La voz blanca en la vida oscura de Whitney
Nuestra vida está jalonada por canciones que van marcando distintas etapas. Es como nuestra particular banda sonora existencial, y a propósito, aún recuerdo cuando un conocido restaurante de bodas, banquetes y comuniones provincial, utilizaba su canción más celebre: I will always love you, a tope de decibelios para recibir a los novios, entre los aplausos de los invitados. Era la banda sonora de la película El Guardaespaldas. No se cuantos de aquellos matrimonios perduran a día de hoy, pero lo que es claro, la canción fue y lo sigue siendo, un éxito comercial y aceptada por el gran público. Película que encadenaría para siempre a la bella Whitney con Kevin Costner, el guapo teniente de Bailando con lobos . A Richard Geere le ocurrió lo mismo con la esbelta Julia Roberts en Pretty Whoman, que por cierto, cada reposición en TV y van veintitantas, obtiene record de audiencia, y con ello corrobora la fidelidad de ese gran público con las historias de amor imposibles.
Estamos acostumbrados a los excesos y extravagancias de actrices, cantantes y gentes del espectáculo. Debe ser muy duro y difícil, mantener una vida plácida y equilibrada entre las estrellas, muy dadas al escándalo de toda variedad y condición. Debe resultar insoportable que te paren en la calle para autógrafos, te asalten con alaridos histéricos descontrolados, te persigan a toda caña en coches y motos de paparachis, y para colmo, no puedas ir ni al retrete de tu casa sin cerrar los visillos, no sea cosa que te saquen las vergüenzas íntimas con un teleobjetivo a primera página, en cualquier revista de periodismo amarillo. La fama tiene un precio exageradamente alto, y en ese olimpo parece que hay muy pocos espíritus virtuosos que la sepan conllevar. Son multimillonarios sí, pero esclavos de sus papeles, sus canciones, también de una imagen prefabricada que enajena a tanto loco como anda suelto.
A Jhon Lennon la fama le costó la vida a manos de un fanático, a otros el hastío les trastorna hasta convertirse en sus propios verdugos. Por no decir la de gentes voraces y sin escrúpulos, que les rodearán para aprovecharse de sus ingentes fortunas, amasadas con explosivos triunfos sin tiempo para asimilar ese ascenso, tan meteórico como a veces fugaz y dramático. Durante muchos años esa vida relajada, alocada y de guión cinematográfico, ha inspirado a una juventud hambrienta del triunfo fácil y del famoseo frívolo. En múltiples programas hemos presenciado el afán desmesurado de notoriedad de muchos espíritus huérfanos, ya no de preparación artística o intelectual, sino del más elemental sentido común. Al final, no son más que juguetes rotos en manos de avarientas y oportunistas mentes, que los exprimen en beneficio propio, hasta la última gota de su jugo vital.
Pero de vez en cuando sale “alguien” con un toque especial, que penetra en el corazón de las gentes con supina facilidad. En el caso de Whitney fue su espectacular voz, sus canciones pop y soul; que junto a un físico agraciado encandilaron a millones de fans, gozándola en sus pocas películas de cine, quedando como punto de referencia la del Guardaespaldas. Y son esas noticias luctuosas las que nos devuelven a la cruda realidad. La diva ha muerto ahogada en una habitación de hotel, dicen que se durmió por tranquilizantes y se sumergió en la bañera. Su guardaespaldas real no la pudo salvar. Se ha apagado esa voz especial que acompañó a muchas generaciones enamoradas, y que necesitaban expresarlo en el día de san Valentín con un tema suyo. Ya forma parte de la leyenda como lo han sido muchos. Dios nos libre de vivir cualquier épica.
No puedo evitar un cliché romántico al compararla con Alfonsina Storni, la poetisa argentina que se durmió en el mar, entre sirenitas y bancos de coral. Se la recuerda por el tema musical: Alfonsina y el mar. A Whitney se la recordará por la fuerza de su voz, sus temas de amor en la mente de tantos y tantos. Y recordándola se hará brillar su estrella. Mientras tanto que Dios, -a quien se encomendaba, según dicen- la tenga en su gloria. Descanse en paz.