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Por Cristina Querol
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Nagasaki, 65 años después

    Nagasaki, Japón, 11.02 hora local. 9 de agosto de 1945. Una aeronave sobrevuela, nerviosa, impaciente, la ciudad. De repente un estruendo de magnitud indescriptible se cierne sobre la ciudad, tras el cual, la nada se apodera de todo. El fin, la devastación y el vacío son lo único que deja tras de sí el Fat Man. Así es como fue bautizada la Bomba Atómica que en cuestión de segundos acabaría con la vida de 80.000 personas y dejaría un suelo arrasado, baldío durante generaciones, diseminando la tóxica semilla de la enfermedad y el dolor, la rabia, la humillación. El fin, la polución, el desastre, el terror. La mutilación de la vida.

    Hiroshima había materializado tres días antes la amenaza que EEUU cernía sobre Japón. La rendición incondicional nipona era la única salida que EEUU estaba dispuesta a admitir. No se admitía discusión y el precio a pagar por la resistencia era la aniquilación, sin paliativos.

    La vida humana nunca había sido tan efímera. El efecto psicológico y la contundencia de la decisión del presidente Truman llevaron, efectivamente a la rendición de Japón pocos días después. Se ponía fin así a la Segunda Guerra Mundial, que había asolado Europa durante los últimos 6 años.

    Sin embargo, la decisión de Estados Unidos, que pretendió con las explosiones de Hiroshima y Nagasaki mostrar al mundo, n especial a la URSS, su capacidad nuclear, supondría también el germen de la Guerra Fría, que durante más de 40 años determinó el equilibrio de poder en el mundo.

    No fue el sentido común sino el hastío y la dificultad para mantener la justificación del gasto armamentístico los que en 1991, tras la caída de la URSS, llevaron a ambos países a firmar el START para la reducción del arsenal atómico, iniciándose así una política de desarme que se traduciría en una desescalada del conflicto. Con la caída de la URSS moría una superpotencia, pero también una ideología, o al menos, su posibilidad de éxito como modelo económico, político y social. La bipolaridad del mundo en términos militares vigente durante décadas caía a los pies de Estados Unidos, que se erigía como el hegemón hasta nuestros días.

    La lógica de la disuasión nuclear había impedido el ataque directo entre los dos mundos pero paradójicamente, había sido la piedra angular de la permanencia de un planeta dividido en dos. La única guerra nuclear posible era una guerra total que implicaría el fin del mundo tal y como lo conocemos, por lo que el temor a la propia destrucción descartaba el ataque con armas atómicas como reacción ante cualquier ofensiva, aun teniendo capacidad sobrada para ello.

    La lógica nuclear juega con un factor existente: la capacidad, y con uno ausente: la voluntad. También desde ese punto de vista se debe entender la preocupación y el debate en torno a la legitimidad de algunos estados (etiquetados por Estados Unidos como rogue states) para desarrollar un armamento nuclear que otros ya poseen. No se trata de que Estados Unidos tenga legitimidad para desarrollar su capacidad nuclear y ésta no le sea concedida a Irán: el problema es que en Irán existen grupos terroristas y un clima que ponen en duda la ausencia de esa intención, que unida a la capacidad puede ser fatal.

    Tanto Rusia como Estados Unidos quieren liderar la no proliferación de armas nucleares en el mundo y lo quieren hacer por razones morales pero también estratégicas: el discurso contra los “rogue states” pierde credibilidad si ellos no dan un paso adelante. Sin embargo, ese paso adelante es tímido, al fin y al cabo, se trata de los países más poderosos del mundo y si lo son es precisamente porque tienen armas nucleares. De nuevo una lógica aparentemente antagónica: sólo dos potencias como Rusia y Estados Unidos pueden liderar una política mundial de no proliferación. Sin embargo, para seguir siendo potencias necesitan seguir teniendo esa capacidad nuclear. Una trágica paradoja que se traduce en que hoy, 65 años después del episodio de Nagasaki, tanto la URSS como EEUU sigan teniendo una capacidad nuclear suficiente como para destruir el mundo unas 14 veces.

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    comentarios 3 comentarios
    miguel bataller
    miguel bataller
    10/08/2010 07:08
    Feliz cumpleaños,...... de un nefasto acontecimiento

    Me duele tener que decirlo, pero no tengo mas remedio que reconocer que las fechas del 6 y 9 de Agosto de 1945, son las mas tristes de la historia de la humanidad, ya que remememoran unas matanzas masivas de seres inocientes.... Pero no está mal recordar la Historia, para no reincidir en los errores de Hiroshima y Nagasaki. Buen tino para tus articulos Cris.

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