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Por Vicente Piqueres Monzonis
El Caballero del Komián - RSS

Remembranza del ayer - 1ª parte

    FINAL DE LA CARRETERA QUE VA AL PUERTO.-

    Al finalizar la propia Carretera, que nos conduce al Puerto, (antes era un camino de tierra), nos encontrábamos con una edificación, cilíndrica y de cierta altura, que era una especie de depósito, preparado al efecto, que servia para abastecer de agua potable a todo el caserío de viviendas colindantes en aquella zona portuaria, ya que la propia población de Burriana sufría también de desabastecimiento de agua, por la precariedad de las instalaciones en aquellos tiempos.

    PARTE DERECHA AL FINAL DE LA CARRETERA.-

    Según terminaba la carretera citada, en la parte derecha, mirando hacia el mar, y tomando dirección como si fuéramos a Nules, había un camino, bastante tortuoso, en cuyo principio estaba, también a mano derecha, (valga la redundancia), el chalet de Salvador Tormo y dicho camino nos llevaba hasta la escollera de poniente. Andando por el citado camino nos encontrábamos:

    .-En lo que era playa, a mano izquierda, junto al mar, una dotación de barquitas, propiedad de Agustín Sanz, para que la gente, previo pago, pudiera embarcarse recreándose por dentro del puerto. Los paseos solían ser propios de parejas de novios, amistades y sobre todo para quienes deseaban pescar “doraos al curri”, o simplemente pescar lo que fuera.

    En invierno estaban bastante solicitadas para que el personal autorizado pudiera subir y bajar de los barcos que venían a por naranja, cuando, por circunstancias, quedaban fuera del puerto.

    .- La vivienda de Cipriano Morgado Calderero, que había sido Brigada de Carabineros, en otros tiempos, el cual, una vez retirado, trabajaba en la fábrica de porcelana MACEVA.

    .- Estaban las instalaciones o taller de su cuñado, el Calafate Florentín Llombárt Aicárt, donde reparaba las barcas y embarcaciones de pesca de diversos propietarios. Palangre, arrastre, etc.

    .- La caseta del Sr. Joaquín (el Povíl), en la que guardaba sus aperos para la pesca en barca, tales como redes, boyas, “palangres”, “ralls”, además de otros muchos accesorios y neceseres.

    En dicha caseta dormí en más de una ocasión, con el Pare Roch, cuando todavía era yo pequeño, esperando a que se hiciera de día para salir a pescar lisas con el “rall”, en la playa de levante...

    .- Había también unas naves techadas pero descubiertas, sin paredes, del tal Llombárt, en las que se guardaban las barcazas que, en otra época, sirvieron para embarcar cajas de naranja, en el embarcadero del Grao, donde los barcos se situaban en alta mar en espera de que les llevaran la mercancía, que tendrían que transportar a distintos países tales como Inglaterra, Alemania, etc., cuando todavía no existía el Puerto. Bajo aquel cobertizo terminaron aquellas embarcaciones.

    .- Era un camino algo tortuoso y había bastantes “cañars” a uno y otro lado. El suelo era de tierra y por dicho camino se accedía a diversos chaletitos o barracas, cuyos propietarios las habitaban por ser pescadores, o eran de gente del pueblo que las tenían para solazarse y hacer pequeñas cosechas en los huertecillos correspondientes. Tomates, pimientos, berenjenas, y toda clase de verduras como cosecha casera muy apreciada. ¡Ah! y en verano melones no faltaban.

    .- Hoy todo lo que va desde el final de la Carretera del Puerto hasta la Escollera de Poniente es lo que se llama Avenida de la Mediterránea, donde está la Lonja para la subasta del pescado, Pósito de Pescadores, casetas para que los mismos guarden sus redes y cosas del trabajo.

    En la primera fila de la Avenida se han construido muchos pisos, que quedan en la parte derecha, si miramos en dirección a Nules, y ya en la parte izquierda, al final hallamos la Escuela del Mar. Mas hacia la orilla del mar hay una pista de acceso a la Lonja y Posito de Pescadores y al Club Náutico, con espacios libres bastante extensos. Todo esto ya es conocido.

    .- También, al final, en la misma entrada de la escollera, estaba lo que llamábamos “el avionet” donde Llombárt reparaba embarcaciones, ya que con el mismo las sacaba del agua y las elevaba a cierta altura para poderlas reparar por debajo.

    Aquello era una especie de trampolín para que los más atrevidos se lanzaran al agua para nadar. “Algo similar, pero a lo bestia, a lo que vemos en la película ESCUELA DE SIRENAS”.

