elperiodic.com
SELECCIONA IDIOMA
Valencià
Por Vicent Albaro
Camins de l´Alcora - RSS

El robo en la casita de campo

    FOTOS
    El robo en la casita de campo- (foto 1)

    Este es un camino de los muchos caminos, que a modo de gigantesca telaraña, te conducen a cada rincón del término de Alcora. Uno en concreto, el que se desvía del general que lleva a una ermita señera, y acaba en una caseta de campo, una de tantas; construida de paquete de azulejo en los años sesenta, remozada, pequeñita, humilde, con alguna gotera, pobretona y con poco lustre. Pero hace su buen papel como depositaria de aperos de labranza y de grato almacén de aquellas cosas viejas, que no pueden estar en un quinto piso, puerta C; una por espacio y dos, porque las mujeres modernas, no hacen buenas migas con los trastos viejos heredados de padres y abuelos.

    En la tarde calurosa me acerqué a la caseta y había sido violentada, puerta derribada de una o varias patadas, allí estaba la huella del ladrón/a-ladrones/as, zapatilla barata mil rayas, marcada del polvo ocre del camino. Un calor te recorre el cuerpo, y enervado recorres con la mirada cada espacio, cada hueco y recoveco de aquel habitáculo, que un día fue animado lugar de veraneo, cálido hogar parañero, y hoy, se muere de asco y soledad.  Han robado el metal, herramienta agrícola, una vieja sulfatadora de cobre, retales de hilo de cobre, varias bombillas, varillas de hierro, dos bicicletas de chavalín…ese era el inventario, que un servidor iba relatando frente al agente de la guardia civil, cuando interpuse la denuncia. Ya anticipándole, que no serviría de nada, por más que el joven guardia me hablara de las bondades de un nuevo cuerpo, que sí recupera objetos robados a mansalva por estos pagos.

    Una mañana entera, entre  el cuartel con el papeleo y posterior acompañamiento a la patrulla, al lugar de los hechos. Son guardias jóvenes e ilusionados con hacer bien su trabajo, el uniforme les sienta bien, ese uniforme archiconocido que a los de mi generación nos pone firmes. Con el debido respeto  y consideración, que debe ser una reminiscencia de cuando veías a la pareja con capote, tricornio y mosquetón al hombro. Mientras tanto, a otros se las trae al pairo, a tenor de la burla que les hacen, y se permiten con gran impunidad, saquear a diestro y siniestro, amedrentando al personal que se siente huérfano de justicia, y que con toda seguridad, acabará abandonándolo todo, por estar hasta los mismísimos cataplines de aguantar lo inaguantable.

    Se quiere justificar todo con la crisis, y eso es muy grave. Asaltar por la fuerza una propiedad es un acto delictivo, pues además de los objetos robados -o sustraídos como se dice ahora- , hay que hacer reparaciones de puertas y ventanas, que cuestan un ojo de la cara o dejarlo todo abierto, para que limpien lo poco que pueda quedar, y encima arriesgarte a que si dejas las puertas abiertas, se te llevarán hasta las vigas del techo, un día sí y otro también. Mientras un guardia de la patrulla me preguntaba por el parañ, allí hay un árbol abandonado por el hastío y encono contra esta caza tradicional del pueblo, yo me andaba preguntando para mis adentros, si mis abuelos levantaran la cabeza y vieran adónde hemos llegado. Los delincuentes entran por una puerta y antes de hacer el atestado, ya están en la calle, -jueces comprensivos o legislación laxa- y los parañeros tiesos y firmes delante de un juez, por cazar cuatro zorzales. Claro que esto, ni se me pasó por la cabeza comentar delante de la autoridad, porque no iban a entenderme, y visto el panorama estando en su caso, no sé el celo que yo pondría en jugarme el tipo para nada.

    -Encantado de conocerles, adiós, adiós. –Les dije al despedirlos.

    -Tómeselo con tranquilidad. –Me dijeron ellos. Pues claro, qué remedio y con lo que llevamos pasado, ¿He Vicentico?

    A los dos días tocaba riego de plantones de olivos, son jóvenes y con poca raíz, ellos no tienen la culpa de la sequía y, yo, soy responsable subsidiario, de haberlos plantado de por vida en aquella  parcela. Miro la casita que habíamos recompuesto la puerta como pudimos y… (redeu) diría que está otra vez abierta. Efectivamente los saqueadores habían vuelto y le habían dado un segundo repaso a los enseres. No me había dado ni tiempo de buscar a familiares para recoger y trasladar lo poco que habían dejado, faltó solo un día para que fuera sábado, que es cuando libran los jóvenes y hacer acopio, habían vuelto por segunda vez. Misma operación, repaso visual a la caseta y…¡¡¡los viejos arados!!!, se han llevado los arados del abuelo, el fijo y el otro con la giratoria. Ahí si me hicieron daño, daño moral porque del otro no han podido ni podrán. Y mi gran pregunta, para qué querrán dos arados viejos, oxidados y mohosos. Que estaban a la espera de una restauración por mi parte, cuando estuviera mejor de salud. ¿Los venderán para chatarra? ¿Irán a parar a un nuevo rico, coleccionista de aperos antiguos? Y yo que sé.

    Lo que sí sé, es que con ese hurto, se llevan un pedazo de mi historia. Aquella que de niño veía embobado, al pasar mi abuelo labrando con la burra Lucera por esos mismos bancales. Cómo el hierro abría la tierra en canal, por la fuerza del animal y la habilidad de Nelo. Cómo sembraría después en el secano, porque entonces llovía, la avena para su alimento y dejaba los surcos abiertos, para que los algarrobos aprovecharan las tormentas de verano. Aquel “camatimó” que tocaron las sagradas manos, duras y encallecidas de mi abuelo, mientras cantaba canciones de “Batre” y que a mí, me asemejaba flamenco, me lo han birlado unos desesperados por la crisis o por el vicio, que igual me da que me da lo mismo. Mangantes, profanadores de reliquias y usurpadores de historias vencidas. ¿Cuánto vale el arado de mi abuelo, canalla? ¡Devuélvemelo, ladronzuelo, que pagaré su precio¡

    Llamé por el móvil al cuartel de la Guadia Civil, y les dije que los cacos habían vuelto. Me animaron a formular nueva denuncia y repetir el proceso, mientras yo magullaba en mi interior: ¿Cómo les explico todo esto, a estos? Y una voz entre la brisa, que quise reconocer la de mi abuelo, me susurraba al oído: Olvídate, y riega abundante los plantones de olivos, que eso es lo primero. Como lo siento os lo cuento.

    Elperiodic.com ofrece este espacio para que los columnistas puedan ejercer eficazmente su derecho a la libertad de expresión. En él se publicarán artículos, opiniones o críticas de los cuales son responsables los propios autores en tanto dirigen su propia línea editorial. Desde Elperiodic.com no podemos garantizar la veracidad de la información proporcionada por los autores y no nos hacemos responsables de las posibles consecuencias derivadas de su publicación, siendo exclusivamente responsabilidad de los propios columnistas.
    Subir