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Por Vicent Albaro
Camins de l´Alcora - RSS

José, el del hispano

    La esfera del reloj, en la iglesia de la Asunción, está iluminada; señorea ese redondel blanco sobre el perfil urbano cada vez más silencioso, cada vez más triste. Tristeza es sinónimo de desencanto y sobre todo de ausencias. Para quienes no cumplirán ya medio siglo, mirar la palidez del círculo iluminado del reloj de la Asunción, puede que sea una de las pocas cosas sino la única, que no ha cambiado en nuestro pueblo. Un cambio veloz y casi traumático, que a muchos nos ha dejado sin puntos de referencia, una orfandad de identidad y encuentro de tantos lugares que marcaron nuestras vidas, y que han desaparecido con dramática fugacidad. Son tantos que resultan imposibles de enumerar, y que corrobora el implacable suicidio emocional de muchas generaciones. Está claro que en la vida todo está en proceso de cambio, pero ¿Tanto y tan deprisa?.

    La lámpara de mi cuarto permanecía encendida en esta noche oscura, nublada pero sin una mala lluvia que echarse al tejado, para enjuagar los campos resecos. Y es que el cielo ya no tiene ni lágrimas, José Vicent Serrano, José el del Hispano ha fallecido. Las campanas no tocan aún a muerto con sus toques finales. Tres varón, dos mujer; aunque ya la convulsión por el pueblo es general, José ha sido un personaje popular, y fruto del afecto es la cosecha de la aflicción. No voy a enumerar virtudes, que es lo suyo en estos casos y merecidas, sino a ubicarlo en la plaza Loreto, que es la mayor de las plazas, justo en la esquina de las escaleras que acceden a otra plaza, la de las Moscas.

    Bar Hispano años setenta, verano, la plaza es una gran terraza de mesas y sillas donde los parroquianos juegan la partida de cartas, el guiñote por lo general, mientras fuman y van dando cuenta de los quintos de cerveza stark Turia. Carteleras de anuncios de cine en las paredes, el resultado de los boletos de la quiniela de futbol, los horarios de autobuses de la Hicid y es como si la vida hubiera decidido toda, pasar por allí. Todavía esta plaza, es el centro vital de la villa en sana competencia con otra más pequeña donde están el bar Matraca, la Churrería y la sala de baile Sunday. Todo lo que se mueve pasa por este circuito, los paseos se alargarán como mucho hasta el cuartel de los civiles pero no más. La pareja de jóvenes que ose traspasar esa frontera invisible, bajarán amigos pero subirán novios comprometidos y con fecha de boda. Boda de las de antes, de ir a pedir la mano al padre un tanto acongojado, y como Dios manda.

    En ese rincón de la plaza Loreto, José despacha en su bar lo típico del negocio, además recoge y dispensa paquetería y documentación que lleva y trae el autobús, cuando el auto de línea, era la única vía de transporte a Castellón capital. Informa y atiende cuantas consultas le formulan, mientras despacha cafés y llena las copas de veterano. Cada día del año, los de diario, sábados y domingos, y fiesta de guardar. Siempre en supuesto, cual vigía de bajel en mar arbolada. El bar es un estrecho pasillo con decoración propia, botellas variadas de rancio abolengo, trofeos de ciclismo y de caza, fotografías retrato de sus hazañas deportivas y cinegéticas, de amigos, carteles de los actos a celebrar próximamente, la televisión en blanco y negro, el escudo del Atlético de Bilbao y un ganfarrón cantando a todo pulmón en su jaula de juncos, sin un mal bicho ecologista que lo insulte. Todo abigarrado, un tanto descuidado y con cierta solera mohosa, pero todo en su sitio y bien controlado. Y lo mejor, una calidez en el ambiente que augura un buen rollo y mejor persona, de quien atiende con virtuosa simpatía, todo aquel maremágnum.

    Las fiestas son testimonio de la proclamación de la Reina a escasos metros de su negocio, todo se cuece allí cerca. El baile de plaza con sus bancos grises y las arcadas de cañas verdes y murta, elaboradas artesanalmente por Samuel Falomir, el fiel funcionario municipal que cuida del matadero. La plaza a rebosar, la orquesta se arranca con un bonito pasodoble, reina y damas, público en general en bailonga afición dándole al arte del movimiento espontáneo al son de la música. Luego la entrada y los toros, las barreras de cabirones y trenilla, las escaleras a las rejas con cuerda para elevarse ante el peligro del morlaco, los carros agrícolas entrelazados a modo de catafalco. Los rodadores con alpargatas y camisa anudada al ombligo, el incombustible dulzainero Pascualet y Pepe al repique tamboril. Lances y revolcones, suspiros, gritos y aplausos.

    El vermut al mediodía, el ritual por excelencia. Mejillones al vapor con salsa verde y gambas…su especialidad, la sepia a la plancha. Increíblemente deliciosa, tierna, jugosa y picante, con un toque de su piedra de la rambla, a modo de contrapeso al fuego. ¡Redell José, quan de bo ens has donat en ta vida!. Yo siempre le he visto como Cándido el segoviano con su cochinillo, pero en Alcora. Varonil y decidido. Tierno y comedido. Al cochinillo caña con el plato. A la sepia, caña con la piedra. El resultado…fantástico. Corra la cerveza fría en el caluroso sol del mediodía de agosto, refrescando gaznates resecos de ajo y perejil. Corra la luz en esos ojos pequeños y brillantes bajo la tupida melena enmarañada y un bigote de mariachi mejicano, audaz y artista, pícaro y señor.

    José el del Hispano, del ciclismo, del parañ en los Campiellos, ciudadela altiva de sueños rotos entre olivos retorcidos y airosos. José, paisano y pariente por la abuela Serrana; amigo, guardián y vigía de todo el pueblo. Procesión triste sin tu andar cansino al regazo del Cristo, a lo mejor estabas explicándole como hacer un parañ en el cielo para coger ángeles en vez de tordos. Yo pondré un reclamo en tu honor en un sitio que tú bien sabes. Y embriagado de nostalgia y ausencias, seguiremos soñando lo que una vez fue y puede seguir siéndolo. Mientras caen los puntales de referencia, los que fueron nuestros y se desgajan como nuestros sueños, no cabe lugar para el desánimo creciente sino para entonar silbos mañaneros a la esperanza.

       

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    comentarios 2 comentarios
    Vicent Bosch i Paús
    Vicent Bosch i Paús
    21/09/2012 02:09
    José i Joan

    Les coses que passen i no tornen. Tu Vicent i "Pipi" heu glosat a Pepe; com Joan Miquel Monròs va fer amb "Donisio" en un programa de festes, personatges peculiar, i conspícuament "prosaics". Jo també trobaré a faltar al "tio" Joan de Benafigos, que fa por se'n va anar. Home peculiar i sempre alegre amb el que sempre era una joia caminar des del pla de les Talladures fins a Xodos. En fi, és llei de vida.

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