    .- De lo que había en aquella lejana época ya no queda ni rastro. Lo de ahora es más bello, más bonito, más decente, pero le falta el encanto, el sortilegio y el embrujo de aquel entonces.

    .- Al principio de la escollera citada había un nido de ametralladoras de cuando la guerra, ya inutilizado y casi, casi pasto de las olas embravecidas, y nido y albergue de cangrejos y erizos.

    En las inmediaciones encontrábamos el Restaurante o Fonda “Los Arcos” donde solíamos ir a tomar el fresco, que yo, particularmente, me situaba muy cerca de un arbusto llamado María Luisa para recibir la brisa del mar impregnada del aroma que despedían sus hojas, sobre todo por la noche. Tener un rato de relax en aquella situación era maravilloso, sobre todo en verano.

    .- Pasada la escollera, continuaba este camino por la orilla del mar donde había una fila de casas o alquerías y estaba la de Salvador Nadal, mi amigo Boret, que existía o existe aún por aquellos parajes, antes de llegar a la actual depuradora de aguas residuales.

    .- El mar, por un fenómeno natural, cuando se construyó el puerto, se retiró hacia dentro por la playa de Levante (Norte) y se salió por la parte de Poniente (Sur). En la de arriba se fue haciendo playa, cada vez más, mientras que en la de abajo se tragó algunos cientos de hanegadas, cuya Contribución Rústica, seguían pagándola en el Ayuntamiento los dueños respectivos, pese a las continuas reclamaciones que hacían estos, alegando, con razón, que tales hanegadas ya no existían y que su propietario era el mar. Pues desaparecieron con motivo de haberse construido la citada Escollera de Poniente. Ignoro si actualmente se sigue pagando tal Contribución.

    .- Después nos encontrábamos “el Camí Les Tancaes”, “Alquería del Sr. Antonio El Troncho”, “el camí de la Ralla”, aparte de otras muchas alquerías más y finalmente el mar de Nules.

    El Sr. Antonio, apodado El Troncho, estaba separado de su mujer y, a modo de ermitaño, se fue a vivir a la Alquería, con la particularidad de que era una excelente persona, tenia un montón de amigos y allí, en dicha Alquería, los domingos, era el punto de reunión de muchos, como mi tío Pepe, el Notario D. Diego Sirvent, Ríos el Dentista, varios cazadores, etc. y “se feien uns esmorsars y dinars a base de paella o all y pebre, con anguilas, pescadas por el Sr. Antonio, con los “gánguils”, por los “sequiols” de aquellos aledaños” y contornos, los cuales eran famosísimos, y de verdadera apoteosis.

    Don Diego Sirvent decía que a partir de “La Ralla” ya no existía la Diabetes, y el Sr. Ríos, de vuelta a casa con su bicicleta, donde le parecía se paraba, se sentaba a la vera del camino y le hacia un repaso a las sobras que “había arreplegat per al seu Gosset”, mientras, si aun quedaba algo para comer se lo zampaba sin más explicaciones

    El Sr. Antonio se desplazaba, para aprovisionarse, en bicicleta o andando, pero normalmente lo hacia en bici, tanto es así que un coche lo atropelló, un funesto día, y murió a causa del atropello.

    Por vivir donde vivía y tener el medio ambiente que tenia, en plena naturaleza, con un “sequiol” en la parte trasera de la Alquería, hasta criaba patos silvestres o “collsverts”. Tengo fotos donde puede verse una jaula dentro de un “sequiol” con varios patos dentro, y “collsverts”.

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    comentarios 2 comentarios
    Un Sesentón (Ahora 70)
    Un Sesentón (Ahora 70)
    09/10/2013 08:10
    El puerto

    Todo lo narrado por Usted me es muy conocido. Me es muy conocido porque yo era amiguete del hijo menor del Sr Cipriano. Serafín Morgado se llamaba. El mayor Vicente, era radioaficionado, y me encantaba escucharle cuando se ponía a hacer contactos. Su emisora tenía el indicativo EA5FN. Vivían en una barraca de madera, enfrente mismo del taller del Sr Llombart y tenían una pequeña granja (corral) de gallinas ponedoras, que les proporcionaba algún dinerillo extra en aquel tiempo de escasez y privaciones. En verano pasaba allí muchas tardes. A veces nos paseábamos en una barquita movida a remo propiedad del Sr Llombart. Cisne se llamaba la barquita. A Madrid se marcharon y allí les visite en un viaje que hice. Con el pasar del tiempo dejamos de estar en contacto. Es bonito recordar estas cosas.

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