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Por Francisco Planelles
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Conclusiones

    Hace algunos años, fui gratamente sorprendido, ante el avance tecnológico logrado en el cultivo del los cítricos. Desde el interior de un galpón y a través de tuberías observé con que eficiencia se distribuía y regulaban los nutrientes y la humedad requerida por las plantas. Ante el progreso logrado vino a mi memoria parte de una vieja poesía.

    EL L´HEREU

    Me levantaba temprano

    y con mi capazo a cuestas

    salía a la carretera

    en busca de la boñiga

    con que enriquecer la huerta.

    Arrodillado en la senda

    veía crecer

    las lechugas y tomates,

    pimientos y berenjenas.

    Entre patos me bañaba

    zambulléndome en la acequia.

    ¡Vivan los días de riego!

    Ese día, ¡sí que era fiesta!

    Tiempos maravillosos. Recuerdo cuan orgulloso le entregué a la autora de mis días, un capazo rebosante con el fruto de mis desvelos. Mi madre, me pagó con una sonrisa

    A la distancia. Son dos las conclusiones que he llegado: Como me alegra el haber nacido hace ochenta años y el haber aprendido en tan temprana edad que nunca, nunca, se debe hacer negocios con la familia.

    Y prosiguiendo con nuestros “aforismos”

    El mundo que yo conozco morirá conmigo.

    La sabia naturaleza hace bajar la cabeza al hombre cuando madura.

    Desde niño, sospeché de mi ignorancia. Hoy, que tengo experiencia, ya no me cabe la menor duda; pero sigo siendo un ignorante.

    Me hubiera gustado nacer árbol. De vivo, hubiese sido morada de pájaros, sombra, flores y frutos. De muerto: madera, luz, y calor. En cambio, tan sólo soy un ser humano.

    Cada mañana coincidimos ante el espejo. Nos observamos en silencio como viejos desconocidos. Él me saca la lengua. Yo le muestro los incisivos. Al unísono nos cepillamos los dientes, nos afeitamos, nos lavamos la cara, nos peinamos, nos sonreímos, y después cada uno se va a sus quehaceres.

    Al cortarle el cordón umbilical, condenan al hombre a una eterna soledad.

    Para expresar las ideas se precisan muy pocas palabras, salvo que se tengan muchas o muy pocas.

    La felicidad, cuando se tiene, se ignora. Cuando se pierde, se añora.

    Tratar de conocerse es como observar las manecillas de un reloj: cuando la visión llega a tu cerebro, ya es otro el tiempo.

    Si escucháramos más, lloraríamos menos.

    Es muy peligroso el no saber distinguir entre la humildad y la pobreza.

    Los amigos son para reír. Para llorar, está El Muro de los Lamentos.

    No te conformes en hacer bien lo que puedas hacer mejor.

    El saber sí ocupa lugar: el de la ignorancia.

    Después de cincuenta años, no encontré a mi maestro, ¡qué lastima! Me hubiera gustado darle las gracias.

    El hermano menor es el residuo de la familia.

    No hay tres, sin dos.

    “No sólo de pan vive el hombre”. También necesita Coca Cola.

    La mujer ideal, es un espejismo. El hombre ideal, una chequera con fondos.

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    comentarios 12 comentarios
    paco planelles
    paco planelles
    30/04/2013 08:04
    Ni mejores tiempos, ni peores. Nuestra infancia

    Apreciado Vigorhumos, en ese pozo de la alquería vieja es donde pasé mi infancia, 1936-1948. Desagotar los pozos,pescar anguilas, recoger caracolas, tomar prestado fruta. ¡Hai! mi querido amigo, que tiempos más felices.¿Donde estarán los hemanos Dols, Tarrancón y otros tantos de los que tengo imágenes, pero no recuerdo sus nombres. La viritat xiquet, que mas fet plorar.

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