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Por Vicent Albaro
Camins de l´Alcora - RSS

XVI Mostra Cultural de l’Alcalatén

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    XVI Mostra Cultural de l’Alcalatén- (foto 1)
    XVI Mostra Cultural de l’Alcalatén- (foto 2)

    De carácter anual ya lleva XVI ediciones dando recorrido a las distintas poblaciones quecomponen la histórica comarca de l’Alcalatén, topónimo árabe que significa los dos castillos y que son: Llucena, Xodos, Costur, les Useres, Figueroles, Benafigos, la Foia y l’Alcora. La muestra es motivo de fiesta y de exposición, de concurso y reunión de grupos y asociaciones culturales, sociales y folklóricas. En estos años ha logrado reverdecer viejos laureles resecos y aportar a la sede anfitriona, vida festiva y económica que tanta falta hacen, en especial por los recónditos pueblos de montaña.

    Puede que sea una de las más veteranas de la provincia de Castellón, ya que en estos últimos años han proliferado espectacularmente todo tipo de eventos similares en  mil y una poblaciones, con la finalidad de atraer al público dominical a domicilio y que se dejen unos euros en las paradas de los artesanos de todo tipo, que gozan en estas ferias de un escaparate privilegiado. Puede que estas actividades, no solo aporten actividad económica a la zona rural, sino que sean el motivo clave de la subsistencia de agrupaciones de carácter folklórico y costumbrista, que hallan en este espacio su hábitat más propicio.

    Es de valorar el esfuerzo de los organizadores y participantes, también de quienes soportan el compromiso de mantener en la más pura fidelidad, la herencia cultural de los viejos no siempre acertada. En los primeros eventos existía un limbo por la quiebra generacional, se tardó mucho en reaccionar y se perdieron unos años valiosos –década de los sesenta y setenta- , cuando los depositarios auténticos estaban en todo su apogeo y vigor. Pero ocurría que aquello estaba mal visto, todo lo que no sonara a modernidad ye-ye era objeto de sorna y burla, casi me atrevería a decir, desprecio. A los jóvenes de la época les complacía más un single de los Pekeniques o Bruno Lomas, que las seguidillas cantadas por la tía Chicotasa, o el fandango del tío Periquillo. La juventud corría detrás de la Derby paleta, de la Impala, la Tralla, de la Vespa o la Lambretta, mientras el mulo, languidecía en la entelarañada cuadra, a la espera de que el viejo de la familia, cargara el serón y el arado, y partiera con andares cansinos para labrar los bancales cada vez más abandonados y solitarios.

    La pérdida ha sido terrible y no todo lo recuperado es fiel en grado máximo, pero es lo que hay, y aún gracias. Así que con varias décadas de perspectiva, no cabe sino alegrarse de estos eventos que nos retrotraen, más o menos a lo que un día fuimos y no quisimos volver. Del abandono y desolación hemos pasado a la efusiva demostración del orgullo patrio chico, y entre aquello y esto, uno casi prefiere lo actual porque indica que lo moderno no está reñido con la tradición. Y el soberbio colorido de los grupos de baile, rondallas, dulzaineros, artesanías, grupos teatrales callejeros, costumbres perdidas, acémilas en formol, y exposiciones añejas con más voluntad que acierto. Quiero con esto decir que no todo vale y que hay demasiados “nidos de urraca”, que necesitan de un filtro y adecuación.

    Soy consciente de la dificultad de llenar las dos décadas perdidas, de conjuntar el eslabón roto de un tiempo preciso y precioso, irrecuperable; pero no hagamos otra modernidad rampante como la de hoy, la de aparcar a los “viejos” –hoy se llama viejo a uno de más de cincuenta años-, y prescindir de sus experiencias y consejos que pueden orientar y remediar renglones torcidos. Una licenciatura de la UJI no enseña a levantar paredes de piedra seca, ni explica la nomenclatura o las bondades del herbolario medicinal de nuestros montes. Así que seamos justos y sabios, valorando cada cuestión en su justa medida que la tiene, y pueden convivir en armonía.

    Sabemos que nuestros pueblos viven de espaldas al campo, solo hay que ver su estado de abandono lamentable. Sabemos que será muy difícil volver a empuñar el arado, las condiciones sociales, políticas y climáticas no acompañan, aunque en algunos pueblos de tradición vinícola les está funcionando a trancas y barrancas. Pero sería muy triste ignorar que la mayoría de las cosas, por no decir todas, esas mismas que se representan en la liturgia de esta Mostra, provienen del denostado campo y sus masías. Así que al menos nos toca hacerlo visible, aunque esté todo en contra. Los ancestros crían malvas, mientras las notas alegres de la jota resuenan por la plaza porticada de Lucena en una especie de recuerdo a su memoria. Es lo bueno que tiene esto, hacer memoria y al menos ser consciente de ese conjuro inter generacional.

    Yo por mi parte estuve allí, discreto y escurridizo, alejado de los formalismos organizativos que me los conozco muy bien, y aún y así me topé con Pío y un montón de gente, con Enrique Salvador organizador veterano con quien no pude reprimir un abrazo de complacencia, de dos viejos guerreros que se reencuentran. Sabedores de que uno de los dos, ha estado a merced de los buitres en el campo de batalla. Y qué mejor que rememorar a los ancestros con un brindis del buen vino de les Useres, un Clotás de Vicente Flors y un pan a la sal, hecho en horno de leña por Nieves Traver, o embutidos de Flor. Tan solo por esto, ya merecen la pena todos los esfuerzos y quebrantos. Un canto a la vida y al buen paladar en el corazón de la Mostra de l’Alcalatén.

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