demostrando una vergüenza torera que sus predecesores no tuvieron, todavía intentó buscar alternativas a la inminente muerte del paciente. Que si dejarlo en la UCI e intentar estabilizarlo. Dejarlo con las constantes vitales en funcionamiento (dos administrativas) hasta que la ciencia encuentre una solución que permita revivirla, tal como si del propio Walt Disney estuviéramos hablando.

    Sin embargo, el propio gobierno de Mariano Rajoy, en plena vorágine de sangrienta sensatez, entre recorte aquí, mutilación allá y amputación por acullá, ha ordenado que todas las empresas públicas que tengan más de un 50% de pérdidas sean liquidadas. Y este es el único plan posible que la derecha reinante en Europa es capaz de imaginar: El Plan de Ajuste y austeridad.

    Hay que reducir el estado a la mínima expresión. Hay que reducir el estado de bienestar a lo mínimo imprescindible para que no se nos mueran los contribuyentes. Lo demás sobra todo. Que la mano invisible del mercado, ayudada por unas cuantas manos negras que lo dirijan, ya harán lo que se debe. Y con ello y con la excusa de la crisis se van a hacer realidad en Europa las tesis del liberalismo del siglo XIX.

    Lo de GUMSA no es más que un pequeño ejemplo del resultado al que nos lleva esta política y esta ideología. Sin duda los amigos de la “mano invisible” serán los más beneficiados. Siempre lo han sido. Y seguramente usted y yo, hayamos votado a quien hayamos votado, solo seremos aquello que decía Pink Floid en los años ochenta “Another brick on the wall” (otro ladrillo sobre el muro). Nunca mejor traído el “brick” (ladrillo), que parece que es el responsable de todos nuestros males.

    Y hasta aquí llegó la vida, pasión y muerte de una empresa pública que viviendo entre oro, parabienes y riquezas, no la dejaron siquiera tener ese mínimo indispensable para su subsistencia. Fue un instrumento inútil económicamente pero útil políticamente. Una cenicienta sin final feliz. Descanse en paz.

    Epitafio: Lo que pudo ser y no le dejaron.

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